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martes, 23 de junio de 2020

MÁS ALLÁ DEL VIRUS : " HAMBRE Y CAMBIO CLIMÁTICO EN AFRICA"



Es crudo decirlo así, pero la peor parte de la pandemia aún no se ha sentido en África. Ya he escrito en anteriores ocasiones que la decidida y eficaz respuesta inicial del continente ha conseguido que África tenga hoy un escaso 3% de todos los casos de coronavirus en el planeta. En la mayor parte de países están logrando contener las cifras y mantener a raya el número de contagios: 44 de los 54 países africanos resisten aún con menos de 5.000 casos oficiales casi cuatro meses después de la detección del primer caso. En otros, lo estamos viendo ya en países como Sudáfrica, les llegan ahora los meses más peligrosos. En estos momentos, ocho países concentran el 85% de los contagios en las dos últimas semanas, constituyendo lo que la OMS llama los ‘hotspots’, los puntos calientes donde se esperan cifras de enfermos, y fallecidos, mucho más duras que las actuales. Eso en lo que respecta al impacto sanitario.

Sin embargo, no hay un solo país africano que no afronte desde ya mismo una crisis económica de colosales dimensiones, la primera recesión africana en 25 años. Y las crisis económicas no hacen sino agravar los problemas estructurales que ya arrastraba nuestro continente vecino y que tienen dos principales protagonistas: la emergencia alimentaria (el hambre) y el ya sentido y creciente impacto del cambio climático. Ambos, obviamente, están profundamente intercontectados.  

Las cifras claman al cielo. El Programa Mundial de Alimentos, que mantiene una de sus bases logísticas en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, estimaba en abril que el hambre mundial se duplicará este año. La ONU advierte que, a menos que se actúe de inmediato, las múltiples crisis preexistentes, sumadas a la crisis del coronavirus, podrían plasmarse en una emergencia alimentaria mundial de "gravedad y escala nunca vistas durante más de medio siglo". La FAO informa de que 13 millones de personas en países como Etiopía, Kenia, Somalia, Yibuti y Eritrea ya se han quedado sin comida o pasan un día entero sin comer. En nuestra vecina África occidental, la situación del Sahel ya era de emergencia alimentaria antes de la llegada de la pandemia. Ahora se ha agravado, y con ella todo lo demás: inestabilidad política, inseguridad y terrorismo. 

Los expertos aseguran que hay comida suficiente para todos en este planeta, pero también lamentan que no todos puedan adquirirla. La pérdida de empleos y el bloqueo de las comunicaciones dentro de los países y entre territorios diferentes conllevan dificultades para acceder a los alimentos, desde el golpe al poder adquisitivo de las familias, cuyos bolsillos penan por la mera supervivencia, a los millones de toneladas de fruta y verdura que se pudren en los campos cuando los agricultores no pueden trabajar ni los transportistas pueden distribuirlas por un territorio. Es obligatorio recordar en este punto que más de la mitad de los africanos son pequeños agricultores y que la agricultura es el sector económico principal del continente. De hecho, la agricultura se expande mucho más allá de las actividades de producción agrícola y se calcula que representará un mercado de un billón de dólares en 2030. 

Ante esta realidad, instituciones como el Banco Mundial ya están trabajando en garantizar la seguridad alimentaria, apoyando a los agricultores para que puedan satisfacer las necesidades de las comunidades en las que viven y apuntalando el mantenimiento de las cadenas de suministro de alimentos. Leía, hace poco, que en Costa de Marfil, esta institución ha asignado 70 millones de dólares a un plan de respuesta al coronavirus que proporcionará ingresos a 320.000 agricultores y protegerá 5.000 empleos en unidades de procesamiento locales. 

Hay más ejemplos. En Chad, se crean bancos de cereales y se distribuyen semillas y alimentos para evitar que los más vulnerables pasen hambre durante la crisis. En Kenia, las start up del dominio agrícola utilizan las nuevas tecnologías para facilitar la entrega de insumos, asegurar los cultivos y realizar pruebas de suelo, entre otras cosas. En Ruanda, unos 38.000 hogares de agricultores se benefician de un proyecto de intensificación agrícola sostenible que pretende mejorar sus vidas, la seguridad alimentaria y la nutrición.

El FMI asegura que la economía mundial se reducirá en aproximadamente un 3% este año, y las remesas, el dinero que los trabajadores del sur que están entre nosotros envían a sus familias desde nuestros locutorios y agencias, se han reducido en aproximadamente un 20%, según el Banco Mundial. 

Las personas que trabajan en la economía informal representan más de un tercio del PIB del África subsahariana y para ellas, habitualmente en una situación ya vulnerable, no existen un Estado protector, la posibilidad del teletrabajo o la opción de quedarse en casa sin salir a buscarse la vida. Frente a estas realidades, el norte en el que vivimos (aunque nos ubiquemos en un pliegue de la costa africana) se cierra sobre sí mismo y también recorta fondos para el exterior que podrían suavizar el impacto de la pandemia, de posibles crisis alimentarias, económicas y medioambientales. 

Por todas estas razones, me complace constatar que nuestro país no es ajeno a esta realidad y me enorgullece que nuestro gobierno sea consciente de los desafíos a los que nos enfrentamos como comunidad planetaria. La ministra Arancha González Laya anunció ayer en el Senado que la cooperación española dará prioridad absoluta a atender las consecuencias de la Covid19 en el exterior, citó las necesidades urgentes que requiere el continente africano y, con una partida para este año de 1.679 millones de euros, confirmó que la intención del Ejecutivo de Pedro Sánchez es destinar el 0,5% del PIB al apoyo a los países más pobres en los Presupuestos de 2023. La voluntad de nuestro Ejecutivo se expresa en una contundente frase de la ministra:  "Nuestra intención de no dejar a nadie atrás no se puede poner en cuarentena". Nuestra política exterior se reafirma en su intención de situar en su centro los Objetivos del Desarrollo Sostenible.

El cambio climático vuelve a mi pensamiento, puesto que es una cuestión capital, una emergencia que planta sus raíces en todo lo que nos afecta. La erosión del suelo, el aumento de las temperaturas, las lluvias torrenciales que ahora mismo están inundando zonas de África Occidental y el corolario de enfermedades que acompañan a estos y otros fenómenos ponen en peligro la seguridad alimentaria, provocan hambre y desplazamientos y desestabilizan a países, sociedades y las vidas de millones de personas. 

Se sabe que casi 400 millones de africanos han sufrido los efectos de fenómenos climáticos extremos en los últimos veinte años. Las sequías están a la cabeza de los desastres naturales que causan más mortalidad en el continente, seguidas por las lluvias torrenciales y las inundaciones. Más de 45.000 personas han muerto en África por culpa de estos fenómenos entre los años 2000 y 2019, según un informe del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres (CRED) del que se hace eco un reciente reportaje en La Vanguardia. 

Los países africanos nos piden solidaridad y justicia: para hacer frente a sus deudas, para luchar contra el cambio climático, para evitar el hambre. Cuando el coronavirus nos deje pensar más allá de su mera presencia, nuestro proyecto de planeta nos obliga a aceptar que todos estamos conectados y que nadie puede quedar atrás. Nuestra meta debe ser crear un mundo en el que no exista el hambre y sepamos cómo hacer nuestras existencias sostenibles. Trabajemos desde ya para conseguir un planeta más sano, equilibrado, pacífico y justo, en el que todos tengamos cabida y aspiraciones. 

FUENTE: eldiario.es , 21-06-2020

AMAZON CREA UN FONDO DE 2000 MILLONES DE DÓLARES PARA ACOTAR EL CAMBIO CLIMÁTICO


Amazon crea fondo de 2,000 millones de dólares para el cambio climático

Amazon anunció este martes la creación de un fondo de 2,000 millones de dólares para apoyar a las empresas a eliminar las emisiones de carbono para frenar el cambio climático.

Ese fondo, denominado "Climate Pledge Fund", respaldará los esfuerzos de firmas de cualquier porte y sector para "facilitar la transición a una economía de carbono cero", dijo Amazon en un comunicado.

La iniciativa "buscará invertir en los emprendedores e innovadores visionarios que están construyendo productos y servicios para ayudar a las compañías a reducir su impacto ambiental y operar de manera más sostenible", dijo el presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos.

El fondo contemplará a compañías de todo el mundo y de todos los rubros y abarcará desde firmas en desarrollo inicial (startups) hasta las establecidas, precisa el comunicado.

"Cada posible inversión será juzgada por su potencial para acelerar el tránsito hacia el cero carbono y ayudar a proteger el planeta para las futuras generaciones".

El anuncio siguió al formulado por Bezos el año pasado cuando dijo que Amazon incrementaría sus propios esfuerzos para reducir su huella de carbono mientras estimularía a otras compañías a sumarse a su "Climate Pledge" ("Compromiso Climático") que apunta a hacer cumplir en tiempo y forma el acuerdo de París contra el cambio climático.

Desde entonces, se sumaron a la idea otras firmas, incluidas la estadounidense Verizon, la británica de bienes de consumo Reckitt Benckiser e Infosys, una tecnológica con sede en India.

FUENTE: El Economista, 23-06-2020

EL CUIDADO DE LOS SUELOS CONTRIBUYE A ALIVIAR EL CAMBIO CLIMÁTICO



Por: Ana María Mahecha Groot*
 
22 de junio 2020 , 11:12 a.m.

Hoy se celebra a nivel mundial el día del suelo y la tierra fértil. Vandana Shiva dice que “trabajar con y por el suelo vivo proporciona alternativas sostenibles a la triple crisis del clima, la energía y los alimentos [y ahora la crisis epidemiológica] […], sin suelo fértil, ¿qué es la vida?”.

La importancia de los suelos fértiles para sostener la vida en la Tierra se recoge de manera clara en las palabras de Shiva. Los suelos están en peligro y su vitalidad significa esperanza en medio de múltiples crisis ecológicas, y la actual pandemia.

Los suelos son mundos vivos, muchas veces invisibles a nuestros ojos, pero importantísimos para la sustentabilidad del planeta, lo cual nos obliga a trabajar juntos por su vida. Son más que un receptáculo para cultivos, son la fuente de vida que asegura la producción de alimentos. Este mundo oculto bajo nuestros pies es el alimento de las plantas, y es por eso que los pequeños agricultores que adoptan principios agroecológicos enfocan gran parte de su esfuerzo en cuidar el suelo.

Quiero dedicar estas líneas a las guardianas y guardianes de la fertilidad de los suelos que además de nutrirlos diariamente, alimentan y nutren a los habitantes urbanos. Para lograr este objetivo, campesinos y campesinas trabajan día a día preparando la tierra para la producción de alimentos. Esta relación con el suelo, llamado también tierra, está conectada con el territorio. En este sentido, cuando campesinos y campesinas cuidan la tierra desde un punto de vista productivo, cuidan también el territorio en su valor cultural, económico y político que les brinda unas condiciones no solo para sobrevivir, sino para tener una vida digna.

Los efectos adversos del cambio climático ya impactan de manera diferenciada y significativa al campesinado y los pequeños agricultores del Sur Global. A medida que los efectos del cambio climático se hacen sentir en todo el mundo, la agricultura, la soberanía alimentaria, y las comunidades campesinas y de pequeños productores corren un riesgo inminente por su estrecha relación con el mundo natural. Estos cambios ambientales globales, más que traer nuevas vulnerabilidades, exacerban los problemas que ya enfrentan los pequeños agricultores.


Algo similar a lo que estamos viviendo con la covid-19, que pone en evidencia cómo las crisis, ya sean ambientales o pandémicas, son una amenaza multidimensional que requiere respuestas adecuadas para proteger a los grupos más vulnerables y marginados, y también a esos otros seres no-humanos que sustentan la vida, como el suelo, y que muchas veces olvidamos, desconociendo nuestra interdependencia con ese otro mundo no-humano.

Cuando campesinos y campesinas cuidan la tierra desde un punto de vista productivo, cuidan también el territorio en su valor cultural, económico y político

A lo largo de las últimas semanas analistas y expertos han puesto sobre la mesa la preocupante situación que enfrentan los sistemas alimentarios a nivel global y local. Entre los problemas que se resaltan está la desarticulación de la cadena de suministro, los cambios en la demanda de productos, la insuficiente infraestructura de vías y de comunicación para la distribución de alimentos, la falta de reconocimiento del campesinado y de su aporte casi del 70% a la alimentación del mundo y de Colombia, la concentración de las centrales de abasto, y la salud de los campesinos, entre otros.

Esta profunda preocupación por una posible crisis alimentaria, acompañada de una crisis climática y sanitaria requiere transformarse en esperanza y acción, enfocarse en respuestas estructurales que permitan repensar nuestro sistema alimentario, y por tanto garantizar, a todos los actores humanos y no-humanos de este sistema, bienestar y una vida digna.

Necesitamos tomar en cuenta las lecciones que estamos aprendiendo, y en lugar de tratar de volver a poner las cosas como estaban antes de la pandemia debemos avanzar, fortaleciendo las experiencias de pequeños productores y campesinos que han decidido adoptar principios agroecológicos como solución inmediata a los problemas alimentarios, protegiendo el ambiente, la vida, el suelo y el territorio.

Entre varios ejemplos que tiene Colombia, quiero resaltar el papel de redes e iniciativas como la Red Nacional de Agricultura Familiar, Red Nacional de Abastecimiento Agroalimentario de Colombia, redes de huerteros y huerteras quienes reconocen el papel fundamental del campesinado en el abastecimiento alimentario de nuestro país.

En palabras de la FAO, “la agroecología ofrece soluciones locales y potencia las economías y los mercados locales manteniendo a los agricultores en el campo con mejores medios de vida y una mejor calidad de vida.”

Por esta razón es urgente adoptar políticas que tengan en cuenta la agroecología como parte de las estrategias para responder a la emergencia alimentaria que se avecina, resaltando sus principios ecológicos, solidarios, regeneradores de vida, impulsadores de tejido social; generando sistemas alimentarios locales, diversificados y solidarios que sean inofensivos para el ambiente y a su vez protejan la biodiversidad, la vida de los campesinos, la autonomía alimentaria territorial y comunitaria, y promueva economías solidarias.

Las crisis traen cambios. Muchas organizaciones y movimientos de base tratan de aprovechar el momento para proponer y poner en marcha alternativas. También se están dando nuevos impulsos a otras propuestas previas a la pandemia. La crisis resaltan la necesidad de pensar en la importancia del mundo que está bajo nuestros pies (el suelo) y de sus guardianes.

Nutrir de nuevo la tierra requiere de tiempo y paciencia, reconocer a los campesinos y las campesinas como guardianes y guardianas del suelo y del alimento que promueve vida es un primer paso para impulsar una recuperación justa y resiliente que permita pasar de un sistema agrícola y alimentario convencional destructivo a otro que aumente la resiliencia de la agricultura, reconstruya los ecosistemas, apoye sistemas alimentarios locales y justos, fortalezca las comunidades locales, y promueva circuitos de proximidad, acercando a productores y consumidores conscientes y responsables del cuidado del suelo.

FUENTE: El Tiempo, 22-06-2020

domingo, 21 de junio de 2020

UN SUCIO SECRETO PETROLERO EMPAñA LAS AMBICIONES CLIMÁTICAS DE CALIFORNIA





En una parcela de tierra reseca y polvorienta en el valle central de California, una serie de pozos ha estado bombeando parte del petróleo crudo más sucio del estado.

Casi un siglo después de que el campo petrolífero Chico-Martínez abriera por primera vez a unos 230 kilómetros al norte de Los Ángeles, todavía produce crudo pesado. Pero, para hacerlo, los perforadores han recurrido a técnicas (como inyectar vapor de calderas de gas para aflojar el crudo pesado en las profundidades subterráneas) que han aumentado las emisiones de carbono 14 veces en la última década.

El petróleo producido allí ha emitido casi cuatro veces más carbono por barril que el promedio de todo el crudo utilizado en las refinerías de California, más que el petróleo extraído de las famosas arenas petrolíferas de Canadá y más que el petróleo extraído de la tundra congelada del ártico de Alaska, de acuerdo con datos del estado. Hace solo unos años, estaba entre los más limpios del estado.

Si bien Chico-Martínez genera una fracción de la producción de California, ilustra un dilema para un estado que se esfuerza por ser líder en la reducción de las emisiones de carbono. Los antiguos campos petroleros de California requieren métodos de perforación cada vez más intensivos en energía, estimulando las preocupaciones medioambientales y aumentando los precios del combustible bajo un programa estatal de una década de antigüedad.

Están dando vueltas un poco en su búsqueda por mantener su liderazgo climático”, dijo por teléfono Deborah Gordon, investigadora principal del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y Públicos. “Sabemos que a medida que los campos petroleros envejecen, tienden a volverse más intensos en carbono”.

Bajo el programa estatal de Estándar de Combustible Bajo en Carbono, las refinerías deben comprar créditos de los productores de combustibles con bajas emisiones de carbono, incluidos el etanol y el biodiesel, para compensar la producción de los combustibles para motores de mayor emisión derivados del crudo. Esos costos se incorporan al precio de la gasolina.

El objetivo del estado es reducir la intensidad de carbono de todos los combustibles de transporte en un 20 por ciento para 2030. Pero los campos petroleros son un caso atípico.

La producción del barril promedio de crudo de California genera alrededor de 17 gramos de dióxido de carbono por megajulio (MJ) de energía, en comparación con 11 gramos para el petróleo traído al estado desde lugares como Alaska, Arabia Saudita, Irak y Ecuador, según datos estatales.

Los pozos en el campo Chico-Martínez de 258 hectáreas fueron adquiridos por una unidad de Crudecorp ASA, con sede en Noruega, hace aproximadamente una década. En 2012, la compañía comenzó a inyectar vapor, de acuerdo con los datos del estado. La producción aumentó a aproximadamente 537 barriles por día, con aproximadamente tres barriles de vapor inyectados por cada barril de crudo producido. Pero para 2015 eso aumentó a diez barriles de vapor por cada barril de petróleo, incluso cuando el aumento de la producción inicial disminuyó.

Eso le dio al campo la mayor relación de vapor a petróleo en el estado, según Dave Clegern, portavoz de la Junta de Recursos del Aire de California. El campo produjo alrededor de 253 barriles por día en marzo, según muestran los datos estatales.

Datos publicados este mes indican que un barril de crudo Chico-Martínez produjo 48.1 gramos de CO2 por megajulio, en comparación con 3.8 gramos cuando los datos se publicaron por primera vez en 2012. Los números incluyen emisiones registradas desde el momento en que se identifica un pozo, hasta su perforación y el transporte de petróleo a una refinería.

Este año, la compañía dejó de usar calderas de gas a partir del primer trimestre, reduciendo su puntaje de intensidad de carbono a 5 gramos de CO2 por megajulio, dijo en un correo electrónico Geir Utne Berg, director ejecutivo de Crudecorp.

Las operaciones de Chico-Martínez se cerraron durante aproximadamente tres años antes de finales de 2018 sin uso de gas, comentó el director ejecutivo. La intensificación del campo en 2019 resultó en una baja producción que requirió una mayor relación de vapor a petróleo, dijo.

Además, Utne Berg dijo: “Estamos trabajando diligentemente para reducir nuestras emisiones a través del programa de límite y comercio”.

Los campos petroleros de California tienen una larga y orgullosa historia. En 1903, el estado era el principal productor de crudo en EU, e intercambió el título con Oklahoma hasta 1930. Ahora es el séptimo estado más productivo, con campos antiguos que generan alrededor de 440 mil barriles por día, en comparación con más de un millón de barriles hace 35 años.

“La realidad es que la producción de petróleo está disminuyendo, por lo que en realidad están cambiando a materias primas con menos carbono”, dijo por teléfono Daniel Sperling, profesor de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de California en Davis. “Estamos usando más petróleo total y produciendo menos en California”.

Métodos similares a los utilizados en Chico-Martínez también se emplean en otros campos de California, incluidos Midway-Sunset y Belridge South, cada uno de los cuales produce alrededor de 54 mil barriles por día.

Si bien estos métodos ayudan a frenar la disminución de la producción, han provocado la ira de los ambientalistas y el gobernador demócrata del estado, Gavin Newsom.

En noviembre pasado, Newsom impuso una moratoria en las aplicaciones para usar inundaciones de vapor a alta presión y las solicitudes de fracturación hidráulica se revisaron de forma independiente. La medida se produjo después de que el crudo se filtrara a la superficie de las operaciones de Chevron en el condado de Kern. La gobernación no respondió a una solicitud de comentarios.

No todos piensan que la situación es tan mala como parece. La Asociación Independiente de Petróleo de California, un grupo comercial que representa a los productores estatales de petróleo, disputa el método que se usa para calcular las emisiones de carbono de los campos petroleros, llamado Estimador de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero de Producción de Petróleo.

Es “una suposición educada, pero sigue siendo solo una estimación a pesar de que los operadores informan datos de emisiones reales”, comentó la portavoz Sabrina Lockhart en un correo electrónico en el que llama al modelo utilizado para determinar las emisiones “obsoleto”.

Está “sobreestimando la huella de carbono de la producción de crudo de California”, dijo, y “al menos un campo petrolero estaba desfasado en un 800 por ciento”. Los productores también buscan reducir las emisiones de otras maneras, incluida la compra de biogás para compensar el gas natural que queman, una práctica que actualmente está restringida, agregó.

FUENTE: El Financiero, 19-06-2020

EL CAMBIO CLIMÁTICO EMPUJA LA MIGRACIÓN FORZADA EN AMÉRICA LATINA


El cambio climático empuja a la migración en América Latina

Sequía, lluvias torrenciales e inundaciones, entre otros desastres naturales, así como el cambio climático, potencian, cada vez más, la huida de personas para buscar una vida mejor fuera de sus hogares en condiciones económicas, políticas y sociales difíciles.

Según los datos del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés), las mayores catástrofes naturales del 2018 dejaron casi 20 millones de personas desplazadas. Se trata de una tendencia al alza en la región que puede llegar a tener, en 2050, 17 millones de personas desplazadas internamente debido a los impactos del cambio climático, según estima un estudio del Banco Mundial.

La relación entre el clima, el hambre, la pobreza y los conflictos provoca que la inseguridad alimentaria se pueda convertir en una causa de desplazamientos, según apunta el informe de 2019 de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). A finales del pasado año, 135 millones de personas de 55 países padecían inseguridad alimentaria aguda y el 80% de las poblaciones desplazadas del mundo residían en éstos.

Según dicho informe, el continente americano se convirtió en el mayor receptor de solicitudes de asilo en 2019. Este incremento se debe a la situación en Venezuela y el aumento de violencia e inseguridad en algunos países de Centroamérica, pero no solo. "A finales de 2018 y en 2019 comenzó la gran Caravana Migrante, a la cual se unieron miles de personas de Honduras que migraron justamente por las sequías", recordó a DW Astrid Puentes, Codirectora Ejecutiva de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA).

Aunque se trataban de los denominados migrantes por razones ambientales, "esta causa no se documentó", dijo. Además de Centroamérica, existen otros casos con este tipo de migración. "A comienzos de 2017, Colombia, Brasil y Perú presentaron lluvias extremas que, unidas a la falta de planeación y de prevención adecuada de desastres, causaron importantes pérdidas", recordó la directiva. "Adicionalmente, la implementación de grandes proyectos como grandes represas, carreteras y termoeléctricas, entre otros, han ocasionado también el desplazamiento de miles de personas" agregó recordando los casos de la represa de Belo Monte (Brasil) con el desplazamiento más de 20.000 personas y la de Hidroituango (Colombia).

Falta de información, reconocimiento y protección

Puentes apuntó a la dificultad de obtener datos precisos como uno de los principales problemas de este colectivo, entre otros retos. "Al no estar reconocida su situación de desplazado o de refugiado, las personas migrantes por razones ambientales están en una situación de mayor vulnerabilidad", lamentó.

"Hay mucho que caminar en términos de protección y políticas de atención integral y en términos de las causas que contribuyen a esos desplazamientos como la pobreza, las desigualdades y la urbanización desordenada", agregó a DW Erika Pires, cofundadora de la Red Sudamericana para las Migraciones Ambientales (RESAMA).

Creada hace una década, se centra en el reconocimiento y protección integral de los derechos humanos de estos migrantes. Para ello cuenta con el Observatorio Latinoamericano sobre Movilidad Humana, Desastres y Cambio Climático.

Para Diego Andreola Serraglio, uno de los coordinadores del mismo, la cuestión del reconocimiento radica en "¿cómo caracterizar el cambio climático como un agente de persecución?", uno de los requisitos del estatuto de refugiado. "Como alternativa, los países de América Latina acabaron concediendo visados por razones humanitarias, que incluyen desastres ambientales", dijo apuntando que aunque que se trata de una innovación la región "es una medida paliativa que resuelve la cuestión de manera temporal".

La propuesta difiere de la ‘Convención para la protección y asistencia a los desplazados internos en África', "un instrumento que incorpora esa mirada integral del ciclo del desplazamiento y prevé mecanismos de gobernanza y monitoreo y la necesidad de cooperación, que es clave para el éxito en la prevención y respuesta a los desastres y la crisis climática", consideró Pires.

Acción estatal requerida

No obstante, para Puentes la falta de voluntad política y financiación frenan la creación de un instrumento de este tipo en la región. A pesar de ello, "los Estados tienen la obligación de proteger los derechos humanos de todas las personas y por ende, también deberían proteger los derechos de las personas que migran por razones ambientales".

Asimismo, los Estados deberían adoptar medidas de prevención. "Una adecuada planeación y prevención de desastres puede evitar mayores migraciones y mayores violaciones a los derechos de las personas", aseguró, la Codirectora de AIDA.

Además de preparación, Pires abogó por afrontar de raíz las causas de las migraciones y así evitarlas. No obstante, ello "depende de voluntad política, normas, políticas y mecanismos institucionales y financieros de implementación a nivel interno y regional".

FUENTE: El Deber, 20-06-2020

GROENLANDIA: "SOBREVIVIENDO A LA ÚLTIMA FRONTERA DEL ÁRTICO"



Nick Nelson es esquimal y se siente orgulloso de ello. "Para muchos la palabra esquimal es despectiva, pero para mí no". Nick estudió en Dinamarca y allí escuchó por primera vez hablar del cambio climático y de cómo su Groenlandia natal se estaba derritiendo. "Hablé con mi familia y mis amigos y me dijeron que sí, que cada vez había menos hielo."

https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-06-20/esquimales-groenlandia-cambio-climatico-artico_2646796/#t=0

Este documental presenta la vida de tres groenlandeses: un cazador, el capitán de un barco y un pescador, individuos cuya existencia y herencia se entrelazan con el océano Ártico. Al igual que muchos que viven en el norte polar, su fortuna se extiende entre los extremos del verano y el invierno. Frente a un entorno drásticamente cambiante, la gente del mar reflexiona sobre su pasado, su presente y su futuro incierto con una compleja mezcla de emociones.

Pincha aquí para ver la pieza original en 'The Guardian'

FUENTE: El Confidencial, 20-06-2020

PREPARARSE FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO


Preparados  ante el cambio climático


Más de 25 modelos climáticos globales internacionales de diferentes centros de investigación del mundo coincidieron en una serie de estimaciones regionales para fin de siglo. Entre 2070 y 2100, advierten que la Argentina registrará hasta un 20% menos de precipitaciones para la región Cuyo y Patagonia y un aumento de hasta un 20% para el resto del territorio nacional.

Además, indican que las temperaturas promedio en nuestro país aumentarán entre 2º C y 4° C. De este incremento estiman que habrá una mayor intensidad y frecuencia de fenómenos extremos que afectarán, entre otros sistemas, al agroalimentario. Se trata del escenario más pesimista que considera una sociedad y un mundo sin cambios.

A pesar de este escenario pesimista, Gabriel Rodríguez -especialista en variabilidad climática del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar- aseguró que “comparado con otras regiones del mundo, el cambio climático afectará al sector agrícola de la Argentina de un modo moderado, en lo referido a precipitaciones y temperaturas”.

Es que, según el investigador, “a partir de varios estudios del INTA, podemos estimar que los rendimientos de los principales cultivos agrícolas a escala regional van a aumentar, a pesar del impacto del cambio climático en el sector”. De todos modos, advirtió: “También habrá pérdidas, en especial, en aquellos sitios donde los incrementos de las lluvias no alcancen para compensar la mayor demanda hídrica derivada del aumento estimado de las temperaturas, lo que generará diversos grados de déficit hídrico”.

“El clima siempre ha sido un factor de riesgo para el sector agropecuario que se verá potenciado en el contexto del cambio climático”, aseguró el técnico del INTA para quien es “clave” una modificación de la productividad vegetal y animal a fin de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Para Rodríguez, “ciertos procesos ajenos al cambio climático como la degradación de los suelos, la contaminación ambiental y la deforestación podrían intensificar los efectos sobre el sector”.

En este sentido, consideró “estratégico” conocer estas estimaciones climáticas hacia fin de siglo para tomar decisiones y anticiparse. “Si empezamos a adaptarnos a la variabilidad climática vamos a estar mucho mejor adaptados y seremos capaces de enfrentar los desafíos que nos plantea el cambio climático”. Y subrayó: “Debemos trabajar hoy para una mayor adaptación a futuro. Hay muchas cosas para ajustar, a fin de poder adaptarnos y aprovechar, así, estas condiciones favorables”.

FUENTE: El Diario Rural, 20-06-2020

jueves, 18 de junio de 2020

EL CAMBIO CLIMÁTICO TAMBIÉN ES UNA DEUDA SOCIAL


Schwarzenegger And Pataki Sign Global Warming Solutions Act Of 2006 FOTO: FOTÓGRAFO: DAVID PAUL MORRIS / GETTY IMAGES NORTH AMERICA


No se puede permitir que un segmento de la sociedad se convierta en un sacrificio”. Michael Méndez, profesor asistente de la Universidad de California en Irvine, hablaba por teléfono sobre las protestas provocadas por el asesinato de George Floyd bajo la rodilla de un oficial de policía blanco. Pero también hablaba de justicia ambiental y cambio climático.

 Y podría haber estado hablando del covid-19, que ha cobrado más de 100.000 vidas estadounidenses y, en el proceso, expuso enormes desigualdades de riqueza, acceso a atención médica y seguridad laboral. Méndez tiene un nuevo libro llamado “Climate Change From The Streets” (Cambio climático desde las calles), sobre la lucha de las comunidades minoritarias y de bajos ingresos para tener una voz en la configuración de la política ambiental.

Debería ser lectura obligatoria para los partidarios del Nuevo Pacto Verde y sus oponentes por igual. Esta lucha por la justicia climática ya está sucediendo en uno de los entornos más emblemáticos y cargados de Estados Unidos: Watts, el barrio de Los Ángeles que fue noticia hace medio siglo por otro conjunto de disturbios a raíz del racismo sistémico. A fines de enero, cuando aún estaba bien subir a un avión y conocer a extraños sin máscaras, pasé una tarde soleada allí. Mi guía fue Mac Shorty, quien creció allí y ahora es un defensor de la comunidad con el Consejo Vecinal de Watts, RePower LA y la Iglesia Metodista Unida de St. John, entre otras organizaciones locales.

Las cicatrices y los triunfos de Watts son visibles en todo el lugar. En 20 minutos, pude caminar entre dos puntos de referencia construidos alrededor de la misma época a mediados del siglo XX: Watts Towers, la monumental obra de arte de estilo Gaudí elaborada a partir de objetos encontrados; y Jordan Downs, el decadente proyecto de viviendas, cargado por una historia notoria de violencia de pandillas. En el medio está Watts Coffee House, un restaurante y una cápsula del tiempo de la historia negra que se remonta a las secuelas de los disturbios de 1965. Enfrente se encuentra la escuela primaria Florence Griffith Joyner, llamada así por el atleta olímpico y ex residente de Jordan Downs, donde Shorty señala las sábanas azules que se extienden a través de la cerca; dice que son para que los niños no puedan ver hacia la calle después de un tiroteo afuera.

 Al otro lado de la escuela hay una granja urbana llamada MudTown que se destaca por su novedad, la sensación de calma e incongruencia en el sur de Los Ángeles. Predominantemente hispanos en estos días, aunque todavía con una gran población afroamericana, el ingreso medio de los hogares de Watts es aproximadamente la mitad del promedio de California, y su tasa de pobreza es aproximadamente el doble. En un momento, Shorty me llevó a Atlas Iron & Metal Co., cuyas pilas de chatarra lo convierten en el tipo de vecino que la mayoría de las comunidades preferirían en otros lugares. Pero Shorty señala a las personas que hacen fila con sus carros para vender lo que han reunido, ganando un poco de dinero extra mientras limpian las aceras de electrodomésticos viejos y basura. El crimen ya no es tan malo como solía —la madre de Shorty fue asesinada a tiros el año en que él se inscribió en la universidad—, pero sigue siendo un problema.

En medio de tales presiones diarias, ¿quién tiene tiempo para pensar en el medio ambiente? Sin embargo, ahí es donde Shorty enfoca gran parte de su esfuerzo, desde la remediación del agua de grifo sucia, hasta la organización de eventos del Día de la Tierra y la recaudación de fondos para la instalación de energía solar en el vecindario. No hay escasez de trabajo por hacer. Watts se encuentra entre el peor 5% de todos los distritos de California en términos de contaminación. Emblemático de esto es el programa de reurbanización de Jordan Downs, que descubrió la contaminación por plomo, arsénico y productos del petróleo, entre otros peligros, legado de un pasado industrial y negligencia continua.

También lo es South Alameda Street, una arteria congestionada que une el puerto de Long Beach con el centro de Los Ángeles, la cual forma el límite oriental de Watts e inunda el vecindario con una dosis constante de emisiones de tubo de escape y calor. Una persona nacida en Watts puede esperar vivir 12 años menos que un angelino con la suerte de ser criado a 30 kilómetros de distancia, en el adinerado Brentwood. Es el tipo de estadística impactante en la que gran parte del valor del impacto radica en cuán impasibles nos hemos vuelto a estas disparidades en la forma en que las personas viven y mueren. 

Cuando dos empleados de la autoridad de vivienda pasaron por Jordan Downs para saludar esa tarde de enero, Shorty les advirtió que se enjuagaran el polvo y la tierra de sus zapatos antes de irse a casa con sus familias. La suciedad en los zapatos de un trabajador, y lo que podría estar al acecho en ella, tiene poco que ver directamente con el cambio climático de nuestro planeta. No obstante, tiene todo que ver con hacer algo sobre el cambio climático. Este es el mensaje central del libro de Méndez. La oposición a la acción climática se hace más fácil por la naturaleza abstracta de la amenaza; si ese dióxido de carbono fuera visible como una neblina de tráfico.

 En ausencia de eso, es demasiado fácil ignorar el problema o denunciar las medidas para abordarlo como asesinas del trabajo. En la gran tradición estadounidense, esto se superpone a las divisiones y estereotipos existentes, como enfrentar a las viejas élites costeras preocupadas por los osos polares contra los trabajadores del interior o del centro de la ciudad que solo intentan poner comida en la mesa. Según Méndez, dicha tensión y su resolución han dado forma a la política ambiental de California. Uno de los aspectos más polémicos de la histórica Ley de Soluciones al Calentamiento Global de 2006 del estado, conocida como AB32 y promulgada por el entonces gobernador Arnold Schwarzenegger, era su dependencia de un mecanismo de límite y comercio para las emisiones.

Si bien los grupos de justicia ambiental también buscaban frenar las emisiones, señalaron que permitir que los contaminadores compren créditos para compensar las emisiones les permite elegir dónde ocurren los recortes reales. Eso puede reducir las emisiones de carbono en general, lo que es bueno para el planeta. Pero también, como numerosos estudios han concluido, esos lugares tienden a ser barrios más pobres o minoritarios. Las comunidades cercanas a las fuentes que eligen comprar permisos en lugar de recortar siguen expuestas a otras emisiones nocivas. Un análisis publicado hace un año por investigadores de la Universidad de Minnesota y la Universidad de Washington comparó la exposición de los estadounidenses a las partículas finas con la cantidad de contaminación que genera su consumo. 

Encontró que los blancos no hispanos experimentan un 17% menos de exposición a la contaminación, en promedio, que la causada por su propio consumo. Por el contrario, los afroamericanos están expuestos a un 56% más de lo que genera su consumo; la cifra para la población hispana es 63% más. He ahí toda nuestra disparidad ambiental, de salud y —a través de ese denominador de consumo— de riqueza combinadas en una nube de polvo asfixiante. Más de una década después de la promulgación de AB32, los grupos de justicia ambiental lograron forzar la aprobación de una legislación hermana para establecer un monitoreo local de la calidad del aire y reducir la contaminación.

Ese mismo año, Schwarzenegger, un defensor acérrimo de los límites y el comercio cuando estaba en el cargo, dijo en una conferencia sobre cambio climático en Alemania que “no hay suficientes conferencias sobre personas que mueren de cáncer porque viven demasiado cerca de la autopista o un puerto”. Abordar esta desconexión, agregó, es como “podemos atraer a la gente a nuestra cruzada y luego avanzar de una manera mucho más exitosa que como lo hemos hecho”. Estas comunidades desatendidas representan un gran apoyo para una acción más amplia. Una encuesta realizada hace un año por el Programa de Comunicación sobre el Cambio Climático de Yale encontró que el 49% de los encuestados blancos expresó “alarma” o “preocupación” por el calentamiento global. Las cifras para los encuestados hispanos y afroamericanos fueron de 69% y 57%, respectivamente.

Asegurar su apoyo para una acción más amplia significa abordar los problemas en el terreno, especialmente la calidad del aire, e incorporar el conocimiento en el campo en lugar de depender exclusivamente de expertos. Cuando Oakland anunció en 2009 que redactaría un plan de acción sobre energía y clima, los activistas locales se encargaron de mapear los vecindarios de la ciudad en términos de exposición a riesgos como inundaciones, incendios forestales y mala calidad del aire. Además de dar forma al plan, la campaña elevó las voces locales que de otro modo podrían haber sido ignoradas. También es una prioridad para Shorty. Cuando se le preguntó sobre el tema más importante para hacer frente a los problemas ambientales de Watts, golpeó con el dedo sobre la mesa para enfatizar: “falta de educación”. “Si las personas fueran educadas, podrían luchar por ese estándar de aire limpio”, explicó Shorty, y agregó: “cuando vas a estas reuniones, usan todos estos términos; pero si no los conoces, estás perdido”.

La exclusión también acumula problemas más allá del medio ambiente. Hablando de los disturbios de 1992 en Los Ángeles, que estallaron después de la absolución de oficiales de policía filmados golpeando a Rodney King, Shorty observó: “si la comunidad tuviera un asiento en la mesa cuando se capacita a oficiales, entenderían cómo las personas que viven en este entorno reaccionan a estas situaciones”. Más allá de conectar objetivos bienintencionados con experiencia a nivel de calle, la tercera y vital pata de este banco es utilizar las herramientas establecidas de poder institucional y económico para traducir todo eso en resultados útiles.

Cindy Montañez, criada en el Valle de San Fernando y la mujer más joven elegida para la Legislatura del Estado de California, ahora es la directora ejecutiva de TreePeople, una organización sin fines de lucro que defiende los paisajes urbanos sostenibles en Los Ángeles. Ha trabajado para asegurar el dinero recaudado por el programa de límite y comercio de California para proyectos en vecindarios como Watts que abordan problemas de sostenibilidad locales: electrificar autobuses, plantar árboles y desarrollar granjas urbanas como MudTown.

 Su objetivo es la “capacidad de recuperación”, no solo en términos de sostenibilidad ambiental, sino en la renovación de los vecindarios como lugares más saludables con buenos empleos donde las personas realmente quieran vivir, y los desarrolladores realmente quieran invertir, manteniendo el proceso en marcha.  “No es posible cambiar hasta que se entienda cómo funciona el sistema y la economía en beneficio de las comunidades que lo necesitan”. Uno de los aspectos más llamativos de las resoluciones del Nuevo Pacto Verde del año pasado fue su énfasis en conectar la justicia social con la política climática.

 A pesar de toda la controversia que generó, los grupos locales en California han estado haciendo exactamente eso durante años. No puede salvarse el planeta sin vincular eso explícitamente al servicio del vecindario, tanto un vecindario como Watts, que está excavando su legado tóxico, como a un pueblo minero que ve su sustento y su principio de organización desvanecerse, dejando un legado contaminado. Sin embargo, dado todo lo que ha sucedido desde enero, esto es más que una cuestión de tácticas de defensa del clima. Las conexiones complejas que se extienden desde el nivel microbiano hasta el atmosférico están integradas en el concepto de ecología. No obstante, a menudo se rompen frente a la política. Un sello distintivo de la oposición a la acción climática es su dependencia del pensamiento fragmentado.

Por ejemplo, los combustibles fósiles a menudo se promocionan como asequibles. Pero, ¿qué significa realmente esa palabra si ignora los costos reales de las emisiones de gases de efecto invernadero? Queme sus sillas para calentarse y muy pronto descubrirá la respuesta. Cualquier esfuerzo por abordar estas deficiencias con, por ejemplo, un impuesto al carbono genera acusaciones de socialismo. Sin embargo, eso es lo que ya tenemos, solo que en un modelo pernicioso que privatiza los beneficios de la producción y el consumo de combustible, pero difunde los costos asociados del cambio climático y otros peligros entre la población (y ni siquiera de manera uniforme). Es justo decir que es necesario un pensamiento conjunto, y la base de esto es la empatía básica: empatía por las personas que conocemos, las personas que no conocemos y las personas por venir. La misma lógica empobrecida y fragmentada que espera que el planeta salve a la economía de alguna manera también fue evidente en los llamados a arriesgarnos a que el covid-19 destruya a la población de personas mayores de Estados Unidos para hacer lo mismo.

Tampoco se necesita ser un genio para ver lo que representa una enfermedad respiratoria virulenta en los vecindarios con mala calidad del aire. Es la lógica de quemar la aldea para salvar la aldea: sacrificar a esas otras personas o ese otro lugar para que podamos hacer lo nuestro. Me parece recordar un tedioso tropo acerca de que todas las vidas importan, pero la única forma en que todas pueden importar es protegiendo las más vulnerables. Si se deja a los problemas prosperar en los vecindarios que no necesariamente visitamos, hay una posibilidad decente de que las consecuencias eventualmente se presenten en nuestra puerta. Eso es cierto para un virus, pero también lo es para el racismo, ya sea que se manifieste en mero abandono o en violencia directa. Y lo mismo ocurre con el cambio climático y la degradación ambiental, que afectan primero a nuestras comunidades más vulnerables pero, en última instancia, no les importan los códigos postales. El sacrificio selectivo no es solo inmoral; es una falacia. 

La condición previa necesaria de la inmunidad colectiva contra múltiples enfermedades es reconocer que en realidad se es parte de una manada. (Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL.

FUENTE: Perfil,  16-06-2020

IMPORTANCIA DEL ARBOLADO URBANO FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO



La iniciativa apunta a fortalecer una mesa de participación ciudadana para elaborar un marco normativo integral e integrado para el desarrollo y preservación del arbolado urbano en la ciudad de Paraná. La gestión de ese espacio está a cargo de la Subsecretaría de Ambiente y Acción Climática de la Municipalidad, dependiente de la Secretaría de Participación y Gestión Comunitaria, y se encargaría de trazar estrategias de adaptación, mitigación y resiliencia frente a las causas y efectos del cambio climático.

“Esta iniciativa se desarrolla sobre uno de los tres ejes de la agenda ambiental que ha propuesto el intendente Adán Bahl: la gestión integral de residuos sólidos urbanos, el desarrollo del arbolado urbano y la preservación de los humedales, con la particularidad que lo hace desde una metodología participativa”, resaltó Granetto.

El concejal del Frente Creer Entre Ríos señaló que “se trata del perfil de ciudad que pretendemos, si creemos que una Paraná verde y saludable es posible, debemos construirla entre todos, a través de procesos claros, contundentes, con un abordaje sistémico, y una conciencia social genuina desde la participación y el compromiso del vecino” y agregó: “Hoy tenemos un déficit de 15 mil árboles en la ciudad, por lo cual tenemos que consolidar un plan sistemático para alcanzar ese objetivo y eso es pensar en presente y en futuro”.

En esa línea de acción, la Municipalidad de Paraná ha elaborado un plan para la forestación de las veredas de la ciudad que fue elaborada por la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNER. El objetivo es plantar en cada calle el árbol que se considera más adecuado para esa ubicación, teniendo en cuenta el ancho de vereda, la orientación, la adaptación de la especie al ámbito urbano y razones ornamentales. Hace unos días el Vivero Municipal comenzó la entrega al público de distintas especies: fresno, lapacho, jacarandá, palmeras pindó, crespón, falsa caoba, acacia carnaval, entre otros.

Granetto resaltó que “muchas de las funciones del arbolado urbano se traducen en beneficios para las personas” y agregó que la forestación urbana brinda a la comunidad “servicios culturales (recreación, patrimonial, estéticos, salud mental y física, símbolo, identidad), de regulación y mantenimiento (temperatura y humedad local, la calidad del aire, secuestro de carbono, polinización y ritmos de vida en distintas estaciones) y de aprovisionamiento (biomasa vegetal, alimentos)”.

Entonces, consideró que “es indispensable incorporar nuevas herramientas para mejorar los conocimientos, el monitoreo, la recolección de datos y el análisis de las distintas especies, a fin de diseñar políticas públicas y disponer de medios humanos y recursos financieros suficientes para su desarrollo”.

En ese escenario es que surge la idea de desarrollar esta propuesta normativa a través de una Mesa del Arbolado Urbano, con una participación amplia de expertos, actores sociales y territoriales, con el objetivo de generar políticas que fomenten una cultura y conciencia social del valor y el cuidado del arbolado.

En esta mesa se pondrán en consideración los aspectos generales de lo que sería una nueva normativa, contemplando espacios verdes, áreas protegidas, árboles protegidos; la elaboración de un plan de arbolado integral y zonal, qué especies se permitirán y cuáles no; la definición de una identidad arbórea por zonas, corredores biológicos y de gestión de cuencas, árboles autóctonos, especies invasoras, déficit arbóreo por zonas; la elaboración de planes de educación ambiental y conciencia social, entre otras cuestiones.

FUENTE: Análisis , 18-06-2020