Durante meses Putin
dijo que no tenía intención de invadir a Ucrania, pero el 24 de febrero hizo
exactamente eso. Desde entonces, las sorpresas han sido la norma. El propio
Putin ha sido sorprendido, ya que es obvio que las cosas no han salido como él
anticipaba. El dictador sobreestimó la eficacia de sus fuerzas armadas y
subestimó a las de Ucrania que han ofrecido una inesperada resistencia. Un
devastador ataque cibernético, por ejemplo, aún no se ha producido y la armada
de Putin muestra inesperados signos de desorden e improvisación.
También nos ha sorprendido Volodymyr Zelenski, el presidente que se convirtió en
un ejemplo mundial de valentía y liderazgo. A su vez, el pueblo ucraniano demostró
con hechos lo que significa defender a la patria de los zarpazos de un
sanguinario dictador. Lamentablemente, todo lo anterior no permite suponer que
los ucranianos repelerán el ataque ruso. La desproporción entre la fortaleza
militar de Rusia y la de Ucrania es enorme. Cabe esperar, sin embargo, una
prologada insurrección de la nación ucraniana contra sus invasores, la cual
contará con la simpatía del mundo y el apoyo militar de Estados Unidos, Europa
y otras potencias.
Putin no solo se
equivocó con los ucranianos, también subestimó a las democracias del mundo. Esta fue la mayor
sorpresa que hasta ahora nos dio este conflicto. La Unión Europea respondió de
manera unida y coordinada, con sus políticos y burócratas reaccionando
rápidamente y tomando decisiones que hasta hace poco eran inimaginables. EEUU
se alió con Europa y otros países para imponer costos prohibitivos a las
agresiones de Putin. Las democracias del mundo reaccionaron con inusitada
velocidad y en algunos casos desecharon los que habían sido los pilares
fundamentales de su política exterior. Alemania decidió aumentar su gasto
militar y enviar material bélico a las fuerzas armadas ucranianas. Suiza
abandonó un factor definitorio de su política exterior y aun de su identidad
nacional: la neutralidad frente a los conflictos internacionales. Las severas
sanciones adoptadas por la alianza internacional desconectaron a Rusia de la
economía mundial. Así, Putin condenó a su población a la pobreza y el
aislamiento. Tristemente, también veremos más terror y represión dirigidos a
los rusos que se atrevan a demandar un futuro mejor. A medida que la situación
económica empeore, el Kremlin se sentirá más amenazado por los rusos que
protestan en calles y plazas que por los demócratas de otros países.
Al mismo tiempo que se profundiza el aislamiento de Rusia, las democracias mostraron una
inédita capacidad para integrarse y actuar conjuntamente en defensa de los valores
que comparten. Diseñar e imponer las sanciones más severas que se han visto y
coordinar su adopción entre muchos y muy diversos países fue muy difícil, pero
se logró. Este es uno de los más bienvenidos efectos colaterales de la invasión
de Putin: descubrir que las democracias trabajando juntas pueden enfrentar con
éxito grandes problemas. Esta experiencia puede servir de guía para enfrentar
otras peligrosas amenazas globales que nos acechan.
Por coincidencia, 4 días después de la invasión de Ucrania, un panel formado por prominentes
científicos publicó un informe que alerta sobre los inéditos daños humanos y
materiales que está causando el cambio climático y la alarmante velocidad a la
cual estos daños están aumentando. El informe del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se basa en las investigaciones de
miles de científicos de todo el mundo. La principal conclusión es que las
catástrofes producidas por el cambio climático están batiendo récords de
frecuencia y de costos humanos y materiales. Según el informe, estamos en
riesgo de que las condiciones se hagan tan extremas que vastas superficies del
planeta sean inhabitables, al igual que algunas de las más pobladas zonas
urbanas.
La crisis climática
que sufre el planeta es tanto o más amenazante que Putin. La invasión es un
crimen inaceptable que no puede ser ignorado y hay que apoyar a quienes
enfrentan al tirano ruso. Pero el mundo debe desarrollar la capacidad para
responder a más de una crisis a la vez. Ucrania no debe ser abandonada, pero la
lucha contra el calentamiento global tampoco. Esto último es muy difícil pero ahora
sabemos que, actuando en conjunto, el mundo es capaz de lograr cosas difíciles.
Los líderes de las
democracias del mundo mostraron que, frente a una amenaza
existencial, las políticas pueden cambiar decisiva y rápidamente. Es hora de
que usen con valentía el superpoder que la crisis de Ucrania les ayudó a
descubrir para atacar la otra gran crisis que enfrenta la humanidad
FUENTE: La Nación, 07-03-2022
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