El color marrón y el gris de este abetal del Pirineo es el de abetos
muertos por la sequía de 2012. J. JULIO CAMARERO | EPV
A medida que avance el siglo, las olas de calor y los periodos de sequía como el actual serán más extremos y habituales. Es una de las consecuencias que el cambio climático tiene preparadas para las regiones de clima mediterráneo. Ahora, un estudio muestra que otro de sus efectos será la mengua, cuando no desaparición, de los últimos bosques de abetos que quedan en la cuenca mediterránea.
Son reliquias del pasado. Aguantaron como pocas especies el frío de la última glaciación hasta hace unos 10.000 años. Se refugiaron en zonas que, por su ubicación geográfica, orientación o su orografía, permitieron la subsistencia de los abetos y otras muchas especies. Con la retirada del hielo, mientras que otros muchos seres vivos medraron por toda Europa, los abetos se quedaron en estas islas biológicas. Son la sierra de Grazalema o la de las Nieves en España, el Rif en Marruecos, los montes más altos de Líbano o las montañas del Atlas argelino. Algunas especies, como el Abies alba, cuentan por millares sus hectáreas de bosque. De otras, como el Abies nebrodensis, no quedan más de 20 árboles en Sicilia. A todas, el cambio climático las está sometiendo a una nueva prueba.
Investigadores de varios países europeos, liderados por ecólogos españoles, han echado la mirada atrás para ver el futuro de siete de las especies de abetos presentes en la región mediterránea. Leyeron la anchura de los anillos de troncos de ejemplares de 30 bosques diferentes, desde España hasta Turquía, pasando por Italia o Grecia. En condiciones normales, el crecimiento anual queda reflejado en la regularidad del ancho de cada anillo. Pero los eventos climáticos extremos, como las olas de calor o las sequías, también dejan su rastro en los troncos.
"Observamos una bajada del crecimiento a medida que avanzamos en la segunda mitad del siglo XX", dice el ingeniero de montes del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC y coautor de este estudio, Raúl Sánchez-Salguero. "Una bajada previa a la mortandad", añade J. Julio Camarero, investigador de IPE-CSIC. Cada vez es más frecuente ver abetos marrones o grises (muertos) entre el verde de los demás árboles. Con esos datos del pasado de cada especie y de cada bosque pudieron proyectar el futuro de los abetos en un escenario en el que habrá más y prolongadas olas de calor y periodos de sequía cada vez más largos.
Según los resultados de su trabajo, publicados en PNAS, buena parte de abetales mediterráneos sufrirán contracciones del crecimiento de sus árboles de entre el 20% y el 50% para la segunda mitad de este siglo. Al cronificarse lo que antes era excepcional (sequía y olas de calor), los bosques de abetos situados más al sur, como los de Andalucía, Marruecos, Turquía, Siria o Grecia podrían desaparecer. Mientras, los abetales situados en el norte de Italia, los Pirineos o más allá, en general formados por abeto común, prosperarán. "Seguirán teniendo lluvia y suelos húmedos, pero con unas temperaturas más suaves", recuerda Camarero.
Para sus autores, esta investigación permitirá determinar la vulnerabilidad climática de cada bosque, generando mapas globales o continentales y estableciendo el posible impacto de futuras sequías y otros eventos extremos climáticos sobre los bosques. "El objetivo futuro será mejorar estos modelos empíricos de vulnerabilidad para ampliar el análisis a otras especies de árboles y otros tipos de bosques en la cuenca mediterránea y Europa", indica Sánchez-Salguero.
Para el ecólogo de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y también coautor del estudio, Juan Carlos Linares, si desaparecen los bosques de abetos, con ellos podrían desaparecer los ecosistemas que sustentan. "Estas zonas han servido de refugio para infinidad de especies, no solo para los abetos. Buena parte de la biodiversidad europea tiene ahora distribuciones geográficas mucho mayores, pero se refugió aquí durante las glaciaciones", recuerda.
A pesar de los peligros que se ciernen sobre los bosques de abetos del Mediterráneo, Linares es, sin embargo, optimista: "Todas estas especies viven al límite. Habrá extinciones locales, pero no podemos subestimar su capacidad de adaptación. El pasado nos muestra que si estas especies de abetos han subsistido durante cientos de miles de años, seguirán haciéndolo".
FUENTE: El País , 6 / 11 / 2017
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