Mirar otro episodio
de una serie en Netflix, leer los diarios online o descargar
aplicaciones no parecen ser formas de contribuir a la contaminación del
planeta, pero si se las suma resulta que nuestro creciente apetito por los
servicios digitales es responsable de alrededor del 2% de las emisiones de
gases de efecto invernadero del mundo, la misma cantidad que la de toda la
aviación.
Independientemente
del tamaño de los centros de procesamiento de datos de los servicios digitales
-pueden ir desde una pequeña habitación hasta gigantescas granjas de 150.000
metros cuadrados-, son enormes consumidores de energía. Es que no sólo
necesitan del suministro eléctrico para hacer funcionar los equipos que
almacenan la nube y nos proveen de música, películas y entretenimiento a
pedido. Los servidores también generan gran cantidad de calor, y por lo tanto
consumen otro tanto de energía para mantener su temperatura al límite. Por eso,
los grandes usuarios de datos, como Facebook, ahora instalan este tipo de
centros en lugares fríos, como el norte de Suecia.
Facebook también
divulgó sus propias cifras de promedio anual por navegante: 269 gramos, casi lo
mismo que la huella de carbono anual de una taza de café.Cada una de nuestras
búsquedas en Internet tiene un impacto mínimo. Google, en respuesta a quienes
afirman que cada búsqueda en su sitio genera tanto dióxido de carbono (CO2)
como hervir la mitad del agua necesaria para una taza de café (siete gramos de
CO2), calculó que la verdadera cifra era mucho menor(0,2 gramos). Mirar un
video sobre gatos en YouTube arrojó un resultado mayor (un gramo de CO2 cada 10
minutos), mientras que usar Gmail durante un año genera alrededor de 1,2 kilos
por usuario.
Pero con los miles
de millones de usuarios que tienen esos gigantes tecnológicos en todo el mundo,
la cifra final escala vertiginosamente. La huella de carbono de Google durante
2013 fue de 1.766.014 toneladas de CO2, la mayor parte generadas por los
centros de datos.
Al igual que ocurre
con el tráfico aéreo, el verdadero problema de los centros de procesamiento es
la velocidad a la que están creciendo.
"El
crecimiento de la información es exponencial", dice Sophia Flucker,
directora de Operational Intelligence, una consultora del Reino Unido que
asesora a los centros de datos sobre el uso de la energía.
"Aunque la
tecnología de la información es cada vez más eficiente y cada vez hacemos más
con menos cantidad de energía, la demanda no afloja", dice. "Todo lo
que se gana por el lado de la eficiencia se lo come inmediatamente la demanda.
Es un proceso en trayectoria ascendente", agrega la especialista.
En
tanto, la industria asegura que las mejoras en eficiencia y tecnología
energética significan que se puede "desacoplar" el crecimiento
económico del problema de la emisión de gases, para que sea posible seguir
creciendo y al mismo tiempo lograr que para 2030 la participación del sector
informático en la emisión de gases global se mantenga en los mismos niveles que
ahora.
Pero Greenpeace,
que desde hace años realiza informes sobre el desempeño medioambiental de los
centros de datos, asegura que la eficiencia energética puede mejorarse hasta
cierto punto. Para la organización, en cuestión de cambio climático el punto
clave es cómo se alimentará de energía a los centros de datos del futuro.
"Por supuesto
que la eficiencia energética es muy importante", dice Gary Cook, analista
en jefe de tecnología de la información de Greenpeace. "La eficiencia es
crucial, pero también es totalmente insuficiente por sí sola. Si se mira el crecimiento
de la demanda en los centros de datos en nuestro mundo digital, tal vez la
eficiencia logre desacelerar la curva, pero ésta sigue apuntando a la
Luna", indica.
Cook señala que los
centros de datos pueden convertirse en los villanos de la película, al ser una
creciente fuente de emisiones, o pueden transformarse en impulsores de una
búsqueda de energías limpias, como la eólica y la solar.
"Si los
construyeran bien, podrían ayudar en la transición hacia energías renovables.
Pero si los diseña mal, nos van a empujar en el sentido opuesto, y vamos a ser
cada vez más dependientes de fuentes de energía que tenemos que abandonar si
queremos frenar el cambio climático", concluye.
FUENTE: La Nación, Arg., 2 / 10 / 2015
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