Durante siglos, los agricultores de este frágil ecosistema andino han observado el comportamiento de plantas y animales para saber qué cultivos sembrar y cuándo.
Cada 18 de marzo, por ejemplo, el agricultor Francisco Condori observa la dirección del viento y las nubes. Si es ventarrón y viene del este, habrá helada; si es viento suave, se atrasará la helada. Si al final del verano los juncos lucen secos, quiere decir que se viene una sequía.
Pero dado que el comportamiento del clima es cada vez más errático, hecho que los científicos atribuyen al calentamiento global, estos métodos ancestrales son cada vez menos fiables y podrían arruinar los cultivos.
Aun así, los agricultores locales confían en esas señales y algunos como Condori las complementan con instrumentos meteorológicos. Incluso, el gobierno está recuperando esos saberes ancestrales en un país que no cuenta con suficientes estaciones meteorológicas y ha incorporado las observaciones al sistema integral de información agroclimática.
"Me guío por esos indicadores naturales y me está yendo bien", dice Condori. Para comprobarlo, basta ver los rebosantes cultivos de papa en floración que pintan de verde el paisaje del altiplano a orillas del lago Titicaca, cerca de La Paz.
La comunidad, además, hace ofrendas a la Pachamama (Madre Tierra) para calmar la ira del clima y pedir por una buena producción.
En el altiplano y los valles andinos la agricultura todavía es tradicional. Los campesinos surcan la tierra con bueyes, algunos con tractor para cultivar papa, quinua y haba para el mercado local. Las sequías, heladas y granizadas azotan la montaña mientras que inundan las tierras bajas, lo que genera pérdidas anuales que superan los 150 millones de dólares, según cifras oficiales.
Científicos que estudian los efectos del cambio climático sobre el comportamiento animal dicen que está alterando los patrones de hibernación y migración, y obliga a algunos animales a moverse a zonas de mayor altitud porque sus habitats tradicionales se han calentado.
Cada 3 de mayo, Condori escudriña en el cielo la Cruz del Sur: si aparece luminosa y en el mismo sitio del año previo, iniciará la siembra en el mismo mes y en la misma parcela del año anterior. Si no aparece la constelación, será mejor cultivar otro lugar, dice.
En septiembre observa dónde anida un ave plomiza llamada leque leque. Si pone huevos en la cresta del surco habrá lluvia, pero si empolla en la ranura baja será un año seco. Por las manchas en el huevo, Condori cree adivinar si será mejor sembrar papa o quinua. "Las manchas grandes son para la papa, los puntitos pequeños son quinua", asegura.
Pero el comportamiento del ave se ha vuelto errático. Unas empollan encima, otros debajo. Quiere decir, según Condori, que al iniciar la siembra habrá lluvia y que después se perderá.
Más sorprendente es el qiri qiri, un pequeño pájaro de la familia de los cernícalos, que anida en juncos a orillas del Titicaca. Por la altura del nido los campesinos predicen cuántos centímetros crecerá el lago y si habrá mucha o poca lluvia.
"Para este año construyó el nido a 40 centímetros del nivel del lago, pero después lo deshizo, subió a 50 y cuando estaba por terminar otra vez deshizo el nido y finalmente subió a 75 centímetros. Sabíamos que llovería bastante", afirma Condori.
Si las lluvias se anuncian abundantes, sembrarán papa, si se anticipa seco optarán por quinua, que requiere menos agua y usarán bosta como abono para que actúe como esponja y retenga la humedad.
Para dar mayor certeza a sus pronósticos, combinan varios indicadores y comparten sus observaciones con comunidades vecinas antes de planear la próxima siembra.
Con el apoyo de las ONG, los agricultores del altiplano norte han sistematizado sus saberes y los combinan con datos meteorológicos. Toda la información la incorporan a un Pachagrama (de Pachamama), un registro agroclimático donde anotan sus observaciones diarias sobre el clima y la conducta de pájaros y plantas.
Condori asegura que los agricultores que se guían por la naturaleza han reducido hasta en un 40% sus pérdidas. Los científicos, por su parte, dicen que no hay datos empíricos que apoyen esas creencias.
En el altiplano sur, más árido y pobre, los agricultores fallaron en su pronóstico este año. El zorro andino no apareció en los cerros para alertar sobre el clima con sus aullidos y unos juncos se secaron antes de tiempo. "Esperábamos pocas lluvias, pero ha sido al revés", dice José Luis Quiruchi, autoridad tradicional del ayllu quechua Khuyu a 280 al sur de La Paz.
Si el zorro completa su aullido, los indígenas esperan un año generoso en lluvias, pero si es entrecortado o no aparece creen que habrá sequía. Este año sembraron papa en sitios bajos que ahora remoja la lluvia.
¿Son fiables estos indicadores biológicos? Debido al cambio climático, aves y plantas están en un período de readaptación y eso reduce su fiabilidad, dice el biólogo Fernando Ayala.
Esos conocimientos fueron relegados con la llegada de las escuelas al altiplano en los años 50, lo que trajo otras teorías, y después por la migración, pero ahora están siendo retomados como una respuesta al cambio climático sin tomar en cuenta que están variando, según el experto.
No hay estudios científicos en Bolivia sobre cambio de comportamientos en indicadores biológicos del clima.
El ambientalista Dick Hoffmann, director del Instituto Boliviano de la Montaña, dice que se trata de "observaciones valiosas e interesantes" sobre todo donde no hay registros meteorológicos, "pero hay que tener cuidado porque son subjetivos".
Un estudio científico reciente de varios investigadores, entre ellos la escuela de Geociencias de la Universidad de Texas, ha constatado que en las tres últimas décadas hubo un retraso de tres semanas en el inicio de las lluvias debido a una prolongación de la estación seca en la parte sur de la amazonia donde se encuentra buena parte del territorio boliviano.
Esa investigación científica coincide con las observaciones de los campesinos. En sentido general los indicadores naturales también están pronosticando lluvias tardías, dice Hoffmann.
El agrónomo Nelson Tapia, de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba, explica que el cambio climático ha traído algunos beneficios a agricultores que ahora pueden sembrar a mayor altura donde antes no producía nada debido al aumento de la temperatura.
Pero asegura que los efectos negativos son mayores porque ante la variabilidad climática los agricultores optan por cultivos de ciclo corto y están perdiendo cultivos nativos. Tapia asegura que los pronósticos con base en indicadores todavía son válidos si se combinan varios de ellos.
Lucio Tito, director de la Unidad de Gestión de Riesgos del gobierno, asegura que de más de mil indicadores naturales recopilados, poco más de un centenar están vigentes y son usados por agricultores. "No hay que descartarlos, hay que mejorarlos combinando con el saber científico para una estrategia frente al cambio climático", dice. "En eso estamos".
En la cuenca del Titicaca los indicadores están fallando porque es una zona de mayor variabilidad climática, según Tito.
Pero Condori dice que el leque leque siempre pondrá huevos y que es cuestión de observarlo como hacían los abuelos.
FUENTE: BY POR CARLOS VALDEZ, ASSOCIATED PRESS, CUTUSUMA, Bolivia,4/03/2014
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