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viernes, 12 de abril de 2013

EL PÁNICO DE LAS ÉLITES: CRISIS, PESIMISMO, Y CAMBIO CLIMÁTICO II.



Ante el reto de un modelo económico agotado enfrentado al escenario que conforma el cambio climático, un escenario sin precedentes en la historia de la humanidad, resulta exigible a nuestros dirigentes políticos la capacidad de liderar el tránsito hacia el nuevo modelo económico bajo criterios de eficiencia y equidad tanto desde una perspectiva regional como desde una perspectiva social.

En el tránsito a este nuevo modelo necesitamos tomar en consideración no solo el criterio interno del inversor de mercado, deberemos valorar el impacto de las decisiones de inversión-desinversión en el conjunto de la sociedad, un impacto cuya ecuánime determinación sólo será posible a través de los poderes públicos, democráticamente elegidos sobre la base de una ciudadanía informada de la envergadura del reto al que nuestras sociedades desarrolladas han de hacer frente en los próximos 50 años.

Somos las sociedades y los ciudadanos de los países más ricos los más responsables y seremos todos y especialmente los más pobres, tanto del mundo desarrollado como del tercer mundo los que sufriremos las consecuencias de no actuar ante el calentamiento global.

Como habitantes del mundo opulento tenemos que ponernos a la cabeza de la solución del problema. No podemos permitirnos ser una plaga para el planeta por más tiempo, la generación langosta, en palabras de Thomas L. Friedman, nosotros y nuestros hijos tenemos la responsabilidad de la “Re-generación”.

Sin embargo la actual crisis económica cuyo detonante se sitúa en la crisis de las hipotecas subprime de 2007 ha provocado el pánico de la élites, cuyas manifestaciones más evidentes son la urgencia, la magnitud y la impunidad de su codicia, que tienen su origen en el previsible impacto que la crisis sistémica actual pueda tener en el status quo, un impacto sobre los privilegios de las élites que se vería afectado en el caso de que la mayoría de la ciudadanía fuera consciente de la magnitud de los retos a los que las sociedades democráticas occidentales habrán de enfrentarse en la primera mitad de este siglo XXI.

En este contexto resulta esencial para el mantenimiento del status quo de nuestras élites que los medios de comunicación sostenidos por el poder financiero, consigan desorientar políticamente a la ciudadanía, el “todos son iguales”, “ninguno dice la verdad”, “todos mienten” para conseguir que esta no sepa la profundidad de los cambios que se avecinan, cambios que el Informe sobre la Economía del Cambio Climático cuantificó ya en 2006, en caso de no actuar rápidamente contra el cambio climático, en una pérdida anual indefinida de hasta el 20% del Producto Interior Bruto mundial (Stern, 2006).

La magnitud de estos retos afectará sin duda al status quo, pero no solo al status quo en el seno de nuestras sociedades, sino también al status quo regional en Europa y en el mundo, un status quo, que las élites están decididas a preservar a toda costa, ellos arriba a toda costa, a nuestra costa.

Desde una perspectiva regional, sólo conquistarán el futuro aquellas regiones o países que posean la capacidad de decidir cuando acaba lo viejo y cuando empieza lo nuevo, es decir aquellas que posean los recursos financieros necesarios para definir y realizar el tránsito a las tecnologías que definirán el nuevo modelo productivo. Esta perspectiva guarda, en mi opinión, una relación directa con el mapa de endeudamiento, capacidad y coste de financiación que está dibujando la crisis actual, crisis que como resulta evidente tiene regiones y países ganadores y perdedores, ganadores que afianzarán su posición en el status quo y perdedores cuya capacidad de adaptación al nuevo contexto quedará no ya muy mermada, sino eliminada por completo.

Llegados a este punto sería deseable, al menos en el seno de la Unión Europea, contar con un liderazgo político capaz de ponernos de acuerdo en el modo de pagar la factura de este proceso de adaptación, entre países, entre regiones, entre sectores, entre clases sociales y es aquí donde radica el pesimismo, ya que una adaptación al cambio climático eficiente y equitativa desde una perspectiva regional y social no podrá alcanzarse con pequeños retoques del modelo vigente, ni bajo el liderazgo de unas élites más preocupadas por el mantenimiento de su status quo, que por el reto que enfrentan nuestras sociedades, reto que exigirá políticas globales, políticas que redistribuyan de un modo eficiente los importantes costes que inevitablemente habrán de derivarse.

FUENTE: Diario Progresista, 11/ 04/ 2013

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