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miércoles, 27 de marzo de 2019

EL CAMBIO CLIMÁTICO SE ACELERA MÁS RÁPIDO DE LO ESPERADO






La RAE define finitud como cualidad de lo finito, de lo que tiene límite, término, fin. Sí, el planeta es finito, en tanto que tiene recursos limitados. Y el cambio climático, acelerado de forma agitada, veloz y profunda por la acción humana y el desarrollo sistémico está modificando el clima de forma extrema e incontrolable. There is no Planet B; No hay planeta B. Lo decíamos miles de personas como activistas en 2009 a las puertas de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de Copenhague. Y avanzados los años de cuenta atrás, la demanda continua vigente como lo manifiestan cada viernes por las calles de todo el mundo millones de jóvenes que piden presente y futuro para sus vidas, para el clima y para el planeta. Es importante repetirlo, que la sociedad y los poderes públicos lo asuman de una vez: el equilibrio para la existencia y pervivencia de la vida es delicado. Y está en riesgo.
A este respecto, nuestro lugar como ciudadanos tiene que ser el del compromiso inequívoco con la vida y el planeta. Y la posición de las personas que nos dedicamos a la vida pública y la acción legislativa tiene que ser frontal contra la barbarie negacionista. La situación, que da señales cada día, es alarmante. Cambios que necesitan miles de años para hacerse realidad están sucediendo con una celeridad que no se corresponde con los ciclos naturales del planeta. Y es que el calentamiento global ya está aquí. Con efectos palpables a nivel mundial. El aumento de la temperatura media del planeta desde la época preindustrial (poniendo como frontera el año 1880) supera los 1,5 grados centígrados, y la reacción en cadena es evidente: aumento del nivel del mar, acidificación de los océanos, incremento en la frecuencia de fenómenos extremos y desastres naturales como huracanes, incendios e inundaciones. Consecuencias climáticas con derivadas en la vida en el planeta, como la destrucción de la flora y la fauna o la creciente e insoportable realidad de los refugiados climáticos.
Pero no es solo el sur global el que sale perjudicado en el camino hacia el precipicio. España es el país más árido de Europa y su temperatura media ha subido 1,6 grados en los últimos cincuenta años, es decir, el doble que en el resto del mundo. El 74% del suelo español está en proceso de desertización y llegará a ser el 94% en medio siglo. Los grandes incendios, que aumentaron un 200% en el año 2017, cada vez son más devastadores e incontrolables. Si el derretimiento de los polos eleva el nivel del mar en tres metros de aquí al 2100 —lo que es una posibilidad real—, buena parte de ciudades como Barcelona, Málaga, A Coruña y Santander, entre otras, se verán completamente anegadas. Reservas ecológicas como Doñana o el Delta del Ebro y ecosistemas como las Rías Baixas gallegas desaparecerán. O desaparecerían. Aún estamos a tiempo de actuar.
Dejemos de hablar del cambio climático. Detengamos el camino hacia el precipicio. Hay un planeta y un futuro que salvar
Quienes defendemos un proyecto político basado en la justicia social y ambiental, partiendo desde una propuesta de solidaridad entre territorios en un marco de Estado plurinacional, pensamos el presente y el futuro legislativo y de gobernanza sobre dos objetivos: nuevo modelo productivo como oportunidad y cumplimiento de compromisos climáticos como necesidad ante el precipicio. Sin demoras, sin excusas, con recursos. La sociedad lo demanda. El planeta lo necesita.
Nuestra mano está tendida. Nuestro compromiso con la sociedad lo es a un tiempo con el planeta. Dejemos de hablar del cambio climático. Detengamos el camino hacia el precipicio. Hay un planeta y un futuro que salvar.
FUENTE: El País , 26 / marzo / 2019

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