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jueves, 28 de marzo de 2019

TRANSGÉNICOS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO


Agricultura




Según la FAO, el Perú es el tercer país de América del Sur con la mayor proporción de personas en condición de subalimentación, detrás de Venezuela y Paraguay. Así, 8.7% de peruanos, que en su mayoría viven en zonas rurales y se dedican a actividades agrícolas, no satisfacen el requerimiento calórico diario. ¿A qué se debe esto?
En nuestro país, la agricultura familiar significa el 97% de las unidades agropecuarias, donde laboran más de 3 millones de peruanos (Minagri). El problema radica en la baja productividad, sobre todo en familias en condición de subsistencia, ya que estas destinan casi 44% de su producción al autoconsumo (Cenagro).
Uno de los factores que explica la baja productividad es el efecto del cambio climático, ya que en el Perú la temperatura está aumentando, las precipitaciones cambian y las heladas son impredecibles; lo que afecta la agricultura. Ante esto, es importante empezar a utilizar cultivos resistentes a las nuevas condiciones climatológicas, por lo que los OGM podrían ser la solución.
A nivel internacional ya hay iniciativas en ese sentido. Por ejemplo, desde 2016, más de 137 premios Nobel han firmado una carta apoyando los transgénicos por considerarlos seguros e inocuos. Lamentablemente, aquí estamos a años de algo así.
Basta con ver el fallo de Indecopi ante Molitalia y Mondelez por no consignar la existencia de OGM en las etiquetas de sus productos, pese a que las cantidades eran mínimas y este punto no está reglamentado. Ni pensar en un programa social que distribuya a agricultores semillas modificadas que resistan a climas extremos.
Esperemos que el Gobierno se guíe de la evidencia y no de supersticiones, para que millones de agricultores puedan acceder a mejores cultivos.
FUENTE: Perú 21,  27 / marzo / 2019

EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN ESPAÑA: " EL VERANO DURA CINCO SEMANAS MÁS QUE HACE 40 AÑOS "





Más de 32 millones de españoles, es decir, un 70% de la población, ya se están viendo afectados por las consecuencias del cambio climático, un fenómeno que está provocando un alargamiento de los veranos, acumulando años muy cálidos en la última década y provocando un aumento de la frecuencia de noches tropicales.
Así lo ponen de manifiesto los datos del Open Data Climático, una herramienta de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) de acceso libre a partir del mes de abril sobre el cambio climático en España, que ha contado con información procedente de su Banco Nacional de Datos Climatológicos y, en particular, con datos procedentes de un total de 58 observatorios.
Según las conclusiones de este estudio preliminar, las temperaturas medias de todas las estaciones son cada vez más elevadas, aunque el ascenso se aprecia con más claridad en primavera y, sobre todo en verano, estación que se convierte en la más afectada por el cambio climático, pues se está volviendo más largo y más cálido.
En concreto, los datos revelan que el verano se está alargando nueve días de media por década, con lo que el verano actual abarca cinco semanas más que a comienzos de los años 80, aunque el calentamiento afecta a todas las estaciones del año. En general, las temperaturas son más cálidas ahora entre abril y octubre, lo que confirma que esta estación comienza antes y termina después. “Es algo que todos notamos y los datos nos vienen a confirmar“, subraya uno de los portavoces de la AEMET, Rubén del Campo.
Los datos también revelan que las superficies con climas semiáridos están avanzando en España, y ocupan ya un 6% más que en el periodo 1961-1990, es decir, de unos 30.000 kilómetros cuadrados, un aumento “considerable”, según otra de las portavoces de la AEMET, Beatriz Hervella. Las zonas más afectadas son Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y el sureste peninsular, al ser estas las más propensas a no registrar precipitaciones.
Con respecto a las temperaturas, el estudio confirma una tendencia a temperaturas más altas en España desde 1971, tanto en valores promedios como en máximas y mínimas, lo que afecta directamente a la población en lo referente al índice de mortalidad. Este resultado concuerda con el hecho de que los años más cálidos se hayan registrado en su mayoría en el siglo XXI.
De los 58 observatorios analizados, 37 registraron al menos cinco años desde 2011 con temperaturas medias anuales situadas dentro del 20% de las más cálidas del periodo de referencia (2011-2018). Estas anomalías ponen de manifiesto que al menos cinco de los últimos ocho años en estos observatorios han sido muy cálidos, siendo el “caso más extremo” en Barcelona, donde desde 2011, la temperatura media anual se ha situado entre el 20% de las más cálidas desde este mismo año, periodo de referencia.
También, en cinco observatorios, entre ellos el de Murcia o el de Teruel, todos los años excepto uno, han exhibido un comportamiento similar, mientras que en Madrid ha sido así en cinco de los últimos ocho años.
Por otro lado, el estudio señala que la temperatura superficial del Mediterráneo está aumentando 0,34ºC por década desde principios de los años 80. Este aporte de calor provoca una expansión termal que contribuye al incremento del nivel del mar. De hecho, desde 1993 el nivel del Mediterráneo ha aumentado en 3,4 milímetros por año.
Según los resultados del Open Data Climático, un Mediterráneo cada vez más cálido repercute en sus regiones costeras aumentando el número de noches tropicales, es decir, aquellas en las que la temperatura mínima iguala o supera los 20ºC.
En este sentido, ambos portavoces han destacado la amplificación de los efectos del fenómeno ‘isla de calor’, anomalía térmica positiva que tiene lugar en el centro de las ciudades en relación con la periferia. Según el Open Data Climático, este plus térmico nocturno que eleva las temperaturas mínimas afecta al confort de los ciudadanos por sus efectos nocivos para la salud, en particular para aquellos grupos de riesgo que viven en grandes urbes. Ambos efectos, por tanto, señalan a las grandes ciudades y a la costa mediterránea como los dos entornos más vulnerables al cambio climático.
Finalmente, se ha estudiado la ocurrencia de las olas de calor y de frío. Si bien los episodios fríos disminuyen en número de días, las olas de calor tienden a concentrarse en los últimos años, con especial incidencia en su duración. Este hecho es particularmente relevante, según ha destacado Hervella, al existir una elevada correlación entre temperaturas máximas y mortalidad, pues a partir de un determinado umbral de temperatura máxima las muertes aumentan de forma notable.

miércoles, 27 de marzo de 2019

COPENHAGUE, LA CIUDAD QUE PELEA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO







COPENHAGUE — ¿Puede una ciudad cancelar sus emisiones de gases de efecto invernadero?
Copenhague intenta hacerlo y rápido. Para 2025, esta ciudad industrial alguna vez sucia, apunta a ser neutra en carbono, lo que significa que planifica generar más energía renovable que la energía contaminante que consume.
La experiencia de Copenhague, donde viven 624.000 personas, puede demostrar lo que es posible y lo que es difícil para otros gobiernos urbanos, sobre un planeta que sufre el calentamiento.Aquí está la razón por la cual es importante para el resto del mundo: la mitad de la humanidad ahora vive en ciudades y la amplia cantidad de gases que calientan el planeta provienen de las ciudades. También es necesario que los grandes remedios para el cambio climático vengan de las ciudades. Ellas son, a la vez, un problema y la fuente potencial de soluciones.
El centro de Copenhague, hoy. Una ciudad que solía ser "sucia"./ Charlotte de la Fuente. The New York Times
El centro de Copenhague, hoy. Una ciudad que solía ser
 "sucia"./ Charlotte de la Fuente. The New York Times

El alcalde, Frank Jensen, dijo que las ciudades “pueden cambiar la manera en la que se comportan, la manera en la que viven e ir más hacia lo verde”. Su ciudad tiene algunas ventajas. Es pequeña, es rica y su gente se preocupa mucho por cambio climático.
Jensen dijo que los alcaldes, más que los políticos nacionales, sienten la presión de tomar medidas. “Somos directamente responsables de nuestras ciudades y nuestros ciudadanos, y ellos esperan que actuemos”, dijo.
En el caso de Copenhague, esto significa cambiar la manera en la que viaja la gente, cómo calienta sus hogares y qué hacen con la basura. La ciudad ya ha reducido sus emisiones en un 42 por ciento a partir de los niveles de 2005, principalmente por haber dejado los combustibles fósiles para generar calor y electricidad.
Biciceltas y turbinas de viento en el estrecho que separa a Suecia de Dinamarca. / Charlotte de la Fuente. The New York Times
Biciceltas y turbinas de viento en el estrecho que separa
a Suecia de Dinamarca. / Charlotte de la Fuente. The New York Times

No obstante, la política hace difícil el avance. Un gobierno municipal no puede hacer tanto cuando no tiene el respaldo total de quienes gobiernan el país. Jensen, 57, socialdemócrata de centroizquierda, por ejemplo, no pudo persuadir al gobierno nacional, conducido por un partido de centroderecha, para imponer restricciones a los vehículos que consumen enormes cantidades de gasoil en la capital. El transporte representa un tercio de la huella de carbono de la ciudad; es el sector individual más grande y está en crecimiento.
Por el contrario, el gobierno nacional, en una medida acerca de la cual sus críticos dijeron que fomentaba el uso privado del automóvil, disminuyó los impuestos al patentamiento de vehículos. El ministro de transporte, Ole Birk Olesen, dijo que el gobierno buscaba reducir lo que él denominó “la sobretributación de los vehículos”, aunque agregó que, idealmente, los daneses comprarían solamente automóviles con cero emisión de gases en las próximas décadas.
Y así, el objetivo de Copenhague de ser neutro en carbono enfrenta un obstáculo común en el mundo: la división entre el interés de la gente que vive en las ciudades y el de los que viven en las afueras.
Dudas
Muchos políticos de la oposición y analistas independientes dicen que dudan de que Copenhague pueda cumplir con su meta para 2025, y algunos críticos dicen que el plan se concentra demasiado en intentar equilibrar los libros de carbono de la ciudad en lugar de cambiar la manera en la cual que viven los habitantes.
“Nos desplazamos en automóviles que funcionan quemando combustibles fósiles, comemos mucha carne, compramos una enorme cantidad de ropa”, dijo Fanny Broholm, vocera de Alternativet, un partido verde de centroizquierda. “La meta no es lo suficientemente ambiciosa tal como está planteada, y ni siquiera podemos cumplir con esa meta”.
Por su parte, Jensen es optimista respecto de lo que denomina la “transformación verde” de la capital. Los funcionarios de la ciudad dicen que este es solo el comienzo.
Bicisendas de tres carriles
Pasajeros usan sus bicicletas en el puente Dronning Louises Bro, en el centro de Copenhague. / Charlotte de la Fuente. The New York Times
Pasajeros usan sus bicicletas en el puente Dronning Louises Bro
 en el centro de Copenhague. / Charlotte de la Fuente. The New York Times


Una nueva línea de subterráneo, programada para ser inaugurada este año, transportará a la amplia mayoría de los residentes de la ciudad en un rango de distancia de la estación, de 650 metros, un poco más de medio kilómetro. Las bicisendas ya tienen tres carriles en las calles transitadas para el 43 por ciento de los habitantes de Copenhague que hacen combinaciones de transporte hacia su trabajo y escuela en bicicleta, incluso los días lluviosos y ventosos, que son muchos.
Todo ese viento ayuda a generar la electricidad de la ciudad. Se calefaccionan edificios, en parte, quemando basura en un nuevo incinerador de alta tecnología, teniendo en cuenta qué tipo de basura incinerar, ya que cada edificio de departamentos ahora tiene ocho contenedores de reciclado separados. Para cada unidad de combustible fósil que consume, Copenhague intenta vender unidades de energía renovable. La ciudad invirtió mucho en turbinas eólicas.
Una pista de ski en el techo del nuevo incinerador de basura de Copenhague. / Charlotte de la Fuente. The New York Times
Una pista de ski en el techo del nuevo incinerador de basura
 de Copenhague. / Charlotte de la Fuente. The New York Times

En las grandes ciudades, está el dinero y la actualización para cambiar las cosas, dijo Jensen mientras me acompañaba a dar un paseo en bicicleta desde la Municipalidad, donde en las excavaciones para la nueva estación de subte, recientemente aparecieron los restos de dos vikingos. Cruzamos un puente para bicicletas que nos condujo a un distrito que alguna vez fue industrial, y que hoy alberga a restaurantes de moda.
Mientras pedaleábamos, Jensen habló de las elecciones parlamentarias de esta primavera. “Las elecciones serán en los próximos meses y mucha gente que vive en los suburbios todavía tienen automóviles que funcionan a gasoil”, dijo. “Es un desafío político. No es un desafío tecnológico”.
Para Copenhague, el camino hacia la neutralidad en carbono está tapizado de soluciones imperfectas.
Algunas de las usinas generadoras de energía de la ciudad han pasado del carbón a las pellets de madera, trasladadas desde el Báltico. En principio, eso es neutro en carbono, si se plantan más árboles en lugar de los que se talan, y eso ayudó a la ciudad a reducir sus emisiones de manera significativa. Aunque quemar madera produce emisiones; una demanda presentada ante la Corte Europea de Justicia argumentó que las pellets de madera no deben ser consideradas como energía renovable. Los críticos manifiestan que las grandes inversiones públicas en biomasa solo obligan a la ciudad a usarla durante los próximos años.
La basura
El techo verde del nuevo incinerador de basura de Copenhague. / Charlotte de la Fuente. The New York Times
El techo verde del nuevo incinerador de basura de Copenhague
. / Charlotte de la Fuente. The New York Times


Luego, está el tema de la basura. Recientemente la ciudad inauguró un incinerador por un valor de 660 millones de dólares, de 85 metros de altura, que se parece a una pirámide a medio construir reluciente, con una chimenea aún más alta. Está a pocos metros de uno de los restaurantes más populares de la ciudad, Noma. Diseñado por uno de los arquitectos más famosos del país, Bjarke Ingels, tiene una pista de esquí de todo el año para atraer a los visitantes (y recuperar algunos de los gastos). El alcalde fue uno de los primeros en probarla.
Todos los días, la basura llega en 300 camiones que alimentan su enorme horno, incluida basura traída de Gran Bretaña. Eso también tiene una huella de carbono. Pero el ingeniero jefe, Peter Blinksbjerg, señaló que en lugar de ir a un relleno sanitario, la basura de la vida moderna se transforma en algo útil: calefacción para los inviernos fríos y largos en la ciudad.
Los depuradores quitan los contaminantes químicos antes de liberar vapor al aire. Para el verano, se espera inaugurar un café en la sombra de la chimenea.
Pedaleando por la ciudad en estos días, es difícil imaginarse cómo era Copenhague. Había fábricas en las calles angostas y barcos en el puerto manchado de petróleo. Las usinas para producir energía a base de carbón suministraban la electricidad. El aire estaba lleno de smog. Una generación de habitantes de la ciudad se mudó a los suburbios con aire limpio.
Hoy, incluso en días lluviosos de invierno los viajeros suburbanos se trasladan por una bicisenda transitada que conecta los laberintos de la parte más antigua de la ciudad, donde algunos edificios datan de 1400, hacia los barrios del norte, pasando por los edificios de departamentos señoriales que dan al lago. El carril de la bicisenda está apenas elevado por encima del carril para automóviles, que es más seguro que una simple línea blanca demarcando los carriles para bicicletas en muchas otras ciudades.
Dentro de un acogedor café del vecindario, una estudiante de medicina llamada Mariam Hleihel dijo que le daba la bienvenida a los esfuerzos de Jensen por reducir la cantidad de automóviles contaminantes en la ciudad. “Si no hacemos algo sobre esta cuestión ahora, las consecuencias podrían ser irreversibles”, afirmó.
Ella reflejó un sentimiento muy difundido entre los daneses. Una encuesta de 2018, hecha por el think tank Concito, encontró que la preocupación por el cambio climático era un tema prioritario para los votantes. Un poco más de la mitad de los encuestados dijo que necesitarían cambiar su forma de vida para hacer frente al calentamiento global.
Simone Nordfalk, cajera en un mercado de verduras bien abastecido al aire libre, consideró la perspectiva de cambiar los hábitos alimentarios por el cambio climático. Los higos eran importados de Brasil. Las frutillas de España. Sería duro volver a la manera en que los daneses comían en las generaciones pasadas. “No creo que eso suceda”, dijo.
Copenhague también se prepara para el impacto del cambio climático. Las lluvias son más intensas, y el nivel del mar asciende. En los barrios más vulnerables, la ciudad crea nuevos parques y estanques para acumular el agua antes de que se escurra. Hay nuevos diques junto al puerto, y hay una propuesta de construir una isla nueva en el noreste para bloquear los aumentos en las tormentas.
Políticamente hablando, la aprehensión pública acerca del cambio climático puede ser el viento más fuerte en las velas del alcalde.
“La gente está francamente preocupada por esto”, dijo Klaus Bondam, ex político y actual director del lobby de usuarios de bicicletas. “Serías un político totalmente sordo si no escucharas esto”.
FUENTE: Clarín , 25 / 03 / 2019

EL CAMBIO CLIMÁTICO SE ACELERA MÁS RÁPIDO DE LO ESPERADO






La RAE define finitud como cualidad de lo finito, de lo que tiene límite, término, fin. Sí, el planeta es finito, en tanto que tiene recursos limitados. Y el cambio climático, acelerado de forma agitada, veloz y profunda por la acción humana y el desarrollo sistémico está modificando el clima de forma extrema e incontrolable. There is no Planet B; No hay planeta B. Lo decíamos miles de personas como activistas en 2009 a las puertas de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de Copenhague. Y avanzados los años de cuenta atrás, la demanda continua vigente como lo manifiestan cada viernes por las calles de todo el mundo millones de jóvenes que piden presente y futuro para sus vidas, para el clima y para el planeta. Es importante repetirlo, que la sociedad y los poderes públicos lo asuman de una vez: el equilibrio para la existencia y pervivencia de la vida es delicado. Y está en riesgo.
A este respecto, nuestro lugar como ciudadanos tiene que ser el del compromiso inequívoco con la vida y el planeta. Y la posición de las personas que nos dedicamos a la vida pública y la acción legislativa tiene que ser frontal contra la barbarie negacionista. La situación, que da señales cada día, es alarmante. Cambios que necesitan miles de años para hacerse realidad están sucediendo con una celeridad que no se corresponde con los ciclos naturales del planeta. Y es que el calentamiento global ya está aquí. Con efectos palpables a nivel mundial. El aumento de la temperatura media del planeta desde la época preindustrial (poniendo como frontera el año 1880) supera los 1,5 grados centígrados, y la reacción en cadena es evidente: aumento del nivel del mar, acidificación de los océanos, incremento en la frecuencia de fenómenos extremos y desastres naturales como huracanes, incendios e inundaciones. Consecuencias climáticas con derivadas en la vida en el planeta, como la destrucción de la flora y la fauna o la creciente e insoportable realidad de los refugiados climáticos.
Pero no es solo el sur global el que sale perjudicado en el camino hacia el precipicio. España es el país más árido de Europa y su temperatura media ha subido 1,6 grados en los últimos cincuenta años, es decir, el doble que en el resto del mundo. El 74% del suelo español está en proceso de desertización y llegará a ser el 94% en medio siglo. Los grandes incendios, que aumentaron un 200% en el año 2017, cada vez son más devastadores e incontrolables. Si el derretimiento de los polos eleva el nivel del mar en tres metros de aquí al 2100 —lo que es una posibilidad real—, buena parte de ciudades como Barcelona, Málaga, A Coruña y Santander, entre otras, se verán completamente anegadas. Reservas ecológicas como Doñana o el Delta del Ebro y ecosistemas como las Rías Baixas gallegas desaparecerán. O desaparecerían. Aún estamos a tiempo de actuar.
Dejemos de hablar del cambio climático. Detengamos el camino hacia el precipicio. Hay un planeta y un futuro que salvar
Quienes defendemos un proyecto político basado en la justicia social y ambiental, partiendo desde una propuesta de solidaridad entre territorios en un marco de Estado plurinacional, pensamos el presente y el futuro legislativo y de gobernanza sobre dos objetivos: nuevo modelo productivo como oportunidad y cumplimiento de compromisos climáticos como necesidad ante el precipicio. Sin demoras, sin excusas, con recursos. La sociedad lo demanda. El planeta lo necesita.
Nuestra mano está tendida. Nuestro compromiso con la sociedad lo es a un tiempo con el planeta. Dejemos de hablar del cambio climático. Detengamos el camino hacia el precipicio. Hay un planeta y un futuro que salvar.
FUENTE: El País , 26 / marzo / 2019

ACAMPE EN BRUSELAS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO



La paciencia de los belgas se está agotando. Cansados de que los políticos ignoren sus peticiones para adoptar medidas contra el cambio climático, han optado por aumentar la presión. Y lo han hecho organizado una acampada junto al Parlamento.
Estudiantes y activistan han levantado sus tiendas de campaña a pocos metros de la Cámara, donde esta semana se vota una ley crucial para reducir las emisiones contaminantes.
Durante once semanas habían organizado manifestaciones masivas por todo el país, pero temen que su voz no haya sido escuchada.
"Tan solo nos quedan diez años para evitar que el cambio climático sea irrversible. Diez años es muy poco tiempo, son sólo dos legislaturas", explica Juliette Boulet, activista de Greenpeace Bélgica. "Todo el mundo ha reaccionado porque es urgente. Pero hay un sector que reacciona mucha más lentamente, el sector político. Y son precisamente los partidos políticos los que tienen las herramientas para revertir el curso de cosas".
A pesar de que la Ley sobre el Clima cuenta con el apoyo del primer ministro, dificilmente podrá ver la luz antes de las elecciones belgas del 26 de mayo. Entre otras cosas porque debe ser tramitada por vía de urgencia e implica un cambio de la Constitución.
Además, y según la eurodiputada socialista Maria Arena, "la clase política va a tener que cambiar su forma de pensar. En este momento, el clima y las batallas sociales van de la mano. Las desigualdades que vemos surgen también a causa de la superpotencia del capital que está llevando al agotamiento del planeta ".
La Ley, que propone un recorte de las emisiones del 55% de aqui a 2030, se inspira en el informe elaborado por un grupo de profesores universitarios..
FUENTE:  Euronews, 25 / 03 / 2019

lunes, 25 de marzo de 2019

NO CABEN EXCUSAS FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO


Algo pasa cuando los adolescentes, pensando tan pronto en su futuro, cambian el aula por la calle y nos apremian a adoptar medidas urgentes sobre las consecuencias del cambio climático: piensan en su porvenir y claman por nuestra responsabilidad. Greta Thunberg, joven sueca de 16 años, se ha convertido en el símbolo de una generación que teme por su futuro, exige soluciones y nos enfrenta a nuestras obligaciones con una reflexión de fondo: ¿qué mundo les vamos a dejar? Forma parte de una juventud que estará marcada por la escasez de agua, fenómenos climáticos extremos, crisis de biodiversidad y contaminación atmosférica, al límite de llegar a un punto sin retorno que nos indica que es preciso cooperar para compartir los recursos del planeta de manera equilibrada. No tenemos excusa y apenas tiempo de rectificar.
Las jornadas de Fridays for Future han coincidido con la cumbre de Nairobi de Naciones Unidas sobre el cambio climático cuya conclusión es desoladora: el estado del medio ambiente ha seguido deteriorándose en todo el mundo. La protesta de los jóvenes es una alarma y el informe final, inquietante. Caminamos hacia el incumplimiento de los acuerdos de París. Da la impresión de que estuviésemos aplazando el futuro. Los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la Naciones Unidas -en los que el agua juega un papel transversal-, suscritos por 195 países, son, de hecho, un pacto entre generaciones para proteger el planeta y cambiar un modelo productivo que devora los recursos naturales. Planteaban unos objetivos que empiezan a ser tardíos de alcanzar. Ahora parece que muy pronto fuese ya demasiado tarde.
Sin dejar a nadie atrás, el lema elegido por las Naciones Unidas para el Día Mundial del Agua que se celebra este viernes, es buena oportunidad para abogar, cada uno desde su posición, para que la ambición y el alcance presentes en la promulgación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible sigan intactos.
La idea de un futuro climático incierto no es alentadora para nadie, menos aún para quienes apenas tienen despejado el horizonte del día siguiente. Hemos de encontrar espacios comunes de colaboración entre Administraciones, empresas y sociedad civil que propicien una solución colectiva de la que depende el mañana de la humanidad.
La globalidad nos ha aportado grandes ventajas, pero también ha generado incertidumbres: seremos 10.000 millones de habitantes en 2050 en un mundo básicamente urbano que consumirá, en apenas 10 años, el 50% más de energía y alimentos y el 30% más de agua de lo que se gasta actualmente. Desde el sector del agua ya estamos contribuyendo a dar respuesta, construyendo ciudades resilientes, infraestructuras naturalizadas o desarrollando herramientas para que nadie se quede fuera del acceso al agua y al saneamiento.
Son tiempos de cambio y en el cambio encontramos motivos para un moderado optimismo que hemos de aprovechar. La comunicación deviene en ejercicio de observación y diálogo; la innovación se constituye en elemento de supervivencia. Dado el retraso evidente que arrastramos en el cumplimiento de los ODS, debemos plantear los próximos meses, como un punto de inflexión, un momento que nos permita aglutinar voluntades y volver a confluir en la hoja de ruta de manera coral. Si no, llegaremos tarde a afrontar el horizonte de 2050, cuando Greta Thunberg cumpla la cincuentena: "Nos dicen que somos jóvenes, pero no hay tiempo para esperar a que crezcamos y nos hagamos cargo". ¡Nos están pidiendo ayuda ante un destino incierto!
La COP 25 en Chile será una gran ocasión para que las empresas asuman protagonismo
El mes de diciembre en Chile, donde se reunirá la COP 25 (Asamblea de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático) tendremos una nueva oportunidad para repensarnos, recapacitar y poner sobre la mesa la urgencia en el alineamiento de todas las partes y la importancia de la colaboración público-privada como instrumento para combatir las desigualdades en el planeta. Será, además, una gran ocasión para que el mundo empresarial español asuma un papel protagonista en un espacio de gran influencia que se estima de 750 millones de hispanohablantes a mediados de siglo. Una oportunidad que no podemos perder, dada la proyección e influencia de nuestro país en el continente americano, el peso de la Agenda 2030 en la definición de nuestro desarrollo como país y la confianza creciente en el papel de las empresas. Precisamente, nuestra actividad en Santiago de Chile se ha significado por convertir la metrópoli en la primera de América Latina en depurar el 100% de las aguas residuales. Allí, además, hemos puesto en marcha lo que hemos llamado biofactorías : la evolución de las plantas depuradoras hacia un modelo de economía circular con cero contaminación, cero residuos y autosuficiencia energética, un modelo que se está implementando también en Granada o en Barcelona.
A nivel global, Naciones Unidas cree que los progresos son demasiado lentos para alcanzar las metas. Es imperativo en todo caso plantearnos un horizonte; saber a dónde queremos ir y en qué plazos. Para ello, hemos de tener la voluntad de impulsar un proyecto que genere esperanza a la sociedad, movilizando la iniciativa pública y la privada, instituciones, sociedad civil, empresas, mundo académico y asociaciones, conscientes de que debemos adoptar decisiones cuyos efectos se medirán en las próximas décadas. Se trata de medidas que permitan erradicar el hambre y la pobreza, mejorar la salud y la educación, construir ciudades más sostenibles y hacer frente al cambio climático. Más allá de un deber, se trata de una responsabilidad ética. Ya no podemos pensar solo en el modelo productivo, sino también en el social. Estamos obligados a planear una gestión global en que la inmensa mayoría de la humanidad tenga derecho a participar del banquete de la naturaleza, poniendo todos los medios y conocimiento para que nadie se quede atrás.
Las empresas tenemos que ser capaces de establecer una nueva forma de relacionarnos con nuestro entorno, generando confianza, colaborando en el desarrollo sin hipotecar el futuro. Hay que investigar para encontrar soluciones sostenibles. Es un ejercicio de responsabilidad que nos incumbe a todos, huyendo de las urgencias y sentando las bases para preservar el patrimonio colectivo, mejorar la eficiencia para proteger los recursos, aportar soluciones y planificar el porvenir. Si somos capaces de edificar un modelo de desarrollo sostenible, el agua dejará además de ser ese factor que tanto ha marcado la desigualdad entre los pueblos, para convertirse en un elemento de igualdad y bienestar. Nuestros hijos lo agradecerán. Y, mucho más, nuestros nietos. Unos y otros nos lo exigen.
FUENTE: El País , 22 / marzo / 2019

MADRID SE VISTE DE NEGRO PARA CONCIENTIZAR SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO



Madrid se 'viste' de negro para concienciar sobre el cambio climático
Varias jóvenes se manifiestan en la Puerta del Sol de Madrid. EFE/ Rafael González
Integrantes del movimiento estudiantil Friday for Future ('Viernes por el planeta o FFF), se han movilizado por varias calles emblemáticas del centro de Madrid, ataviados con mascarillas y vestidos de negro, para protestar por la inacción de los gobiernos ante la falta de medidas contra el cambio climático.
Los jóvenes han paseado este viernes por la Puerta del Sol, entre otros lugares, en grupos reducidos dentro de una movilización pacífica para informar a los ciudadanos sobre sus objetivos, aunque en esta ocasión “hemos acudido sin pancartas, gritos ni cánticos”.
Así lo ha explicado a Efe Katrina Calderón, integrante del movimiento Friday for Future Madrid, quien asegura que “ante la negativa de la Delegación del Gobierno por concentrarnos ante el Congreso de los Diputados”, han optado por este tipo de protesta.
“No se nos han comunicado unos motivos concretos para negarnos la sentada de hoy ante el Parlamento”, ha explicado Calderón, quien, sin embargo, señala que ya sí están confirmadas las concentraciones de los próximos tres viernes ante las puertas del Congreso.
Calderón ha apuntado que “vamos a seguir expresándonos, manifestándonos y difundiendo nuestra preocupación por todas partes”.
Los participantes de este movimiento han paseado en fila por calles estrechas del centro de la capital, en completo silencio, y sólo con la presencia de un cartel para que los viandantes se detuvieran ante su presencia y captaran su reivindicación.

Reivindicación 

“Queremos continuar respirando y por eso llevamos las mascarillas puestas como forma de reivindicación”, ha recalcado Calderón, quien asegura que “si no nos escuchan o no nos quieren ayudar, vamos a continuar haciéndolo por nuestra propia cuenta”.
“Nos importa nuestro futuro y el de todas las personas, incluso el de aquellas que piensan que el cambio climático no les va a afectar”, ha insistido Calderón, quien cree que se trata de un problema para todas las generaciones y, por tanto, “vamos a seguir luchando por un mundo digno en el que poder vivir”.
La vestimenta y las mascarillas, explica la integrante del movimiento, simboliza “cómo podría ser un escenario futuro”, en el que las personas “tendrán que hacer frente a altos niveles de contaminación y a los problemas de salud derivados de esa situación”.

Cambio en la conciencia social

Calderón se ha referido a la huelga por el clima que tuvo lugar el viernes pasado en todo el mundo, donde en Madrid se concentraron varios miles de jóvenes, “como un antes y un después en la sociedad”, y considera que el “pequeño cambio en la conciencia social” ya es visible.
Rosalía González, participante del movimiento por el clima, ha manifestado que “contamos con once años para frenar los efectos que el ser humano está provocando en el planeta”.
“Nosotros creemos que el presente y el futuro no es sólo nuestro”, ha subrayado González, quien aclara que esta lucha atañe a todas la generaciones y, si los políticos no actúan ante el cambio climático, “nosotros sí que vamos a actuar”. 
FUENTE:  EFEverde , 22 / marzo / 2019