Se trata de no superar los dos grados; sin embargo, el esfuerzo es titánico. Cuando faltan menos de seis meses para la esperada Cumbre del Cambio Climático que se celebrará en noviembre y diciembre, los representantes de 190 países trabajan en Bonn con el objetivo de preparar el borrador de acuerdo para reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Al mismo tiempo, también en Alemania, el grupo de siete de los países más ricos del mundo firmó una declaración en el palacio bávaro de Elmou para acordar evitar que el calentamiento global supere los dos grados centígrados de media con relación a los valores de la era preindustrial.
Como bien ha dicho ayer el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti, durante el acto para conmemorar el Día Mundial del Ambiente, que se celebra cada 5 de junio, "el problema ambiental afecta la vida de las personas de manera directa, y los más afectados son los vulnerables".
Es de destacar que, durante los 10.000 años anteriores al siglo XVIII, la concentración en la Tierra de CO2 (dióxido de carbono, gas cuya presencia en la atmósfera aumenta el efecto invernadero) era de unas 280 partes por millón (ppm). Hoy, la concentración está casi sobre las 400 ppm. El motivo de esta diferencia es la emisión de CO2 procedente de la actividad industrial de los combustibles fósiles y de la deforestación ocurrida desde entonces. Si la influencia humana total sobre la atmósfera alcanzara el equivalente a 550 ppm de CO2 provocaría un aumento de la temperatura media global de tres grados centígrados. Si se mitigaran las emisiones, quizá podría evitarse sobrepasar los 450 ppm y el aumento sería de sólo dos grados.
Los científicos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático aseguran que más de dos grados representaría un riesgo sustancial para que se produzca un punto de inflexión climático que podría tener impactos no tolerables sobre el bienestar humano: entre otras consecuencias gravísimas, la desaparición del hielo estival ártico y el derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y de la Antártida Occidental, olas de calor, huracanes que se producirían fuera de temporada, sequías e inundaciones.
Es por eso que los dirigentes de los países de máxima industrialización (Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá y Japón), conocidos como G-7, reunidos en Alemania, apoyaron de modo unánime la meta fijada por las Naciones Unidas para reducir en 2050 las emisiones de gases de efecto invernadero entre 40 y 70 por ciento respecto de 2010, y una descarbonización completa de la economía global antes de 2100. Es más: se puso el acento en los países que no integran el G-7, sobre todo China, que se encuentra entre los que más contribuyen al calentamiento global y se niegan a reconocer potestad alguna para frenar su desarrollo industrial.
La propuesta del G-7 supone un paso importante que incrementa las posibilidades de éxito de la próxima Cumbre de París. La iniciativa impulsa incluso el Fondo Verde del Clima, mecanismo que debe estar dotado con 100.000 millones de dólares al año a partir de 2020 para apoyar a las naciones más vulnerables al cambio climático.
Hay muchos motivos para pensar que la Conferencia de las Partes o COP marcará, en diciembre, un antes y un después en la lucha contra el cambio climático, gracias a la consecución de un compromiso vinculante y definitivo para la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera a partir de 2020. Hasta esa fecha durará el aplazamiento que desde la COP de Copenhague de 2009 se hizo del Protocolo de Kyoto, que marcaba un recorte en las emisiones de CO2 del 15 por ciento para los países firmantes respecto de lo emitido en 1990. A diferencia de Kyoto, donde el control de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero sólo vinculaba a algunas economías desarrolladas, la intención del acuerdo de París es que también incluya a las naciones en vías de desarrollo.
Se busca un acuerdo sobre nuestro futuro. No se propone simplemente alcanzar un resultado en una reunión de burócratas arrogantes. La ciudadanía planetaria necesita un documento urgente que mejore su calidad de vida y que celebre el planeta. Un documento final que pueda leerse de pie y en voz alta. Es imprescindible no superar los dos grados. De eso se trata.
FUENTE: lanacio.com, 11 / junio / 2015
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