En respuesta a los impactos del ciclón Harvey en Texas y los huracanes Irma y María en el Caribe y sur-este de EEUU, los medios de comunicación han entrevistado a científicos, funcionarios públicos y políticos en búsqueda de respuestas simples a fenómenos muy complejos.
De esta manera, el mensaje de los científicos ha sido imposible de entender y no se ha podido pasar el mensaje correcto al público. En su mayoría las preguntas seguían un patrón similar: saber más de un tema complejo, que niegan los codiciosos y que inspira miedo: por ejemplo, ¿hasta qué punto es verdad que el mar subirá más de uno o dos metros? ¿no es natural que haya períodos de mayor calor? ¿por qué sa habla de calentamiento si en ocasiones hay mucho más frío? ¿cuándo comenzó en Chile el cambio climático? ¿ya está en marcha? ¿cuánto y cuándo nos va afectar? ¿cuánto van a subir los precios de la gasolina y de los alimentos? ¿es un problema exclusivamente causado por el hombre? ¿podemos estar seguros que el clima cambiará para mal?
Lo que trasciende en estas interrogantes es que los científicos no convencen a los ciudadanos comunes y corrientes. No se les cree, y, por tanto, no se actúa. Es decir, parece exigirse 100% de seguridad de que ahora ya existe en marcha un proceso destructor imparable. Sin esta garantía, se deja entrever, no hay posibilidad alguna que los humanos adopten medidas de mitigación y reducción de emisiones, y apliquen estrategias de adaptación a los cambios que todo ello va a involucrar respecto a patrones de producción, consumo y estilos de vida. Más aún, se nos induce a concluir que no tenemos por qué aportar a la cruzada mundial para disminuir las emisiones de CO2 a la atmósfera, la causa principal del “efecto invernadero”, que induce al “calentamiento global” y provoca en último término el “cambio climático”.
Esta situación perversa hace recordar a la lucha que se libró hace décadas contra el tabaquismo y las tabacaleras. Todos los parámetros indicaban que fumar provocaba cáncer pero muchos pseudocientíficos, periodistas asalariados de la industria tabacalera y los adictos a la nicotina testimoniaban en contra argumentando que no habían evidencias 100% convincentes para el 100% de los casos. La historia ha demostrado la malicia y codicia detrás de esta posición y el costo en vidas que significó. En el caso del tabaquismo los afectados eran sólo los fumadores y en menor medida su circulo más cercano. Lo grave en el caso del cambio climático es que afectará al planeta entero, a todas las personas y al total de la vida en el planeta.
Muy por el contrario, hay preguntas que nos deberían invitar a la reflexión y a la acción: ¿qué es lo que estamos experimentando hoy en nuestras vidas? ¿no es evidente que algo está ocurriendo desde hace una década? ¿las altas temperaturas del último verano, la mega-sequía que afecta a siete de nuestras regiones, los crecientes incendios forestales, no nos dicen nada? ¿lo que ocurrió en el Caribe con el Huracán Irma? ¿nada? ¿el ciclón Harvey en Texas, ahora de nuevo, otro Huracán el María, todos estos fenómenos no nos dicen nada? ¿el hecho que en Chile haya llovido apenas este invierno, y en las pocas partes que lo hizo, fue muy intenso y localizado? ¿Nuestro paisaje, no nos muestra ya preocupantes signos de una sequía que nos anuncia el retorno de grandes incendios forestales que abrasan árboles y plantas?
Todos estos eventos podrían considerarse una anécdota climática si no fuera porque los instrumentos de medición y comparación de los que disponemos nos advierten de que no son ya más, fenómenos puntuales. Hay un proceso de cambio climático en marcha. Del cual son parte tanto los huracanes en el Caribe como la llegada de una primavera chilena más calurosa que nunca y con incendios forestales anticipados. ¿Qué estamos haciendo para prevenir este proceso, para afrontarlo con mayor eficacia? ¿para evitarlo o al menos para mitigar sus efectos destructivos?
Mes tras mes el planeta está batiendo récords de temperatura que no auguran nada bueno para su equilibrio. Con los datos ya disponibles, las agencias que se ocupan del clima vaticinan que 2017 batirá un nuevo récord y será, por tercer año consecutivo, el más caluroso. Estamos ante la racha de calor más prolongada en 137 años de registros. Estamos presenciando el surgimiento del principal indicador de las consecuencias del cambio climático:
manifestaciones periódicas y cada vez más frecuentes de situaciones climáticas extremas. Ese es el punto clave. Y en esta categoría caben no sólo los huracanes, ciclones o tormentas, vientos extremos, sino las sequías, los incendios forestales, desaparición de glaciares y otras fuentes de agua, deshielos, que empobrecen la diversidad biológica y destruyen la vida en el planeta.
En el año 2016 la temperatura mundial fue 1,3°C más alta que la media de la era preindustrial, y quedó en primer lugar entre los años más cálidos del planeta. En Chile 2016 también fue el año más cálido registrado en su historia. El promedio de las temperaturas medias (a su vez, un promedio de las mínimas y máximas del día, de todo el año) entre Arica y Punta Arenas fue 13,8°C, 0,96°C más que en 2015, que ya había sido un año récord. El 25 de Enero de 2017
fue el día más caluroso de la historia de Santiago, los termómetros se elevaron hasta los 37,4°
C.
En Chillán 41,7°
. Semanas antes, 14 de diciembre 2016, en Santiago
se había superado un record de 101 años con
37,3°
C. Se rompieron dos records en dos semanas y se adelantaron los incendios forestales. En Lonquimay, Región de la Araucanía el 16 de Julio de 2017 el frío alcanzó otro record 17° bajo cero. Porque el cambio climático no sólo hace más intenso el calor sino también el frío.
La otra cara de la moneda son las tormentas, lluvias e inundaciones inusuales. Las precipitaciones cayeron con más fuerza en sector alto de la región de Arica, Parinacota, Tarapacá y Antofagasta registrándose lluvias torrenciales buena parte del mes de Enero 2017. Una primavera más calurosa provoca un mayor deshielo, lo que da lugar a otros récords negativos. Este verano se ha registrado, según la NASA, el mayor retroceso en los hielos marinos. El descenso de la masa polar produce cambios en las corrientes oceánicas a nivel global, agravadas por el efecto de El Niño. En 2017 se registrará también la mayor concentración de CO2 en la atmósfera. Y en esto quiero detenerme para llamar la atención de los lectores para que recuerden la siguiente información, que a mi modo de entender, demuestra que ya se inició un proceso de cambio climático y que debemos actuar:
- i) El CO2 se produce cada vez que quemamos algo o cuando se descompone. Pero ¿cómo se mide? El método lo inició Keeling en Hawaii en 1958 cuando midió por primera vez las concentraciones de C02 en la atmósfera. A partir de entonces con los datos anuales registrados hasta la actualidad, se cuenta con una gráfica conocida como la curva ascendente de Keeling, que es uno de los hallazgos más trascendentes de las ciencias medioambientales. Esta curva nos demuestra cómo respira el planeta tierra;
- ii) En la primavera del hemisferio norte (donde se ubica la mayor cantidad de biomasa) a medida que la vegetación extrae CO2 de la atmósfera, el planeta inicia una gran inhalación que en la curva de Keeling se registra como un descenso en la concentración de CO2. Después en el Otoño, a medida que genera CO2 se produce una gran exhalación que aumenta la concentración de CO2 en el aire; y
3. iii) lo fundamental es que
la curva de Keeling demuestra que al final de cada exhalación, cada año, se registra una concentración mayor de CO2 que el año anterior. Este aumento anual, sin que se modifiquen excepcionalmente las fuentes naturales de biomasa que emiten CO2 a la atmósfera, fue el primer signo definitivo que el aumento proviene del crecimiento de las actividades industriales y energéticas del hombre basadas en uso creciente de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón).
En 1958 el nivel indicaba 315 partes por millón (ppm). En la actualidad, hemos superado en 2015 y 2016 ocasionalmente la línea roja de las 400 ppm, que provocará un aumento catastrófico de 2 grados el promedio de temperatura del planeta. Hoy, avanzando al final de 2017, más de 400 ppm de CO2 en la atmósfera será el promedio anual, o sea empezamos a sobrepasar el límite. Y atención, la lectura que verifiqué el 19 de septiembre 2017, fue de 402.10 ppm, los registros son diarios.
Por lo tanto, no debería haber confusión como para prestar atención a los negacionistas. Los datos indican que los responsables del cambio climático somos todos, la industria, las empresas generadoras de energía y el uso del carbón y otros combustibles fósiles, el crecimiento demográfico descontrolado, los automóviles, consumo de electricidad, etc. La lista es interminable. Toda actividad de nuestra civilización está ligada a la emisión de CO2. Nuestra sociedad y sistema económico es un mega-fracaso desde el punto de vista ambiental. El problema no cruza solamente a países, gobiernos, industrias transnacionales sino a nuestra generación y a las venideras.
La tarea urgente ahora es educar. Entregar información, presentar hechos, los fundamentos que nos permiten aseverar que el cambio climático es el problema más grave que jamás se haya presentado a la humanidad. Lo peor es que nos queda poco tiempo para asumir las medidas que debemos aplicar tanto para frenar la crisis como para mitigar sus efectos. Menos tiempo aún para escuchar o atender a los negacionistas vinculados a las más grandes y ricas industrias del petróleo y a las grandes empresas generadoras de energía. Con mucho dinero se pueden defender y auspiciar grandes mentiras, eso está claro, pero tales mentiras pueden y deben ignorarse.
Por último, ¿a qué nos obliga la mega-crisis del cambio climático? Vamos a tener que cambiar nuestro concepto de buen tiempo. Para Chile ya no será aquel en que brille el sol. Buen tiempo va a ser aquel en que aparezcan nubes cargadas de agua que dejen caer una lluvia que recupere la vida en nuestras tierras, que refresque y de vida a nuestros suelos. Buen tiempo será cuando se conserven las nieves altas y glaciares.
Cuando las estaciones vuelvan a ser distintas entre ellas, que ningún invierno ó verano tienda a predominar. En la antigüedad, las naciones dependían de la agricultura, y las personas miraban al cielo, reconocían las nubes y conocían el tiempo. Ahora vamos a volver a empezar a ser dependientes del tiempo más que nunca en la historia de la humanidad y no debemos dejarnos abatir por el miedo. Para evitar el desastre, tendremos que hacer algo más que mirar al cielo con preocupación. Vamos a tener que ponernos las pilas y hacer más. Mucho más.
FUENTE: El Mostrador , Noticias , 25 / 09 / 2017