Ante la terrible pandemia que azota al mundo, la causa que provocó el virus se mantiene entre signos de interrogación. No obstante, después de leer tanto sobre cambio climático en los últimos tiempos, creo en la relación de la COVID-19 con el cuidado del medio ambiente.
Investigaciones científicas publicadas en la sección de salud del sitio oficial de Naciones Unidas sugieren que los brotes víricos de origen animal y otras enfermedades infecciosas como el ébola, el Sars, la gripe aviar o el mismo COVID-19 se incrementan debido a la pérdida de biodiversidad.
Una nueva enfermedad infecciosa emerge en los humanos cada cuatro meses. En el caso de la actual enfermedad, la merma del 30 por ciento de la superficie forestal del sudeste asiático en los últimos 40 años ha podido ser uno de los factores desencadenantes. La creación de asentamientos humanos muy populosos en el entorno natural de animales con los cuales no pueden evitar el contacto las personas, genera oportunidades para la transmisión vírica.
Ángela Andrade, Directora de Conservación Internacional, cree que “se suman factores como la trayectoria climática insostenible, que lleva a un futuro con mayor riesgo de pandemias zoonóticas y transmitidas por vectores”.
La cuestión es que la pandemia llegó y con ella múltiples variantes de incidencia sobre la salud del planeta. Por las noticias pareciera que la Tierra se ha sanado, un “paisaje” que aún no se sabe si “pinte” bien.
Es cierto, hay menos aviones en los cielos y autos en las vías. Significante si se valora que algunos estudios revelan que un vuelo de ida y vuelta de Nueva York a Londres produce tantas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) como los que se ahorran en casi ocho años de reciclaje. El consumo de energía ha bajado. La Nasa ha detectado desde el espacio la disminución de gases contaminantes en la atmósfera. Incluso, los sismólogos notan inferiores vibraciones. Vemos imágenes de aguas cristalinas y animales felices en las ciudades, sin la presencia de humanos a su alrededor.
Mas la situación no es tan alentadora, el Instituto Scripps de Oceanografía, alega que el uso de combustibles fósiles tendría que disminuir cerca del 10 por ciento en todo el planeta y mantenerse así durante un año, para que la reducción de emisiones pudiera reflejarse bien en los niveles de dióxido de carbono.
En cuanto a lo que la Organización Meteorológica Mundial informara en abril sobre el cierre del agujero sin precedente de la capa de ozono del hemisferio norte de 2020, el hecho parece no estar relacionado con los parones provocados por la COVID-19.
Dicho de esta forma pareciera que la paralización de las grandes industrias no favorece en nada al planeta, pero no es así, lo que sucede es que la historia y los intereses económicos de las naciones han demostrado que la suspensión de estas actividades suelen revertirse con más fuerza, o sea, triplicar en daño lo saldado en beneficio, equivalente al llamado efecto rebote, por la voluntad de los gobiernos de recuperarse financieramente.
Los estilos de vida actuales definen demasiado. Especialistas como Roisín Commane, profesora de física climática en la Universidad de Columbia, pone de ejemplo lo que ocurre en Nueva York, la ciudad más golpeada por el virus a nivel mundial. “Ahí, a pesar de que la ciudad está confinada, se sigue generando más del 80 por ciento de CO2, que se emitía antes del confinamiento. Muchas de estas emisiones vienen de los sistemas de calefacción de los edificios y de industrias de combustibles fósiles en los límites de la ciudad, da para pensar el hecho de que cerremos todo y logremos tan poca reducción”, dijo.
Esta vez, la crisis, como en otras ocasiones, podría tener mayor impacto a largo plazo sobre el medioambiente, con un costo mucho mayor para la salud humana, la seguridad y la vida, pues las iniciativas globales para abordar el cambio climático pueden incluirse en la lista de morbilidad de la pandemia.
En algunos países se han impulsado medidas.
Pero, penosamente, es el menor número de acciones. El presidente Trump, por ejemplo, le ha restado importancia al cambio climático e insistido en ayudar a las compañías petroleras; y expresó en un tuit: “No estamos hablando del ridículo Nuevo Pacto Verde”.
La autoridad federal ambiental de Brasil anunció que flexibilizará sus actividades de fiscalización para proteger a la Amazonia de la intensa deforestación, lo cual podría causar la liberación de grandes cantidades de GEI, almacenados en uno de los sumideros de carbono más importantes del mundo.
Además, existen otras fuentes de contaminación. El Banco Mundial ha alertado sobre algunos países y ciudades que han relajado las medidas que tienden a desestimular el uso del plástico, a lo que se añade que la pandemia ha aumentado peligrosos desechos médicos.
Gráficos: De la autora
El 2020 parecía ser un año determinante en materia de salud ambiental, en la Cumbre Anual sobre la Acción Climática de la ONU, que iba a tener lugar en el mes de noviembre, se esperaba que 196 países presentaran nuevos y ambiciosos planes para cumplir con las metas de reducción de emisiones establecidas, conforme al Acuerdo de París de 2015; pero por la pandemia la cumbre se postergó para 2021.
Sin intentar sembrar una visión catastrofista del asunto, la ONU ha alertado que quizás el Coronavirus sea una pandemia simple, en comparación con la agresividad de otros virus que pueden aparecer, producto al cambio climático.
Tras analizar las diferentes variantes del fenómeno, visiones optimistas y otras no tanto, me quedo con la idea de que el Coronavirus es una alerta de la naturaleza y con el criterio de Robert Kaufmann, director del programa de energía y medio ambiente de la Universidad de Boston, quien dijera recientemente: “La crisis climática no te dará la oportunidad de quedarte dos meses en casa y luego volver a la normalidad (…) cuando llegue, será más severa... y no la vas a solucionar de la noche a la mañana con una maravillosa vacuna”.
El hombre tiene en sus manos salvarse. Comenzar a actuar en pos del bien de todos, cuidar al planeta y dejar a un lado políticas de supremacía pueden ser los primeros pasos. Nuestro Fidel Castro estuvo consciente del problema y lo dejó claro: “las acciones de hoy (…) son la garantía del futuro”. Del presente depende seguir siendo o no una especie en peligro de extinción.
FUENTE: Ahora, 26-05-2020