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lunes, 12 de febrero de 2018

EL CAMBIO CLIMÁTICO YA AFECTA LA ESTACIONALIDAD DE LAS FRUTAS






Fresas en enero, uva de mesa en julio o melocotones en mayo. La fruta de temporada ya no lo es tanto, y no es difícil encontrar frutas y verduras prácticamente durante todo el año, pese a que hace unos años sólo se podían saborear en verano o a principios del otoño/invierno. Y esto ocurre, por un lado, porque la globalización no entiende de estaciones meteorológicas; por otro, porque el cambio climático ha hecho que agricultores e investigadores se pongan las pilas para adecuarse a las temperaturas más altas.

Los tomates se comían en verano, la uva a partir de septiembre y la fruta de hueso también en los meses de calor. Hoy y, gracias a la denominada agricultura de ciclo combinado, se puede comer de todo y en cualquier mes del año.

El calentamiento que sufre la Región, en la que la temperatura media ha subido un grado en los últimos cinco años, provoca una alteración en los ciclos biológicos de plantas y cultivos (floraciones más tempranas). Las estaciones frías se acortan cada vez más en favor de las cálidas y las precipitaciones se quedan muy por debajo de los valores normales durante la temporada de lluvias.

Y ese hecho, que ya damos por asumido que se debe al cambio climático, tiene su reflejo en los mercados de frutas y hortalizas. Agricultores e investigadores van de la mano en la adecuación de los cultivos al nuevo escenario climatológico. Luis Ricardo Navarro, director del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida), explica que para obtener variedades adaptadas a las condiciones medioambientales de la Región de Murcia, están trabajando (directamente o colaborando con otras instituciones y empresas) en diversos proyectos de mejora genética de plantas.

Estos trabajos están directamente relacionados con los principales cultivos de la Región, como viña (uva de mesa y uva para vinificación), frutales (melocotonero, cerezo, ciruelo japonés, etc.), cítricos (limonero...), hortícolas y plantas aromáticas (producción de aceites esenciales), entre otras.

Además, los agricultores no han tenido más remedio que hacer frente a la demanda de los mercados, para no quedarse fuera de juego. «La demanda es la demanda y se buscan, cada vez más, cultivos más tempranos y más tardíos con los que estar el tiempo máximo en los mercados», manifiesta Navarro. Lo que también les permite hacer frente a productos llegados desde otros continentes.

La tecnificación y las variedades más tempranas son fundamentales para contar con producción todo el año, como quieren los consumidores. Para ello, las plantas de todas esas especies se cultivan durante varios años en parcelas propias del Imida y en parcelas comerciales, ubicadas en diferentes zonas agroclimáticas de la Región de Murcia.

Allí son estudiadas mediante controles de su comportamiento fenotípico (época de floración y maduración, por ejemplo) y agronómico ( productividad y calidad del producto, tolerancia a plagas y enfermedades, respuesta a la falta de agua, etc.). Luego se seleccionan, «eligiendo aquellas que después de los controles realizados presentan mejor comportamiento».

Con estos trabajos, se están consiguiendo en todas las especies nuevas variedades que amplían los calendarios de producción, ya sea para adaptarse a las demandas del mercado, o a las nuevas condiciones de las zonas actuales de cultivo, o a nuevas zonas. En muchas se ha conseguido ganar meses al calendario tradicional del producto.





FUENTE:  la  Opinión  de  Murcia, 11 / feb / 2018

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