El 2020 dejó tres avances con importantes consecuencias ambientales: el manejo del coronavirus, el progreso en la transformación energética, y el posicionamiento de China como un líder global en el proceso de ‘descarbonización’ de la economía y la diplomacia del cambio climático.
Estos tres procesos reflejan las consecuencias del rápido avance tecnológico, auguran un buen futuro ambiental y preocupan a los defensores de la democracia liberal.
La pandemia llegó de manera sorpresiva. Se perdió tiempo valioso debido al desconocimiento de las autoridades, a las dificultades en la comunicación del conocimiento científico y a la propagación masiva del miedo. La sociedad y el Estado tardaron en aprender a manejar el virus y, después, algunos líderes aprovecharon la situación para legislar precipitadamente y lejos de la atención pública.
Durante la pandemia se discutieron ampliamente los impactos de las distintas formas de abordar la COVID-19. En algunos casos, las soluciones resultaron peores que la enfermedad, pero afortunadamente las predicciones más pesimistas no se cumplieron.
Las cuarentenas permitieron mejorar el sistema de salud, aunque dejaron a millones de personas sin trabajo y perjudicaron sensiblemente a los más pequeños. Aún no se tienen datos ni análisis adecuados para entender qué ocurrió en los hogares colombianos durante este año.
Pero la lucha contra el virus también dejó importantes enseñanzas como la interpretación de las tasas de mortalidad, la identificación de comorbilidades, e incluso el manejo de la desinformación y los protocolos de bioseguridad.
Pero el principal legado fue la transformación digital, que se comprimió cinco años de avances graduales en nueve meses de pandemia. De ahora en adelante numerosas actividades económicas, educativas y sociales continuarán el proceso de virtualización.
Debemos prestar atención para identificar anticipadamente los ganadores y perdedores de la transformación digital acelerada. Los emprendedores que interpreten adecuadamente este proceso y ofrezcan soluciones a los colombianos se beneficiarán de la situación.
Al mismo tiempo, las instituciones tradicionales deberán ajustar sus modelos de negocio, invertir en el talento humano y proteger a sus empleados para evitar que aumenten la pobreza y la desigualdad.
La transición energética
El cambio de las fuentes de energía que alimentan la industria es un proceso lento que responde a los avances tecnológicos y a los incentivos económicos. En el 2020 observamos que la producción de baterías y vehículos eléctricos se alineó con los mercados financieros. Esto señaló la disminución en el uso de los combustibles fósiles y el progreso en la transformación energética.
Durante este año, Tesla, la empresa fabricante de baterías y vehículos eléctricos, se consolidó con avances técnicos, comerciales y financieros notables. Tras superar muchos retos, desarrolló la tecnología para hacer baterías y las incorporó en un vehículo que los consumidores recibieron felizmente. Luego, demostraron la solidez de su modelo de negocios ante los escépticos y los fondos de inversión que apostaron en su contra.
Actualmente Tesla cuenta con la tecnología, el capital y la reputación para aumentar su producción y lograr economías de escala rápidamente. A medida que aumente el número de empresas de este tipo se difundirán los avances en la electrificación del transporte en otros mercados y geografías.
Resulta fascinante observar cómo este año China se convirtió en un líder en la lucha contra el cambio climático.
Algunos de los grandes fabricantes de vehículos y de las principales figuras en la industria del transporte están casi listos para competir en el naciente segmento del transporte eléctrico.
Por esto es probable que las emisiones de carbono del transporte sigan disminuyendo y se multipliquen las compañías de energía limpia impulsadas por la especulación en los mercados financieros.
Los avances tecnológicos y el éxito de algunas empresas indican que la transición energética en Europa, Norteamérica y China será un poco más rápida de lo pronosticado por Vaclav Smil. La industria global reducirá el consumo de carbón en los próximos años, usará más el gas natural y modernizará el transporte. Estas son buenas noticias.
China y el cambio climático
Desde los años noventa el discurso liberal ambientalista llamó la atención sobre algunos problemas como la deforestación y el cambio climático y promovió una ética de responsabilidad colectiva.
Pero el ambientalismo también chocó con las agendas económicas y sociales de los países en desarrollo como China, India y Brasil. Con estos antecedentes resulta fascinante observar cómo este año China se convirtió en un líder en la lucha contra el cambio climático.
En septiembre, el presidente Xi Jinping anunció que China planea lograr la neutralidad en sus emisiones de carbono antes de 2060. Para entonces China deberá transformar su economía para usar energía limpia y desarrollar tecnologías para secuestrar el carbono a gran escala. Aunque es imposible pronosticar el éxito de esta transición energética, las cifras sugieren que es posible.
La Gráfica 1 muestra las fuentes de energía que alimentan el consumo en China. Se observa el descenso en el consumo de carbón (coal), la diversificación del portafolio energético y el aumento gradual en la producción de energía a partir del gas natural.
China tiene ventajas competitivas importantes para liderar la transición energética al igual que la producción industrial en otros sectores. Las ventajas son su gran población, su rápido crecimiento económico y los bajos costos y gran productividad de la mano de obra. Además, China cuenta con un estado con una visión a largo plazo y con un sector tecnológico bien formado.
En los últimos años Xi Jinping desarrolló un plan para convertir a China en una potencia global. De acuerdo con Amy Webb, el grupo de las grandes empresas de tecnología de China: Baidu, Alibaba y Tencent (BAT) tiene capacidades técnicas similares a las de Google, Apple, Facebook y Amazon, pero cuenta con un capital mayor y muchísimos más datos.
Además, el grupo BAT cuenta con el apoyo, liderazgo y vigilancia del Estado. Por esta razón, es posible que China desarrolle la tecnología para ‘descarbonizar’ su economía en las próximas tres o cuatro décadas.
Pero aún hay problemas que deben resolverse. China es el principal productor de acero, aluminio y cemento del mundo y el principal consumidor de carbón. Hasta el momento esos materiales no pueden producirse con tecnologías limpias.
Asimismo, China construye y financia grandes proyectos de infraestructura en Asia y África con controversiales legados ambientales y sociales. En algunos años se sabrá si el gigante asiático logra compaginar el progreso tecnológico, el crecimiento económico y la diplomacia ambiental.
En los últimos años, la cultura política China también se ha convertido en motivo de discusión. Las pruebas sugieren que el capitalismo chino bajo la dirección del partido comunista es más productivo y dinámico que el capitalismo liberal. Irónicamente, el capitalismo funciona mejor sin democracia, como puntualizó Slavoj Zizek hace algunos años. Por esto es importante anticipar las consecuencias de la globalización del modelo político chino.
Perspectivas para Colombia
La transición energética tiende a reducir la demanda y el precio del carbón y el petróleo. Estos combustibles fósiles representan el 40 % de los ingresos de Colombia. Por eso es urgente identificar alternativas que produzcan ingresos para el país a largo plazo. Aunque parezca un lugar común, la principal alternativa será la educación.
Hay que repensar la formación en ciencia y tecnología, de modo que se desarrollen las competencias para la creación de valor en las economías modernas. De lo contrario no podremos cumplir los objetivos de desarrollo a los que el gobierno se ha comprometido.
FUENTE: razonpublica, 21-12-2020
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