El desmonte ilimitado aumentó desmesuradamente durante las últimas semanas, Argentina es uno de los diez países con mayor pérdida neta de bosques nativos. ¿Cómo impacta la deforestación en el ambiente?
En medio de la emergencia climática, y a pesar del aislamiento social preventivo y obligatorio, la deforestación en el país no ha disminuido; paradójicamente ha sido mayor este año que en el mismo período de 2019.
En los últimos días las imágenes de los incendios a lo largo del país afectaron la sensibilidad colectiva. Fotos y videos de campos incendiados recorrieron noticieros y redes sociales dando cuenta de una catástrofe ambiental. Pero no se trata de una situación coyuntural, sino de la consecuencia de un largo proceso cuyo entramado de causas (económicas, climáticas, políticas, sociales) ha llevado a la deforestación de 6.5 millones de hectáreas en las últimas dos décadas. Argentina es uno de los diez países con mayor pérdida neta de bosques. En este marco, es oportuno ahondar en las causas y consecuencias que trae aparejada la situación de los bosques nativos en el país.
Según un monitoreo satelital realizado por Greenpeace, entre el 15 de marzo y el 30 de junio de 2020 se deforestaron 21.275 hectáreas de bosques nativos en las provincias de Santiago del Estero, Salta, Formosa y Chaco, una superficie similar a la de la Ciudad de Buenos Aires.
Micaela Oroz, integrante de la organización socioambiental Consciente Colectivo, afirma que “la deforestación es una violación a nuestros derechos, impacta negativamente en la calidad de vida, perjudica sobre todo a los pueblos originarios y a los sectores más vulnerables, e impactará aún más a las generaciones futuras”.
La degradación de las funciones ecosistémicas en el país continuó durante la última semana: en nueve provincias se detectaron focos de incendio. En el caso de Córdoba, más de 14.000 hectáreas se vieron afectadas por el impacto del fuego -en un 95% intencional- y en su gran mayoría producto de quemas para expandir la actividad agrícola ganadera y el monocultivo.
El contexto tampoco ayuda: las sequías, la falta de lluvia y las altas temperaturas, potenciadas por el cambio climático, favorecen la propagación del fuego.
“Incendios de la magnitud como los que suceden ahora en humedales, en Córdoba o en Chaco, generan la pérdida absoluta de la biodiversidad que en algunos casos no se recupera”, señala en diálogo con Ámbito Javier Goldschtein, Licenciado en Gestión Ambiental y Director general de biodiversidad municipio de Pilar.
A raíz de la deforestación ilimitada e ilegal Greenpeace concretó una denuncia ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación indicando que no se trata de una actividad esencial, y además solicitó que se disponga dejar de arrasar los bosques nativos por afectar el hábitat de los últimos veinte yaguaretés que quedan en la región del Gran Chaco.
La deforestación vinculada con la ampliación de territorios para actividades agropecuarias o agrícolas en detrimento del ambiente, afectó principalmente la región del Parque Chaqueño que se convirtió en el foco más grande de deforestación después del Amazonas en Sudamérica.
¿Cuáles son las causas?
Las causas de la deforestación, entendida como la pérdida de cobertura de bosques nativos, son diversas e involucran varios procesos. Las principales radican en la expansión de la actividad agropecuaria, en su mayoría relacionadas a la agricultura y ganadería, la sobreexplotación de los recursos forestales, los incendios, los proyectos inmobiliarios, la urbanización y el desarrollo de obras de infraestructura y minería.
En el caso de la Argentina, el avance de la frontera agropecuaria, es decir, la transformación de los bosques en terrenos para el cultivo o la ganadería fomentado por las nuevas tecnologías y los elevados precios relativos de los productos agrícolas a nivel mundial, constituye la principal causa del desmonte. Sin embargo, también hay factores indirectos que impactan en los procesos que degradan el ecosistema. Los aspectos demográficos, económicos, tecnológicos y culturales a su vez conforman el entramado de causas que son parte del proceso de conversión de los bosques.
En materia legislativa también influye la falta de financiamiento para aplicar la Ley Nacional Nº 26.331 de “Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos” sancionada en 2007. La disposición intenta promover la conservación de los bosques y regular la expansión de la frontera agropecuaria mediante el control de la disminución de la superficie de bosques nativos existentes. No obstante, Goldschtein advierte que “la Ley de Bosques tiene menos asignación presupuestaria de la que debiera. Hoy las prioridades están puestas en otro lado”.
“El problema es la deforestación ilegal y la falta de control. La Ley ofrece el marco regulatorio de lo que está permitido desmontar, pero al margen de esa ley existen las deforestaciones clandestinas y la herramienta que tiene el Estado para evitar que eso suceda son las fiscalizaciones y el control del territorio. Pero hoy las Fuerzas Armadas, la Gendarmería y la Prefectura están asignadas al Covid-19”, agregó el director general de biodiversidad de Pilar.
¿Qué efectos tiene sobre el ambiente la deforestación?
Las organizaciones ambientalistas advierten acerca de las consecuencias que traen aparejados los procesos de degradación de bosques inducidos por la acción humana.
Por un lado, aumenta la emisión de gases de efecto invernadero. Sebastián Bonnin, ingeniero forestal explica que “los bosques actúan como sumideros de carbono, lo fijan, lo captan y lo guardan en la madera. Cuando se elimina ese proceso retorna el carbono al sistema”.
Al deforestar, los bosques dejan de cumplir la función absorbente y emiten los gases que estaban fijados. Al respecto Bonnin detalla que “la emisión de carbono por esta causa es similar a la que producen las grandes industrias”. En este sentido, la Argentina figura en el puesto N° 30 como emisor a nivel mundial de gases efecto invernadero, a pesar de que entre Estados Unidos, China y la Unión Europea concentran más del 80% de las emisiones, el país es responsable del 0,6 % del total mundial de los cuales un 15 % provienen de la deforestación.
Por otro lado, la deforestación modifica el hábitat de los animales provocando la extinción de especies y la pérdida de biodiversidad. Es por eso que la destrucción de los bosques naturales impide el control de plagas de cultivos, debido a que cada vez son menos los animales que controlan poblaciones de insectos que se convierten en plagas.
En consonancia, GreenPeace informó que alrededor del 30% de los brotes de enfermedades como el virus Nipah, Zika y el Ébola están relacionados con el cambio de uso de la tierra.
Además se pierde la regeneración natural del bosque y por consiguiente la provisión de leña, madera, y otros bienes de consumo para las comunidades locales. Disminuye el empleo, cambian las condiciones de vida para esas comunidades y ocasiona una reducción de los medios de subsistencia.
La degradación de los bosques también genera inundaciones, puesto que pierden su capacidad para amortiguarlas. Aumenta la incertidumbre sobre la ocurrencia de inundaciones y también sobre la generación de nuevos ríos y lagunas permanentes. Es preciso recordar que según un informe del Banco Mundial Argentina es uno de los quince países más afectados por inundaciones.
El rol de la sociedad civil
Las consecuencias de la deforestación son y serán drásticas. Resulta necesario y urgente tomar conciencia sobre la crisis climática en la cual nos encontramos, que podría conducir a otras emergencias sanitarias y desastres ambientales. El desmonte ilimitado e ilegal a costa de la degradación de los bosques y en detrimento de nuestro ambiente implica consecuencias crónicas y nocivas para los seres vivos.
“Nuestro rol, como miembrxs de la sociedad civil, es no quedarnos calladxs. Es informarnos sobre la situación actual y exigir respuestas. Lo peor que podemos hacer desde la sociedad es resignarnos a que las cosas no van a cambiar y dejar de reclamar el cumplimiento de nuestros derechos. Informémonos, sabemos que es angustiante, pero el primer paso para que la clase política incorpore las problemáticas socioambientales en su agenda como prioridad, es una sociedad informada que exprese sus reclamos colectivamente”, asegura Micaela Oroz.
De la misma manera que se actuó rápidamente frente a la emergencia sanitaria por el Covid-19 es necesario ser conscientes del escenario que se avecina. Reactivar los mecanismos que propone la ley y avanzar en materia de educación ambiental son las herramientas necesarias para un presente y un futuro sostenible.
FUENTE: Ambito, 30-08-2020
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