Aumento de la temperatura de las aguas marinas, subidas del nivel del mar, deshielo del Ártico, cambios en las frecuencias e intensidad de las tormentas -cada vez más crudas-, acidificación de los océanos...
Se nota y se siente que el cambio climático está presente. Y no solo eso: ha dado ya numerosos ejemplos de sus consecuencias. Muy pocos dudan de que aquellos síntomas tienen influencias en la calidad, cantidad e, incluso el destino de las capturas.
Tampoco de que están detrás de los desplazamientos hacia el norte de las especies del hemisferio norte y hacia el sur los que habitan por debajo de la línea del Ecuador, dejando cada vez más vacía la zona de los trópicos. Pero se teme que lo peor esté por llegar, pues hay quien vaticina extinciones locales y rotación de hasta el 60 % de las poblaciones marinas e invasiones de especies.
Aunque sus efectos no serán homogéneos. Hay comunidades costeras a las que el cambio climático ha bendecido con más variedad y mayor abundancia, y hay zonas en las que no se volverán a ver especies que antes constituían la dieta básica de su población.
Son apuntes que salieron del Congreso Mundial sobre Cambio Climático y Pesquerías que organizaron en Vigo la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y Conxemar como aperitivo de la feria mundial del congelado, que se cerró el jueves en la ciudad olívica.
Noruega sonríe, el Mediterráneo se lamenta.
Expertos como John Pinnegard, que estudia el cambio climático en el Cefas británico (Center for Environment, Fisheries and Aquaculture Science), subrayan que el cambio climático no ataca a sus víctimas por igual. En unas se ceba más que en otras. El Mediterráneo, el mar Rojo, el Negro y esos mares embolsados no tienen la suerte de cara. Están en el saco de los perdedores, con las regiones subpolares y los trópicos. Por el contrario, en mares antes demasiado fríos nadan ahora como pez en el agua especies antaño ausentes como la merluza o el boquerón. El de Barents, por ejemplo. O el del Norte. En ese termómetro, España se encuentra entre los países de riesgo alto por el impacto -para peor- del cambio climático.
Las especies
Cefalópodos, en su salsa; marisco, en retroceso.La observación demuestra que unas especies se sienten en su salsa con las nuevas condiciones asociadas a las alteraciones climáticas. Pulpo, calamar, sepia... La familia de los cefalópodos se encuentra bien con las nuevas temperaturas. Tanto, que sus capturas han aumentado en los últimos decenios, según han constatado los científicos. A otras, como el bacalao, que prefieren nadar en aguas en torno a 10 grados, el calentamiento que se asocia al cambio climático no les sienta nada bien. Tampoco a los bivalvos les gusta este nuevo clima. Y al que menos, al mejillón. Es más, desde el Cefas apuntan que los mayores niveles de impacto global se han dado en los países en los que tienen una mayor producción de marisco, como Francia, Italia y, por supuesto, España.
Escocia se pasa al bocata de calamares. El Atlántico noroeste es una de esas 24 áreas del globo en las que el agua se está calentando a mayor velocidad que en otros puntos. Y eso está modificando la distribución y abundancia de las especies, contó Myron Peck, profesor de Oceanografía Biológica y Ciencias Pesqueras de la Universidad de Hamburgo. Desde 1990 hasta ahora, los desembarcos de calamar en Europa se han multiplicado por diez, al igual que los de corvina o róbalo. «Hay más profesionales en Escocia pescando calamar que abadejo, la especie que se emplea para hacer fish & chips». Y sardina, anchoa y boquerón están empezando a llegar al mar del Norte, donde también se han visto ya nadando túnidos tropicales. Mientras, la merluza y la xarda casi están besando el polo Norte.
Tormentas que dan miedo
Más días de amarre. Por ahora, los pescadores del Reino Unido, Escocia y otros que viven del mar del Norte tienen más temor a las tormentas que al cambio climático. Las de los últimos años están siendo especialmente fuertes y devastadoras. Muchas embarcaciones, explicó Pinnegard, se han visto obligadas a permanecer amarradas en puerto hasta tres largos meses, en los que no pudieron salir a faenar por las condiciones climáticas. Porque, eso sí, la pesca sigue siendo una de las actividades más peligrosas del mundo, y el riesgo de sufrir un accidente es 115 veces más elevado que en la media de ocupaciones.
El continente sumergido
Recién llegados a esto de la pesca.Puede que sea porque en esto de la pesca como actividad industrial llevan muy poco tiempo -apenas 50 años-, pero en Nueva Zelanda notan más los efectos de Zelandia, ese continente sumergido que tienen en sus inmediaciones, que los efectos del cambio climático, que «no son evidentes», según Alistair Macfarlane, secretario ejecutivo de la Coalición Internacional de Asociaciones Pesqueras (ICFA). Tampoco les ha dado tiempo a sentir si ya ha llegado la segunda oscilación decenal del Pacífico.
ALASKA
El canibalismo del abadejo. A diferencia de Nueva Zelanda, en Anchorage y otros puntos de Alaska sí están sintiendo los efectos de los años más cálidos de la historia, en los que han aumentado las tormentas, en los que se ha derretido tanto el hielo del Ártico que cada vez tienen que ir más al norte a buscar pescado, y en los que ha habido otros cambios que han alterado tamaños, abundancia y hasta el calendario de migración del salmón. Alaska ha sufrido una ola de calor sin precedentes y la temperatura media registrada en el mar de Bering en el 2016 fue la más alta en los últimos 35 años.Lo contó Nicole Kimball, vicepresidenta de la Pacific Seafood Processors Association (PSPA), que explicó que esas alteraciones están afectando a la distribución del abadejo, menos abundante que antes, pues hay menos zooplancton para los juveniles; y para las demás especies que le sirven de alimento, con lo que han aumentado los episodios de canibalismo en la especie. En cuanto al cangrejo, sufre por la acidificación y la temperatura y se ha detectado más mortalidad de juveniles.
RED DE TRANSPORTE
Niños devastadores. En Perú están acostumbrados al Niño y a los ciclos que este impone en la anchoveta, el principal recurso del país, que lo ha colocado en el ránking de producción de harina y aceite de pescado. Pero los Niño vienen con una fuerza inusitada, con episodios de devastación nunca antes vistos. Es uno de los síntomas que perciben del cambio climático. El otro termómetro lo tienen en el potón del Pacífico. La población ha migrado al sur, para desesperación de la industria, que se ha asentado en el norte. Ese cambio en la distribución ha obligado al país a desarrollar toda una red de transporte para llevar el potón desde los puertos de descarga, en el sur, hasta el norte, donde están las fábricas para darle valor añadido.Benguela
Huída en pos de la comida.En Sudáfrica, donde la corriente de Benguela y su afloramiento propicia la existencia de recursos pesqueros también están notando cambios. Allí no han disminuido como en Galicia esos episodios de afloramiento, pero sí se percibe que se ha desplazado hacia el sur. También un aumento de la temperatura del agua. Eso ha cambiado la productividad. Y la distribución. Las especies se alejan hacia el este, de forma que la flota ha tenido que ir a pescar a puntos a los que antes jamás llegaba. Además, según explicó Madodda Khumalo, ejecutivo de la compañía sudafricana Sea Harvest, ese desplazamiento de oeste a este de los pequeños pelágicos lleva a otras especies más grandes a que los sigan en busca de alimento.
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