Secretaria de la ONU para el cambio climático dice que tenemos una incuestionable señal de alarma.
Al otro lado de la línea, desde Nueva York, la costarricense Christiana Figueres, secretaria de la Convención Marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Cambio Climático, se percibe tranquila. Esta diplomática, que tiene sobre sus hombros la misión de enrutar al mundo hacia un acuerdo global que le permita enfrentar con dignidad las consecuencias de este fenómeno que ya no tiene reversa –negociación que aún está en curso–, habla con una buena dosis de cordialidad y calma. Pero no son así algunas de sus frases; un tanto provocadoras y combativas. “El reto que tenemos por delante para garantizar la vida en la Tierra es mucho más importante y urgente de lo que pensábamos”, dice. Y agrega: “Ahora tenemos ante nosotros una incuestionable señal de alarma”.
En la primera entrevista que Figueres concede a un medio en Colombia, incluso desde que asumió su cargo en 2010 en reemplazo del holandés Yvo de Boer, ella se refiere al nuevo informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el más importante de la historia planetaria y de este organismo que fue entregado el viernes, y que divulgó, como principal conclusión, que el cambio climático no es exclusivamente un fenómeno natural. El hombre también ha tenido incidencia en este, tesis que, según el grupo de científicos del Panel, está probada en un 95 por ciento.
¿Qué análisis hace de esta conclusión a la que ha llegado el IPCC sobre la relación hombre-cambio climático?
Saber que el hombre ha impulsado el fenómeno no es lo más importante y definitivo. Hay algo más importante, y es que el grupo de científicos identificó en 880 gigatoneladas el límite de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) al que tendríamos derecho a emitir para que el aumento de la temperatura promedio global no supere los dos grados centígrados, punto en el cual las consecuencias ambientales, sociales y económicas comenzarían a salirse de control. Hasta ahora, desde 1841 y hasta el 2011, se han emitido 531 gigatoneladas; nos resta menos de la mitad. El margen de maniobra se está reduciendo; ya estamos comenzando a jugar con fuego.
¿Cuál es el reto, frente a estas cifras, en los países en desarrollo como Colombia?
El reto para las naciones en desarrollo es construir infraestructuras de producción bajas en carbono. Colombia y otras naciones tendrán que seguir recibiendo apoyo financiero y tecnológico de los países desarrollados para la reconversión y aplicación de tecnologías más eficientes, que funcionen con menos recursos y emitiendo menos contaminación. El dilema aquí es seguir en la senda del crecimiento mientras se reduce la huella de carbono.
¿Y mientras tanto, para los países desarrollados, causantes del problema, no hay obligaciones?
Ellos deben reconstruir toda sus infraestructuras para que sean limpias y no contaminen. Ahora más que nunca, esto es una obligación.
¿De todos los renglones productivos y de servicios, en cuál debe haber un cambio radical y urgente?
La reconversión de la energía por una que sea renovable.
¿Y cree que es viable en medio de la crisis económica que afecta a muchos Estados?
Estamos muy atrasados en su implementación, a pesar de que hay menos excusas para no aplicarla. Por ejemplo, los costos de la energía solar han bajado en un 80 por ciento desde el 2008 y ya son parejos frente a los de la producción de energía con combustibles fósiles. Lo que tenemos que entender es que debe haber una reconversión energética, sobre todo en aquellas naciones que no tienen combustibles fósiles y deben importarlos para mover sus industrias. Hasta para la estabilidad económica de esos países, las energías alternativas deben ser prioritarias.
¿Cree que a pesar de todo sigue existiendo un contraste muy fuerte entre las alertas de los científicos y la constante incapacidad de los gobiernos para diseñar un acuerdo global para enfrentar la reducción de emisiones de gases invernadero y lidiar el cambio climático?
Sí, las voces de alarma de los reportes y la evolución en el desarrollo de políticas nacionales e internacionales para enfrentarlas no son consecuentes y no se están desarrollando rápido. Esa brecha debe cerrarse.
No es muy tarde para la humanidad, y frente a estos reportes, tener que esperar hasta el 2020 para que se aplique un acuerdo global que reduzca las emisiones de CO2 globales y aplaque el cambio climático (así quedó definido en la COP 17 de Durban (Sudáfrica).
El acuerdo debe estar adoptado en 2015. Pero mientras entra a regir en 2020, tenemos claro que los esfuerzos individuales, nacionales y subnacionales que se adelantarán en cada país, mientras tanto, serán vitales. La idea es que los Estados comiencen a trabajar desde ya, para que en siete años hayamos avanzado.
¿Cree en un acuerdo global para el cambio climático sin Estados Unidos involucrado?
Los Estados Unidos han dicho que el acuerdo que logremos para el 2015 tiene pocas probabilidades de ser ratificado por el Congreso. Por eso estamos buscando un consenso con exigencias legales, vinculante y que no necesite ratificación del Congreso.
¿Cuál deberá ser el futuro del agonizante Protocolo de Kioto, que ya ha sido rechazado por muchos países claves, entre ellos Japón y Canadá?
Hoy, el Protocolo de Kioto es respetado por pocos países que solo emiten el 12 por ciento de las emisiones globales. Pero se mantendrá vigente y extendido hasta 2020, cuando entrará a regir un nuevo acuerdo global.
En medio de esta confrontación entre hemisferios, en donde cada bloque lucha por encontrar su zona de confort, cuál debe ser el papel de América Latina.
El próximo año, la Conferencia de las Partes de la ONU para el Cambio Climático (COP 20) se realizará por primera vez en un país andino; será en Lima (Perú). Y de Lima tendrá que salir el texto borrador del acuerdo que deberá aprobarse al año siguiente, así que el papel de América Latina en ese momento será protagónico. Hay mucho trabajo por hacer, detalles que tendremos que diseñar en Varsovia (Polonia), en diciembre de este año, en la COP 19.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, propuso organizar una cumbre sobre el cambio climático en septiembre del 2014, en Nueva York, para reunir en torno al clima a líderes políticos y del sector privado paralelamente a la realización de la Asamblea General de la ONU. ¿Cree que es una buena estrategia para lograr avances?
Esto le dará un nuevo impulso a las negociaciones. Pero es predecible que no será suficiente para lograr avances en la reducción de la contaminación. Seguirá siendo vital un acuerdo global.
Puntos críticos de un informe climático que nos pone contra las cuerdas
El hombre es parte
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), concluye que la probabilidad de que el hombre tenga incidencia en el cambio climático es ahora del 95 por ciento. En 1995, el nivel de confianza para esa afirmación era del 50 por ciento. En 2001, del 66 por ciento y en 2007, del 90 por ciento.
¿Calentamiento ha frenado?
Científicos dicen que el calentamiento se ha frenado, ya que las temperaturas globales en los últimos 15 años no han subido a igual ritmo que antes: pasó de una media de 0,12 grados, para el período 1951 a 2012, a 0,05 grados Celsius (1998 a 2012). Pero el IPCC dice que esa evolución en períodos cortos no refleja una tendencia a largo plazo. Agrega que cada una de las tres últimas décadas han sido las más calientes desde 1850.
Temperatura cada vez más alta
Si las emisiones de dióxido de carbono no ceden, la temperatura media global podría aumentar en promedio 1 grado centígrado. En el escenario más complejo, esa misma temperatura promedio podría incrementarse en casi 4 grados centígrados. La ciencia ha puesto 2 grados centígrados como meta y escenario más optimista.
Un mar más agresivo
Los océanos, que son los principales reguladores del clima global, están subiendo su nivel más rápido
de lo esperado. Crecerán entre 40 y 82 centímetros hacia fines de siglo, pero entre 24 centímetros y 30 centímetros hacia 2065. A esto se suma la acidificación del mar, que mataría organismos que capturan CO2 y lo devuelven al ambiente como oxígeno.
FUENTE: JAVIER SILVA HERRERA
Redacción Vida de Hoy, 29/ 9/ 2013