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lunes, 27 de abril de 2020

EL CO2 DE LA ATMÓSFERA SIGUE MARCANDO RECORDS




Las medidas de confinamiento en el mundo para evitar el avance de la pandemia de la Covid-19 pueden suponer una “reducción temporal de las emisiones de CO2”, pero no deben sustituir “la acción climática continuada”, ha advertido la Organización Meteorológica Mundial (OMM) el pasado miércoles.
Este organismo vinculado a la ONU ha difundido un informe sobre los datos climáticos del periodo comprendido entre 2015 y 2019 en el que se apunta a que “todos los indicadores” están mostrando una “aceleración del cambio climático en los últimos cinco años”. “El clima extremo ha aumentado y no desaparecerá debido al coronavirus”, ha alertado a través de un comunicado Petteri Taalas, secretario general de la OMM.
Aunque se están dando reducciones de las emisiones de efecto invernadero por el frenazo de la economía, la concentración en la atmósfera del principal de estos gases —el dióxido de carbono (CO2)― ha seguido aumentando durante este año, según los datos difundidos por la OMM.
“Las concentraciones atmosféricas de CO2 en el observatorio Mauna Loa, en Hawai, siguen en niveles récord en lo que va del año”, ha señalado la organización. Este observatorio es el de referencia en el mundo por tener la serie histórica de mediciones directas más antigua (arranca en 1958). Pero además hay una serie de estaciones repartidas por el mundo que también están mostrando que los niveles en la atmósfera de dióxido de carbono no se reducen.

CO2

Uno de esos observatorios citados por la Organización Meteorológica Mundial es el de Izaña, en Tenerife. Su director, Emilio Cuevas, confirma que esa concentración de dióxido de carbono —que ellos monitorizan desde los años ochenta― sigue aumentando pese al confinamiento.
Pero, ¿cómo es posible? “Muchas veces se confunde contaminación con gases de efecto invernadero”, apunta Cuevas. “Aunque en París, Madrid y Barcelona se aprecie una mejora de la calidad del aire tremenda [es decir, una reducción de la contaminación], eso no ocurre con el CO2”, añade.
Por ejemplo, en el caso de la calidad del aire, en las 80 ciudades más grandes de España los niveles de dióxido de nitrógeno —un contaminante vinculado principalmente al tráfico que afecta a la salud de los seres humanos— se redujeron un 51% durante las tres primeras semanas de confinamiento respecto a las mismas tres semanas de 2019, según un análisis de EL PAÍS.
Sin embargo, en el caso de los gases de efecto invernadero, un estudio de Goldman Sachs apunta a que este año se cerrará con una caída del 5,4% de las emisiones de dióxido de carbono —que calienta el planeta pero no es un contaminante— relacionadas con la energía, que suponen dos tercios del total de lo expulsado por el hombre. Es una caída histórica, pero no suficiente para que se puedan frenar las concentraciones en la atmósfera.
“Son reducciones muy pequeñas, no ocurren en todo el planeta y se producen en periodos cortos”, señala Cuevas. “Globalmente, la bajada de emisiones no ha sido tan grande como se puede imaginar. Lo que sí ha caído mucho es el nivel del tráfico, pero seguimos calentando nuestras casas, muchas industrias siguen trabajando…”, abunda Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático de Copernicus.

Las emisiones y la concentración en la atmósfera

Además, no existe una relación lineal entre las emisiones y la concentración en la atmósfera. Según el IPCC —el grupo de expertos en cambio climático de la ONU—, alrededor de un 50% de las emisiones directas de dióxido de carbono relacionadas con la actividad del ser humano acaban acumuladas en la atmósfera.
El resto se reparte a parte iguales entre lo que absorben los océanos y lo que queda retenido en la vegetación. Buontempo apunta además a que hay “fenómenos” independientes “de las emisiones directas y que son consecuencia de que la temperatura ha subido”. Se refiere, por ejemplo, al deshielo de turberas en regiones árticas que hace que se liberen grandes cantidades del carbono que almacenan estas capas.
Por eso la OMM y los especialistas insisten en que para frenar el cambio climático hace falta mucho más que las reducciones puntuales que ha causado la pandemia. “Tenemos que aplanar tanto la curva de la pandemia como la del cambio climático”, ha afirmado Taalas. El problema es que la curva de la concentración de dióxido de carbono está lejos de aplanarse. “Al contrario, la concentración crece a un mayor ritmo”, advierte Cuevas.

Indicadores climáticos

En comparación con 1970, cuando se celebró el primer Día de la Tierra para concienciar sobre los problemas medioambientales, la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera es ahora un 26% mayor, ha recordado la OMM. Y los indicadores climáticos apuntan claramente hacia un calentamiento global.
“La temperatura global media ha aumentado en 0,86 grados desde entonces, y es 1,1 grados más caliente que en la era preindustrial”, ha añadido la OMM.
Además, ese calentamiento se ha acelerado en los últimos años. Coincidiendo también con el Día de la Tierra, el programa Copernicus ha difundido su evaluación climática anual, que apunta a que 2019 fue el año más cálido jamás registrado en Europa.
“Se batieron muchos récords de temperaturas en muchas partes de Europa, no solo en el sur, donde estamos más acostumbrados a ver estas anomalías, sino también en Francia, en Alemania, en Austria”, detalla Buontempo.
Pero este especialista italiano recalca que “hay un calentamiento difuso bastante claro en todos los continentes y en toda Europa”, que lleva a que se superen récords casi cada año. En el caso de Europa, explica Buontempo, “11 de los 12 años más calientes se han registrado desde el año 2000”. “Las temperaturas van subiendo de manera clara y uniforme en todos los sitios”, resume.
Por eso, la OMM ha reclamado que los países muestren la “misma determinación y unidad” en la lucha contra el cambio climático que contra la pandemia de la covid-19.
Ha pedido que los paquetes de estímulo ayuden “a que la economía vuelva a crecer de forma más verde”. Porque, según advierte la OMM, en anteriores crisis los planes de recuperación han ido asociados a un incremento de emisiones de gases de efecto invernadero muy importantes.
FUENTE: Ambientum , 27 / 04 /2020

COVID-19 ¿ LAS LLUVIAS HAN REDUCIDO LA CONTAMINACIÓN ?




La contaminación en las grandes urbes cae en picado por el parón económico causado por las medidas de confinamiento contra la COVID-19. Al mismo tiempo, ha llegado la primavera y se ha notado un aumento de lluvias en el país. ¿Eso significa que llueve más porque la lucha contra la pandemia ha reducido la polución?
La reducción de la contaminación por la emergencia ante el COVID-19 es evidente. La semana pasada, un estudio internacional calculó caídas de dos dígitos en los niveles de polución en los grandes centros urbanos del mundo. En Madrid, de un 11%, pero en ciudades como Delhi la caída ha llegado al 60%.
Esta circunstancia está dejando estampas poco vistas en el mundo. En Madrid hay días en los que se pueden ver las cuatro torres desde lugares como Alcalá de Henares, o el Himalaya visible desde la India por primera vez en tres décadas.
A finales de marzo, otro estudio de la UPV calculó que los niveles de concentración de dióxido de nitrógeno habían disminuido una media del 64% en las principales ciudades españolasen Barcelona un 83%, en Madrid un 73% y en València un 64%.
Podría creerse entonces que dado que en estos días ya no está sobre los grandes núcleos urbanos esas boinas de gases contaminantes, se facilita la llegada de nubes y lluvias. Pero los meteorólogos desmienten que exista ningún vínculo entre el parón de la actividad y la llegada de precipitaciones.

Lluvias durante la COVID-19

El aumento de la lluvia no tiene nada que ver en absoluto con el nivel de contaminación”, señala a 20minutos José Antonio Maldonado, director de meteorología de Meteored. “Abril del año pasado, por ejemplo, también fue muy lluvioso, aunque marzo y mayo no lo fueron, y estábamos en plena actividad“.
En un artículo publicado en Meteored, Maldonado señala que en marzo ha habido lluvias un 95% por encima de la media; es el cuarto marzo más húmedo en lo que llevamos de siglo y el séptimo desde que comenzaron los registros, en 1965. Se batieron marcas de lluvias durante veinticuatro horas en Badajoz, Castellón, Logroño, Murcia y Teruel. Y registros mensuales en Castellón, Logroño y Teruel.
“Aunque este abril no ha termiado todavía, el nivel de lluvias va a superar al del año pasado”, apunta el experto. “Ya a mediados de mes, prácticamente se había superado la media normal, y después ha seguido lloviendo, incluso a veces demasiado, en la zona mediterránea, en Cataluña y Baleares”.
El experto recuerda que la primavera, en términos meteorológicos, no comienza el 21 de marzo, sino que abarca todo marzo, abril y mayo. Estos tres meses también fueron muy húmedos en 2018, incluso más que los de 2019, pero la primavera 2020 va camino de superar a ambos.

Cambio climático

Pese a no haber conexión directa entre disminución de polución y aumento de lluvias, Maldonado señala que la menor existencia de contaminantes en el aire favorece que haya menos lluvia ácida, un fenómeno que acaba alterando el pH del agua de los océanos, con el consecuente daño a las especies marinas.
Sin embargo, también descartó que este parón en la actividad a nivel mundial vaya a tener una influencia importante en el cambio climático, pues esos son procesos que operan a largo plazo.
“Va a ser como tirar un vaso de agua en alta mar, este parón no va a ser suficiente”, indica el meteorólogo. “Además, cuando empecemos a funcionar de nuevo, otra vez los gases de efecto invernadero estarán flotando en el ambiente. No va a ser suficiente, no va a tener una incidencia significativa en la evolución del clima”.
FUENTE: Ambientum , 27 / 04 / 2020

MICHAEL MOORE Y UNA MIRADA CONTROVERTIDA SOBRE LAS ACCIONES CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO




La pregunta con la que Michael Moore comienza su nuevo documental El planeta de los humanos suena macabra dada la situación actual: "¿Cuánto tiempo le queda a la humanidad?". Es como si el productor de Farenheit 9/11 y el director de la cinta, Jeff Gibbs, se hubieran adelantado a esta crisis mundial que ha puesto en jaque a los sistemas de salud y ha obligado a cuestionarse la relación del ser humano con su propio planeta.
El pasado miércoles Día de la Tierra sirvió para celebrar la caída de la polución, pero también para alertar de una mayor huella de carbono producida por los hogares en la cuarentena. Moore y su socio lanzaron el documental en abierto para sumarse a esa celebración, aunque en realidad la efeméride no era más que un caballo de Troya. El estreno estaba previsto para el año que viene.
Pero las prisas les han jugado una mala pasada: este sábado, la distribuidora de la cinta decidió retirarla de su página web después de que un grupo de prestigiosos científicos medioambientales hayan criticado en una carta abierta su sesgo y sus errores. No obstante, Michael Moore ha decidido mantenerlo en YouTube, donde acumula dos millones de visitas en menos de una semana. Los científicos no han logrado ponerle la cara colorada, sigue presumiendo de la acogida de la película y solo ha apelado al pensamiento crítico del espectador. 
Su intención era colarse en las casas y mandar a la gente al rincón de pensar. "El momento es más urgente que nunca: con gran parte del mundo confinado, la gente debe reconsiderar el papel que ha jugado en nuestros frágiles ecosistemas", explican en una nota junto al vídeo de hora y cuarenta que, de momento, solo está disponible con subtítulos en inglés.
Sería un error decir que los dos directores se han aprovechado del shock sanitario para lanzar sus dardos contra una ciudadanía negligente, porque su verdadero objetivo era uno más concreto y mucho más ambicioso: el negocio de las energías renovables. Esas que hace cuatro meses asistieron a una cumbre mundial en Madrid junto a políticos y organizaciones para alcanzar la neutralidad climática en 2050. Es decir, lograr un balance de emisiones 0 para esa fecha. Algo que se da por imposible en el documental si el movimiento ecologista continúa haciendo la vista gorda y que no ha sentado bien a activistas ni a científicos.
¿Hemos perdido ya la batalla contra el cambio climático? "No miramos lo suficientemente cerca porque no queremos saber la respuesta", explica Gibbs en El planeta de los humanos. Moore y el director han puesto la lupa sobre empresas a las que hemos confiado nuestro bote salvavidas y lo que han encontrado no es precisamente halagador.
"La avaricia y el beneficio económico nos han descarriado. Las organizaciones se agotan. Han pasado 50 años desde el primer Día de la Tierra y la Tierra se está desmoronando. La pandemia actual es solo el aperitivo", ha lanzado el productor en su Instagram. Por su parte, los científicos advierten de que cuestionar la necesidad de un cambio energético nos aboca a abandonar la que, de momento, es la mejor solución para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y nos deja en un escenario donde no se puede hacer nada.

Rodeado de catedráticos de universidad, científicos y expertos en sostenibilidad, Gibbs, veterano defensor del medioambiente, protagoniza un viaje de desencanto hacia un sistema que él mismo defendía antes de la realización del documental. Los intereses políticos y empresariales ocultos en las plantas solares y las granjas eólicas le hacen plantearse una realidad incómoda: "Estoy en contra de nuestra adicción a los combustibles fósiles y durante años he sido un forofo de las energías renovables. Pero ahora sé que no son lo que parecen", adelanta.
Aunque por cercanía social y territorial el documental está rodado en Estados Unidos y ataca a la industria norteamericana, la mayoría de los dilemas que se plantea afectan al resto de países que han invertido estos años en lo "verde" con un gran soporte político. Allí, Elon Musk, Bloomberg o Arnold Schwarzenegger han hecho campaña por esos nuevos sistemas: energía solar, eólica, gas natural o biomasa que también destruyen los entornos naturales.
"Es más peligrosa la confianza ciega en la energía limpia que los combustibles fósiles, porque en realidad es una quimera”, dice Ozzie Zehner, profesor y autor del súper ventas Dirty Secrets of Clean Energy and the Future of Environmentalism. Zehner lleva años investigando sobre el terreno y acompaña a Jeff Gibbs en muchos de los escenarios que más tarde tratan de desmontar ante nuestros ojos en el documental.
ozzie

"El sol es renovable; las placas solares, no"

El primer lugar al que se dirige Jeff Gibbs con su cámara es a un "festival solar" en las montañas de Vermont que presume de funcionar al 100% con energía solar. Sin embargo, empieza a chispear y con las primeras gotas la cruda realidad queda al descubierto: los organizadores enchufaron todo a un generador biodiesel y a una red de paneles eléctricos con la que siempre viajan para "evitar una pérdida de energía". La primera de muchas decepciones que vendrían después.
Más tarde, asiste a la inauguración de la red de coches eléctricos de Michigan apadrinada por General Motors. Pero, ¿con qué se cargan las baterías? "Con un 95% de carbono", desvela el alcalde, justificando que los postes funcionan por las noches y que el uso de energía solar sería inviable.
"A pesar del autobombo publicitario, no he encontrado una sola entidad en todo el mundo que funcione al completo con energía solar o eólica", dice Ozzie Zehner tras haber tirado de la manta de Apple, Tesla y otras empresas que se autoproclaman eco-friendly.
También recuerda que, para habilitar enormes superficies con paneles solares y turbinas eólicas, se están cometiendo deforestaciones brutales de los bosques. Todas estas instalaciones tienen una esperanza de vida máxima de 20 años, lo que para los activistas medioambientales es "un nanosegundo en términos de energía".
Planet of the humans
También atacan su proceso de construcción: "Necesitas más combustible fósil para levantar esa planta que el beneficio que obtienes de ella. Sería mejor quemar el combustible fósil directamente en lugar que jugar a fingir", opina el experto. "Buscar soluciones tecnológicas nos va a llevar a un nuevo nivel de catástrofe más pronto que tarde".
Aunque la campaña global para retirar las plantas de carbono en todo el mundo y sustituirlas por otras de energía renovable ha sido el buque insignia del movimiento medioambiental, Zehner lanza en el documental que lo "verde" brilla por su ausencia. "Por cada planta de carbono que quitan, construyen una el doble de grande de gas natural. Están invirtiendo miles de millones de dólares en energías que ni siquiera sirven para reemplazar a las contaminantes", espeta. Al lado de cada campo solar, hay una central de gas natural, energía nuclear o carbónica que mantiene el flujo constante.
Campo de paneles solares abandonado
¿Y cómo lo justifican las fuentes de la industria? "Es por culpa de la intermitencia", es decir, no se puede depender del sol y del viento para surtir los niveles de energía que se requieren ahora. Y eso no es solo culpa de los inversores o de las empresas que se están lucrando con el cambio. Ahí el documental sí que dispara directamente al corazón de los consumidores desbocados, del capitalismo brutal y del aumento de la población.
"Hay demasiados seres humanos, usando demasiado y demasiado deprisa", explica otra fuente. La población mundial ha crecido diez veces en los últimos 200 años y el consumo ha aumentado diez veces por persona y casi siempre en la parte occidental. El capitalismo sin restricciones y las ansias por el crecimiento chocan frontalmente contra un planeta finito, según Moore y Gibbs. No obstante, el director se cuida de dar soluciones, aunque ese fin sirva de motor durante toda la película.
En cambio, llega a una conclusión etérea y tan irónica como desconcertante: los seres humanos persiguen la sostenibilidad como una forma de negación de su propia muerte y por un deseo de inmortalidad. "De ahí que nos traguemos todo lo que se predica desde las energías renovables como si fuesen una vaca sagrada", afirma. "Nos envolvimos en un sistema de creencias y cosmovisiones que va a fallar", augura otro catedrático hacia el final de la cinta.
A pesar de la conclusión catastrófica a la que nos conduce El planeta de los humanos, el grupo de científicos climáticos critica que dispare de forma simplista contra la única alternativa que ha encontrado el ser humano para escapar de los gases invernadero. "Claro que hay desventajas en la transición a la energía limpia", explica la experta en política ambiental de la Universidad de California, Leah Stokes. "Pero es que no hay una solución perfecta para nuestros retos energéticos". Moore, que mantendrá el documental en abierto en YouTube, deja la pelota en el tejado de los espectadores, quienes según él deberán aplicar ahora su sentido crítico.
FUENTE: eldiario.es ,  26 / 04 / 2020

martes, 21 de abril de 2020

NO SE PUEDE SOSLAYAR LA RELACIÓN ENTRE CORONA VIRUS Y CAMBIO CLIMÁTICO



Más allá de los efectos del COVID-19 en la vida diaria de las personas, también ha surgido el debate en el plano ecológico, donde se ha planteado la interrogante en torno a si existe una relación directa entre el cambio climático y la pandemia.

Para Adriana Aránguiz, Dra. en Ecología y Biología Evolutiva, académica de la Universidad Católica del Norte (UCN) e investigadora del Centro de Investigación Tecnológica del Agua en el Desierto (Ceitsaza) de dicho plantel, la respuesta es sí.

A su juicio, los cambios en el clima, como el incremento de las temperaturas, han tenido efectos no solo en las condiciones de vida de la especie humana, sino que también en los hábitat de muchos otros organismos vivos. Hasta ahora se ha visto que la aparición, rebrote o dispersión de enfermedades infectocontagiosas se explicaría en buena medida por los cambios ambientales, como en algunos casos en el sur del Perú, donde se han registrado importantes brotes de dengue y malaria.

“Se trata de enfermedades que estaban desaparecidas de esas regiones, sin embargo, con el aumento de las temperaturas, se extienden las zonas con clima tropical o subtropical y, por lo tanto, se extiende también el hábitat de los vectores naturales de estos virus, como son mosquitos hematófagos de los géneros Aedes y Anopheles”, manifestó.

AMENAZAS

La experta agrega que, si bien hoy se está en una etapa de aprendizaje, es importante estar alertas. “Estamos todas y todos aprendiendo mucho de este nuevo virus, es importante prepararse, porque este virus no será seguramente el último que impactará con fuerza a nuestra especie”. Esto, porque en un planeta con alta densidad poblacional, homogenización de la especie y potencial flujo de microorganismos a través de la globalización, este tipo de amenazas serán siempre una variable que afecte a los seres humanos.

Por lo mismo, señala que, si bien aún existen aspectos desconocidos del COVID-19, lo que se sabe es algo a considerar: “todavía no se conoce bien la ecología del virus, como sus rangos de tolerancia, pero al parecer los principales peaks aparecen en temperaturas más bajas”.
Adriana Aránguiz hizo notar que ciertas condiciones sociales también estarían vinculadas al cambio climático: “las sequías extremas que vive el país, con poblaciones enteras que no disponen de agua para una correcta desinfección, favorecen la dispersión del virus y contribuyen a aumentar aún más su contagio”.

Al respecto, considera que por el momento las medidas asumidas son las que pueden dar un resultado positivo, como la distancia social, el lavado de manos y los resguardos en la salud de las personas en condiciones de riesgo.

FUENTE:UCN , Chile , 17 / 04 / 2020

MAIMI: " PARA MITIGAR EL CAMBIO CLIMÁTICO SERÍA NECESARIO TOMAR MEDIDAS SIMILARES A LAS TOMDAS FRENTE AL CORONA VIRUS" SIMILARES


Miami se ahoga


Las gallinas corretean por el asfalto, entre coches aparcados.
Una rara imagen que combina lo urbano y el origen agrícola de sus vecinos. Esto también es MiamiBarrio de Little Haiti.
–¿Una cerveza?
Albot, que así se identifica, está detrás de la valla de ladrillo que marca el confín de su hogar, que no es precisamente una mansión por decirlo fino, en la calle NE 58 Terrace, cerca de la iglesia católica Notre Dame d’Haiti.
Su invitación rompe el hielo y abre la charla en este domingo de mediados de marzo, cuando en Florida, eso de la distancia social para mitigar el coronavirus todavía no se lo toman muy en serio.
Originario de la isla caribeña, llegó aquí a los 20 años. Ya ha cumplido los 63. Un hombre negro de buena percha. Trabajó en turismo, en hoteles, y luego se dedicó al taxi, en lo que continúa. “Tendrías que haber visto como era el downtown , sólo había un rascacielos”, rememora.
“Miami era un zoo natural, pero metieron tanto hormigón que ahora la naturaleza ha decidido volver y dar revancha”, sostiene.

Gentrificación climática: trasladarse de zonas cercanas al mar a barrios pobres del interior de la ciudad


Este barrio carece de la ostentación y el lujo de los palacetes con embarcadero privado que se prodigan a unos cuantos kilómetros, en la zona de playa. Estas viviendas evidencian, en cambio, la humildad de la mayoría de sus residentes, inmigrantes que escaparon de la miseria absoluta.
Abajo, en la línea de una de las costas más glamurosas del mundo, en medio de edificaciones fortificadas con aires de imitación renacentista, leones de piedra y jardineros, se prodigan los carteles de “se vende”. Y aquí arriba, todo indica que por una cuestión de elevación sobre el nivel del mar, no se ve ni uno de esos letreros. “¿Sabes? Hay gente que viene y ofrece 300.000 dólares por nuestras casas”, resopla Albot.
Su amabilidad contrasta con la desconfianza detectada durante una larga caminata. Un tipo blanco, sacando fotos y haciendo anotaciones en una libreta no es la mejor tarjeta de presentación en este lugar que se halla en el radar de la especulación inmobiliaria.

Un grupo de operarios con mascarillas, guantes y viseras reparten material sanitario a la población  en una calle de Miami para prevenir la pandemia.
Un grupo de operarios con mascarillas, guantes y viseras reparten material sanitario a la población en una calle de Miami para prevenir la pandemia. (CHANDAN KHANNA / AFP)

A este fenómeno le han llamado “gentrificación climática”.
Anastasia Samoylova recorrió cámara en mano el Pequeño Haití como parte de su proyecto de tres años para la exposición y libro titulados FloodZone (zona de inundación). Constató el giro socioeconómico que define ese fenómeno. Las comunidades de bajos ingresos, en especial afroamericanos y latinos, se vieron forzadas a asentarse en áreas interiores de la ciudad, a mayor altura. Al subir el nivel del mar, esto les coloca en un territorio deseado por los promotores.
“Irónicamente, el frente marítimo no se abarata, los precios siguen igual”, remarca Samoylova.
“En esos barrios asequibles para la gente de pocos recursos sienten el impacto de ese desafío que les expulsa. Se construyen mejores inmuebles, ¿pero para quién?”, se plantea.
Entre imágenes de belleza impactante y chocante –la cabeza de gallina flotando como consecuencia de un ritual de santería–, su libro muestra calles y garajes inundados en Miami Beach o piezas arquitectónicas que emergen como una isla. En su creación no pretendía captar los momentos de desastre tras los huracanes, sino lo cotidiano con el cambio climático, donde se reiteran las denominadas “mareas rey” que acechan la existencia diaria.
“Todo esto no es un problema nuevo, pero si más frecuente e intenso y mi proyecto es sobre la ansiedad que provoca”, indica.
La amenaza del calentamiento global y la subida del nivel del mar son asuntos de afectación planetaria. Pero Miami se ha convertido en el epicentro que ilustra la gran contradicción. Aunque hay reiterados avisos, como Samoylova certifica con poesía visual, parece que esas advertencias sean plegarias no atendidas.

Barrios carentes de ostentación y de lujo como el de Little Haiti, en áreas interiores de la ciudad estadounidense, se hallan ahora en el radar de la especulación inmobiliaria.
Barrios carentes de ostentación y de lujo como el de Little Haiti, en áreas interiores de la ciudad estadounidense, se hallan ahora en el radar de la especulación inmobiliaria. (CHANDAN KHANNA / AFP)

En el sur de Florida se registra un boom constructivo. Unos 200 edificios altos se están erigiendo en el condado de Miami-Dade. Según el profesor Harold Wanless, de la Universidad de Miami, este proceso se está desarrollando sin tener en cuenta la viabilidad constructiva o del desafío de mantener una infraestructura a bajo nivel con el proyectado incremento del nivel del mar.
“Este no es un buen lugar para tener una hipoteca a 30 años. No te podrás vender la casa”, señala el doctor Wanless en su despacho del Departamento de Ciencias Geológicas. “¿Por qué seguimos construyendo? Es como el ave que pone su cabeza en la arena. Se edifica, se vende, se gana dinero pero a la gente no se le ofrece una clara explicación de los riesgos”, insiste. “Si tienes dinero tal vez no te importe gastar 10 o 20 millones, pero es ridículo”. dice.
Su ordenador se ilumina con gráficos. En un documento de la National Oceanic and Atmosphere Administration (NOAA) publicado por el gobierno de Estados Unidos, se proyecta un subida del nivel del mar de 1,5 a 2,5 metros a final de esta centuria. Esto significa 0,6 metros como muy tarde en el 2046, y 0,9 metros en 2059.
Asegura que este incremento supone un desafío cada vez mayor para que las zonas costeras bajas del sur y el centro de Florida mantengan la seguidad y el bienestar d los ciudadanos. Además, Wanless calcula que esa subida del nivel puede ser incluso superior (de tres a nueve metros en el 2100) en esa región debido a que la aceleración en el deshielo causa una redistribución de la masa oceánica y el cambio en las corrientes del golfo de Florida.
“Todo el mundo sabe su elevación”, comenta chistoso. “En 1991 vivía en Key Biscayne a sólo 1,5 metros por encima del nivel del mar, y entonces me mudé a Coral Gables, a 2,7 metros”, aclara. ¿Un sitio de futuro? Más bien no tal como van las cosas.
Solo el 3% del condado se ubica por encima de los 3,6 metros. Matiza que trasladarse a las alturas tampoco resuelve gran cosa. “Puedes desplazarte a Little Haiti, pero que más da estar a cuatro metros sobre el nivel del mar cuando a 1,2 has perdido las infraestructuras, va a ser una ciudad disfuncional”, remata.

Wanless: “Lo cerramos todo por el virus, pero habrá que hacer algo parecido con esta emergencia climática”


A pesar de esa expansión edificadora, en el sector del ladrillo han surgido voces de alerta.
“Se ha dicho que Miami es la zona cero por el impacto económico del cambio climático”, indica Wayne Pathman, abogado inmobiliario especializado en cuestiones medioambientales. “Si bien no creo que vayamos a sumergirnos de inmediato, pienso que es el momento de pensar diferente y crear un entorno más resistente, por lo que se ha de empezar a construir entendiendo que el agua es un factor clave. Las ciudades que diseñemos han de tener en cuenta el nivel del mar y ver si son viables”, recalca.
Apunta que se dispone de 40 años antes de llegar al umbral crítico y determinar que áreas son sostenibles. “La madre naturaleza está viniendo y no va a negociar. Hemos de aprender a adaptarnos y decidir cómo construimos si es que hemos de continuar aquí”, reitera. Pathman, que reside en Miami Beach, subraya que están funcionando las medidas paliativas para afrontar las frecuentes inundaciones, mediante la elevación de calles y edificios o la instalación de máquinas bombeadoras de agua. “No es suficiente, pero no diría que es una tirita”, indica.
El profesor Wanless opina que, de esta manera, se están tirando centenares de millones de dólares. Es una mirada miope, a corto plazo, en la que los políticos electos no se atreven a decir la verdad para no romper la base impositiva que llena las arcas. “Es una inversión terrible”, lamenta.
“A largo término, la solución pasa por no utilizar combustibles fósiles, punto. Hemos de dejar de meter gases invernadero”, reclama. “Hemos sido capaces de cerrarlo todo con el coronavirus. No quiero comparar esto con la enfermedad, pero hemos de hacer algo parecido frente a esta emergencia. Se pone enfermo un jugador de baloncesto y clausuran la liga. Si pudiéramos hacer algo así cada vez que sube el mar y se lleva una casa...”.
Miami no se hunde, apostilla, Miami “se está ahogando”.
FUENTE:  La Vanguardia, 19 / 04 / 2020

CORONA VIRUS Y CAMBIO CLIMÁTICO, "EL DÍA DESPUES".



a lenta respuesta mundial al cambio climático revela el costo de la inacción en las crisis mundiales. (María Medem/The New York Times)



La crisis financiera de 2008 nos demostró cómo un esquema de sobreendeudamiento sumado a un exceso de especulación inversionista puede producir un cisma en la economía que demora varios años en resolverse. Ahora un virus nos muestra nuevamente cuán frágiles somos y los gobiernos del mundo se están debatiendo entre dejar morir a millones de habitantes hoy para que no continúe desplomándose la economía, o seguir sumergiéndose en la crisis económica hasta tocar fondo en algún momento y reiniciar un camino de recuperación desde varios escalones más abajo.
Cuántos años llevará volver al punto de origen es una incógnita. Este efecto sin embargo es relativamente menor comparado con el impacto potencial de la crisis climática. Así lo señalaron el Secretario General de la ONU Antonio Guterres y el líder de la Organización Meteorológica Mundial Petteri Taalas al presentar el mes pasado la versión provisional del Informe sobre el Estado del Clima Global.
Este informe no hace más que confirmar las conclusiones de varios estudios previos, entre los cuales se destaca el que dio el puntapié inicial, el famoso Informe Stern sobre la Economía del Cambio Climático, que ya en 2006 sostuvo que se necesitaba una inversión equivalente al 1% del PBI mundial (cifra que según posteriores revisiones debería ser el doble) para mitigar los efectos del cambio climático y que de no hacerse dicha inversión el mundo se expondría a una pérdida de entre el 5 y el 20% de su PBI.
En la misma línea de los estudios mencionados arriba, como una profecía autocumplida, los trillones de dólares invertidos por los gobiernos a nivel global para morigerar los efectos del coronavirus nos muestran de manera elocuente qué tan costoso puede ser para la humanidad no construir resiliencia para afrontar la crisis climática.
Un reciente análisis llevado a cabo por la consultora internacional McKinsey & Company describe de manera precisa y detallada las similitudes y diferencias entre la actual pandemia y la crisis climática.
Respecto a las similitudes, ambas son sistémicas ya que sus manifestaciones y efectos se propagan rápidamente a través de un mundo interconectado. Son no estacionarias debido a que las probabilidades y distribución de ocurrencias de sus impactos cambian constantemente a lo largo del tiempo. Son no lineales porque a medida que avanzan, sus impactos socioeconómicos crecen exponencialmente. Son multiplicadoras de riesgo ya que potencian vulnerabilidades existentes en los sistemas financieros y de salud. Son regresivas en cuanto afectan desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables. Y finalmente, ninguna de las dos puede ser enfrentada sin una adecuada coordinación y cooperación a nivel global.
Respecto a sus diferencias, mientras que la epidemia del COVID-19 presenta peligros inminentes y discernibles, el riesgo de la crisis climática es gradual, acumulativo y distribuido a lo largo del tiempo y sobre todo aparece ante los ojos de la gente como incierto y distante en el tiempo, lo que es particularmente grave considerando que requiere importantes medidas hoy.
También sostiene que más allá de las similitudes y diferencias, presentan una gran interdependencia y en ese sentido menciona un ejemplo que ya hemos vivido en carne propia en nuestro país: el del aumento en la temperatura que crea condiciones favorables para la diseminación de vectores en zonas en las que nunca antes habían estado presentes.
Pero me quiero detener en una similitud que señala el estudio: que ni la crisis producida por el COVID-19 ni la crisis climática pueden considerarse un “cisne negro” ya que de una manera u otra, expertos de todo el mundo han advertido sobre ambas. Si pudiéramos volver el tiempo atrás y escuchar las voces que presagiaban una pandemia como la que estamos viviendo, ¿volveríamos a ignorarlas? Seguramente no. Entonces tenemos una buena noticia: el cambio climático no nos toma por sorpresa. Tenemos pronósticos científicos contundentes y lo que es mejor, un camino cierto a seguir -y sobre todo el sendero que no debemos transitar- para no arribar indefectiblemente a un colapso que puede simplemente acabar con nuestra existencia.
La semana pasada trece ministros de ambiente y clima –entre ellos la vicepresidenta de España- solicitaron a la Comisión Europea que utilice el Pacto Verde como herramienta de recuperación de la economía post crisis. Y esta semana una iniciativa recientemente lanzada llamada Alianza Europea para una Recuperación Verde, formada por 180 responsables políticos, directivos de grandes multinacionales, sindicatos, ONGs y expertos, sostuvieron que la lucha contra el cambio climático debe ser el “núcleo de la estrategia económica” que ponga en marcha la Unión Europea para salir de la crisis ligada a la pandemia del COVID-19.
Hoy como sociedad debemos elegir entre dos caminos para salir de esta crisis causada por la incidencia del coronavirus. Podemos lanzarnos a reiniciar una carrera frenética con la visión sesgada, intentando recuperar el “tiempo perdido” y volver al punto donde habíamos dejado, que sabemos nos llevará irremediablemente hacia otra crisis de magnitud impensable. O podemos decidir refundarnos como sociedad y aprovechar esta crisis para replantearnos conceptos básicos y reinventar la economía con la visión de una sociedad consciente desde lo social, económico y ambiental, que con certeza nos alejará de la crisis climática y seguramente de otras potenciales crisis.
FUENTE: Clarín,  18 / 04 / 2020

viernes, 17 de abril de 2020

EL SUSHI Y EL SAKE EN PELIGRO DE EXTINCION POR EL CAMBIO CLIMÁTICO



El cambio climático ha puesto en alerta a todos los amantes de la comida japonesa debido a que los rollos de sushi están en peligro de desaparecer si continúan subiendo las temperaturas. Foto: Getty Images


El florecimiento anticipado de los cerezos en Japón es una prueba más del impacto del cambio climático y una alerta para todos los amantes de la comida japonesa debido a que los rollos de sushi y el sake están en peligro de desaparecer si continúan subiendo las temperaturas.
En la aldea de Futtsu, cerca de la Bahía de Tokio, se ha cultivado durante siglos la famosa alga nori, la más consumida en el mundo gracias a la popularidad de la comida asiática y su utilización en las finas láminas para envolver bolas de arroz y hacer rollos de sushi.
Sin embargo, hace una década las algas comenzaron a desaparecer gradualmente y las condiciones para los pescadores locales se han puesto difíciles.
“No sabemos las razones exactas, pero creo que el factor más importante aquí es el calentamiento global”, aseguró Satoshi Koizumi, jefe de la cooperativa pesquera local, en un artículo publicado por el medio digital OZY.
La causa principal de esta disminución en la producción del alga es el aumento en la temperatura del agua del mar debido al calentamiento global, han confirmado varios estudios y la Agencia Meteorológica de Japón destacó que el aumento promedio de la temperatura de la superficie del mar en los mares cercanos a Japón en los últimos 100 años fue de +1,11°C, lo que es aproximadamente el doble de la tasa de aumento a nivel mundial.
Pareciera que 1°C en 100 años es un cambio ligero, pero su efecto en los cultivos de nori es grave.
Este problema se presenta en la mayoría de las granjas de Nori en Japón. Solo en Sendai, prefectura de Miyagi, no se ha visto ningún efecto del calentamiento global, pero en la Bahía de Tokio, la Bahía de Mikawa, la Bahía de Ise, el Mar Interior de Seto y en particular en el Mar de Ariake, conocido como el más representativo de la acuicultura de algas marinas de Japón, la producción ha disminuido debido al calentamiento global.

Algas sin pegamento natural

La temperatura del mar es muy importante en el cultivo del alga y debido al efecto invernadero la caída de las temperaturas en octubre se ha retrasado. Hace unas décadas la temperatura era inferior a los 23°C en la primera semana de octubre, y ahora hay que esperar hasta la tercera semana del mes para tener ese descenso. Además, el agua se calienta más rápido al inicio de la primavera y por ende el periodo de crecimiento del alga se acorta en aproximadamente un mes en total.
Nori no crece a menos que la temperatura sea inferior a 23°C y para hacerle frente a ese cambio en las temperaturas se están usando tecnologías como el análisis del genoma que permita una mayor tolerancia a las temperaturas.
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La alga nori, la más consumida en el mundo gracias a la popularidad de la comida asiática y su utilización en las finas láminas para envolver bolas de arroz y hacer rollos de sushi, ha comenzado a desaparecer gradualmente debido al calentamiento global. Foto: Getty Images
Un nuevo proyecto ha comenzado a desarrollar algunas variedades de nori que crecen por encima de los 23°C y el pegamento natural del alga no se ve afectado por el incremento de un grado en la temperatura de los mares en Japón.
Masaya Kato, jefe del Centro de Investigación de Información de Vida Marítima del Instituto Central de Investigación Pesquera, Agencia de Investigación y Educación Pesquera, está trabajando en el desarrollo de cultivos de algas que crecen a altas temperaturas del agua para resolver el problema del pegamento natural del nori.
“Nuestro objetivo es desarrollar una variedad de nori que pueda crecer durante más de 2 semanas a 24°C o más. Si esto se logra, el período de crecimiento acortado por el aumento de la temperatura del agua puede volver al mismo nivel que antes. Estamos llevando a cabo una investigación sobre la reproducción tolerante a altas temperaturas del agua en previsión de la posibilidad de un mayor aumento de la temperatura del agua”, dijo Kato en declaraciones al portal Nikkeibp.

Los cultivos de arroz se desplazan

Aunque el efecto del cambio climático en la producción de sake, la bebida japonesa por excelencia, ha sido menor, los productores de la bebida fermentada de arroz saben que los cambios de temperatura afectarán las cosas a futuro.
FUENTE: Yahoo Finanzas ,  15 / 04 / 2020