El proyecto RESCCUE reúne a múltiples actores públicos y privados en torno a un solo objetivo: reducir los riesgos y daños de los desastres provocados por el cambio climático mejorando la capacidad de las ciudades de recuperarse rápidamente
Vivimos en un planeta cada vez más urbano. El 54% de la población mundial vive en ciudades, una proporción que aumentará hasta el 66% para 2050. Este crecimiento espectacular plantea importantes retos de gestión y gobernanza, sobre todo para poder hacer frente a los diferentes impactos del cambio climático: ocho de las diez ciudades más pobladas del planeta son vulnerables a los terremotos, y seis de ellas están en riesgo de inundaciones, marejadas ciclónicas y tsunamis. Por eso es tan importante el concepto de resiliencia urbana, que hace referencia a la capacidad de las ciudades de responder y recuperarse de sucesos o desastres inesperados y es clave para diseñar herramientas que permitan responder adecuadamente a las consecuencias del calentamiento global.
Este ha sido el foco principal de la conferencia Resiliencia urbana en un contexto de cambio climático, que se celebra esta semana de manera virtual con los aportes de más de 100 expertos de administraciones públicas, organizaciones internacionales y empresas privadas, 80 presentaciones y la participación de más de 600 personas. El evento sirve de punto y seguido al proyecto europeo RESCCUE (acrónimo en inglés de Ciudades Resilientes Contra el Cambio Climático), que durante los últimos cuatro años ha reunido a empresas, ayuntamientos, centros de investigación y universidades para proporcionar una serie de herramientas y metodologías de resiliencia urbana que se puedan poner en práctica en otras ciudades.
“Si las ciudades son resilientes, enfrentarán la situación del cambio climático en la mejor forma. En los últimos meses hemos sido bombardeados por esta crisis de la COVID-19, pero el cambio climático sigue ahí y es muy importante también. Es hora de que dejemos de pensar y comencemos a actuar“, ha asegurado este martes Esteban León, jefe del Programa Global de Resiliencia Urbana ONU-Habitat. Para encontrar formas prácticas de mejorar esa resiliencia, RESCCUE ha estado trabajando en tres ciudades diferentes, seleccionadas por su representatividad de la diversidad europea en términos de tipo de clima y características de la ciudad: Barcelona, Lisboa y Bristol.
De hecho, cada una de estas tres ciudades tiene que resolver problemas de inundaciones que, aunque derivados en su mayoría del gran reto del cambio climático, presentan particularidades. En Barcelona, por ejemplo, se han centrado en las inundaciones urbanas derivadas del desbordamiento del alcantarillado durante tormentas fuertes, pero también en retos relacionados con el agua como las sequías, las olas de calor o el aumento del nivel del mar. En cualquier caso, el objetivo de tener tres ciudades como plataforma de validación y primera aplicación de los resultados de RESCCUE garantizará que el producto final esté completo y sobre todo asegurará su máxima replicabilidad cuando finalice el proyecto.
“Las ciudades son sistemas complejos de entidades interconectadas, pero al desarrollar modelos de éxito se puede ayudar a cualquier zona urbana del mundo a mejorar su resiliencia”, ha explicado Marc Velasco, director de Aquatec-SUEZ y coordinador de RESCCUE. Además, el hecho de que este proyecto se diferencie de otras iniciativas de resiliencia urbana a través de un estudio integrado de sistemas urbanos tan diversos como el agua, el alcantarillado, la electricidad, los residuos o las telecomunicaciones, mejora su capacidad de extrapolación a otras ciudades del mundo.
Datos y ciudadanía
Una de las grandes aportaciones del proyecto RESCCUE que se ha presentado en la conferencia de esta semana es el gran volumen de datos que se han recogido sobre las consecuencias de las inundaciones en zonas urbanas, que permite enfocar la prevención y la reconstrucción con conocimiento de causa. “Cada vez tenemos más tecnologías que pueden procesar grandes cantidades de datos, pero si los datos no son buenos, el resultado tampoco. Si no tenemos la información correcta, no podemos tomar buenas decisiones, y eso es algo que se buscado solventar desde este proyecto”, ha explicado Rafaela Saldanha Matos, responsable del Laboratório Nacional de Engenharia Civil, con sede en Lisboa.
De hecho, los datos recopilados demuestran cómo las tecnologías inteligentes para emergencias como inundaciones contribuyen significativamente a la respuesta oportuna y han reducido el número de personas afectadas o muertes durante situaciones de desastre. En este punto, innovaciones como el big data o el intercambio de datos en la nube, también ayudan en la recuperación de la ciudad tras el desastre, identificando prioridades de inversión y reutilizando casos de éxito para aplicarlos en nuevos contextos.
Pero Matos también ha hecho hincapié en la dimensión colaborativa de la resiliencia de la ciudad. “Cooperar con los ciudadanos no es una externalidad, sino más bien el secreto de una verdadera coprodicción. Los ciudadanos no son usuarios finales, son socios y aliados necesarios para llegar lejos juntos. El objetivo final es resolver lo irresoluble, que es el cambio climático, por lo que necesitamos hasta la última colaboración que podamos encontrar”, ha puntualizado.
En este sentido, también es muy imporante “aumentar la concienciación sobre los riesgos de inundaciones y las actuaciones individuales que pueden ayudar a resolver el problema”, según ha apuntado Juan Francisco Arrazola, del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. “Sabemos que la resiliencia es una de las herramientas más poderosas que tenemos para combatir el cambio climático, pero las repercusiones de cada crisis meteorológica dependen de la preparación de la ciudad para responder a impactos específicos predecibles y de la forma en que los ciudadanos perciben y reaccionan a esos evento”, ha asegurado.
El gran reto de esta concienciación es el hecho de que ésta disminuye con el tiempo. Cuando ocurre una inundación, todo el mundo recuerda su impacto y la importancia de actuar en consecuencia, pero la preocupación disminuye con el tiempo. Además, al incluir el cambio climático en la conversación, el marco temporal y geográfico se vuelve inabarcable para muchos ciudadanos, por lo que Arrazola asegura que hay que seguir trabajando en lo que el llama “el software” de la resiliencia climática: el libre intercambio de datos y conocimiento.
Colaboración entre actores
Otro punto que han abordado los expertos en esta conferencia es el necesario enfoque holístico y multisectorial de la resiliencia en las ciudades. El propio proyecto RESCCUE es un gran ejemplo de esta estrategia, un trabajo en equipo: las universidades y centros de investigación desarrollan nuevas metodologías y herramientas que luego se implementan con los datos de empresas privadas, para después aportar información que pueda mejorar los planes de resiliencia de las ciudades.
“La gobernanza en este tipo de políticas es especialmente compleja porque hay muchos actores, desde las administraciones públicas que desarrollan políticas hasta los actores privados que ayudan a aplicarlas, sin olvidar la importancia de que los ciudadanos las entiendan y apoyen. Lo que se necesita es un enfoque integrado: la comunidad científica y las empresas deben utilizar sus datos y descubrimientos para informar a los responsables políticos, debe haber una mejor sinergia”, ha explicado Phillipe Quevauviller, que trabaja en resiliencia urbana desde la Comisión Europea, cuyo apoyo ha sido clave para RESCCUE al aportar casi siete de los ocho millones presupuestados.
Un buen ejemplo de la importancia de esta colaboración público-privada para aumentar la resiliencia es la ciudad de Barcelona, que por su orografía y situación geográfica presenta un mayor riesgo de episodios de lluvias severas e inundaciones como consecuencia del cambio climático. Según ha apuntado María Salamero, ingeniera en Aigües de Barcelona, “lo más importante es estar preparado y contar con planes, análisis y soluciones diseñadas para responder a eventos extremos concretos”, una estrategia que solo es posible teniendo en cuenta a todos los actores del sector del agua urbana.
Eso sí, Salamero también ha hecho hincapié en que hace falta “más legislación, datos, modelos y planificación, pero sobre todo más recursos económicos”, porque aunque proyectos como RESCCUE ayudan a identificar exactamente lo que hay que hacer para hacer frente a desastres como las inundaciones, “hace falta inversión”. Y es que aunque España ya es pionera en Europa en infraestructuras urbanas de resiliencia, aún queda un trabajo muy importante por hacer que, entre otras cosas, se aprovechen las lecciones extraídas de este proyecto para hacer de verdad las urbes de cualquier tamaño resilientes al cambio climático.
FUENTE: El Agora , 20-10-2020
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