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miércoles, 16 de agosto de 2017

TESTIGOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN EL ARTICO




El email llegó a mediados de junio y dejaba en claro que se equivocaban quienes pensasen que el calentamiento mundial podría convertir nuestra expedición por el Ártico en un crucero de verano.

“Lo más importante que deben llevar es un buen par de botas cálidas y fuertes. Va a haber nieve y hielo en la cubierta del rompehielos”, decía la nota. La Associated Press se aprestaba a participar en un viaje de un mes y 10.000 kilómetros (6.200 millas) en el que expertos documentarían el impacto del cambio climático en el hielo y las frígidas aguas del Ártico.

Una vez que la nave ingresaba en el legendario Paso del Noroeste que comunica los océanos Atlántico y Pacífico, no habría dónde reabastecerse ni buscar ayuda por cientos de kilómetros. Así que a comprar un buen par de botas. Es mejor estar preparado. Si algunas partes del planeta están transformándose en un horno por el calentamiento global, el Ártico bien puede ser considerado su acondicionador de aire.

El norte helado desempeña un papel clave en el enfriamiento del resto del planeta al devolver algunos de los rayos del sol al espacio. Pero también se está recalentando. El año pasado fue el más caluroso del que se tengan noticias en el Ártico. Y desde hace varias décadas que fotos satelitales muestran una notable declinación en la cantidad de hielo que hay en las aguas del Ártico, un fenómeno que ya afecta la vida humana y animal en la región, desde las comunidades inuit hasta los osos polares. Los científicos dicen que el ya no habrá aguas congeladas en el Ártico durante el verano en las próximas décadas.

Y pronostican que el impacto del derretimiento de los hielos se sentirá en todo el Hemisferio Norte, incluso en la Florida y en Francia. “Las cosas están cambiando en el Ártico y eso genera cambios en otros sitios también”, comentó Davis “Duke” Snider, el veterano marino responsable de conducir el rompehielos finlandés MSV Nordica.

Los investigadores querían observar de primera mano los efectos del calentamiento global que se perciben desde el espacio. El barco partió de Vancouver a comienzos de julio y llegó a Nuuk, en Groenlandia, el 29 de julio. Es la vez que más temprano se internó una nave en una región que generalmente no es navegable hasta más entrado el año debido a los hielos. Doce días después de la partida, aparecieron de la nada las primeras masas de hielo. Al principio eran témpanos solitarios.

Pero al llegar a Point Barrow, en el extremo norte de Alaska, había hielo por todos lados. Snider recordó que cuando empezó a hacer visitas guiadas por las aguas del Ártico hace más de 30 años, los bloques de hielo a mediados de julio se extendían 50 kilómetros (50 mllas) al sudoeste. En esos días, un barco se hubiera tropezado con bloques muchos más gruesos y azules que habían sobrevivido al deshielo del verano y que estaban tan duros como el cemento, comentó. Comparó el hielo de este año con un mar de papilla en la que de vez en cuando aparecen pedazos duros.

El termómetro afuera daba una temperatura de 8,3 grados centígrados (47 Fahrenheit), pero no se sentía tanto frío en esta región del mapa donde el sol nunca se va y los días se confunden con las noches. Incluso en la cama, se siente el constante choque con bloques de hielo.

Cuando el rompehielos ingresó al Estrecho Victoria, bien adentro del Paso del Noroeste, tratamos de divisar una sombra que se mueve a la distancia o una mancha amarillenta en la vastedad de blanco que revelaría la presencia del depredador terrestre más grande del mundo. De repente, alguien gritó: “¡Nanuq, nanuq!”. Maatiusi Manning, un navegante inuit, había visto lo que todo el mundo esperaba ver: el primer oso polar.

Estos predadores de cerca de 500 kilos (1.000 libras) que están en la cima de una cadena alimenticia que está siendo muy golpeada por el calentamiento global por el impacto inmediato que el derretimiento del hielo tiene en una variedad de animales y plantas que dependen de él. “Si seguimos perdiendo hielo, van a desaparecer una cantidad de especies”, señaló la bióloga Paula von Weller, que participó en el viaje. Ninguna criatura del Ártico es tan asociada con el cambio climático como el oso polar.

El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos calculó en enero que hay unas 26.000 especies silvestres y que el derretimiento del hielo de los mares está privando al oso de su hábitat natural para la caza de focas y otras presas. Si bien se espera que algunos osos polares emigren más al norte, otros irán al sur, donde entrarán más en contacto con los humanos.

Es un encuentro del que seguramente no saldrán bien librados. Algunos de estos animales tan asociados con el hilo no van a poder adaptarse dentro de un tiempo razonable al cambio climático, según von Weller. “La morsa, por ejemplo, va a pasar más tiempo en tierra firme. Se alteran muy fácilmente con cualquier alboroto, por lo que no van a estar cómodas”, indicó von Weller.

Una investigación publicada hace cuatro años encendió las alarmas respecto el futuro del cangrejo rojo real, producto vital de la industria pesquera de Alaska, porque el creciente nivel de dióxido de carbono --el principal causante del calentamiento global-- hace que los océanos sean más ácidos. Las algas que se adhieren al fondo del hielo marino también están perdiendo su hábitat.

Si desaparecen, los copépodos (que se comen las algas) se quedarán sin su fuente alimenticia. Los diminutos crustáceos, por otro lado, son presa de otros peces, ballenas y aves. A medida que se calientan las aguas, por otro lado, las orcas deben irse cada vez más al norte en busca de comida. Algunos expertos pronostican que serán los principales depredadores de focas en un futuro cercano, desplazando a los osos polares.

Los humanos también se aventuran con más frecuencia al Ártico en busca de depósitos de minerales y combustibles fósiles, y el potencial de derrames de petróleo preocupa mucho a los ambientalistas. El pueblo inuit de la comunidad de Clyde River en la isla de Baffin teme a su vez que los estruendos submarinos derivados de las explosiones sísmicas de las empresas petroleras desorienten a los mamíferos marinos como las ballenas y afecten los ciclos reproductivos de peces y camarones.

Sin embargo, algunos dicen que la ausencia de hielos marinos por períodos más largos durante el verano no es tan negativo. Después de todos, los barcos pueden abastecer a aldeas y minas por máa tiempo durante el año. El Nordica llegó a Nuuk, la capital de Groenlandia, en 24 días. Hacia el final, terminamos sintiendo los efectos del calentamiento global: No llegamos a usar esas botas abrigadas.

FUENTE: 20 Minutos ,  14 / 08 / 2017

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