El Foro Económico Mundial de Davos 2018, con el impresionante telón de fondo de montañas y calles nevadas, fue paradojalmente escenario de numerosas intervenciones de líderes económicos sobre el calentamiento global, reafirmando el trascendental compromiso que el sector financiero mundial hiciera en diciembre de 2015 cuando se pactó el Acuerdo de París.
La ciencia, que ha alertado sobre los estrechos márgenes de tiempo para actuar sobre las causas del acelerado incremento de la temperatura global del planeta y poder controlar sus impactos, finalmente fue escuchada. Los timoneles de las grandes potencias del mundo habían encontrado una modalidad que les permitía comprometerse en esta gigantesca campaña sin poner en riesgo sus intereses económicos y geopolíticos, pero solo la certeza de que el sistema financiero internacional pondría su medio millar de trillones de dólares a disposición de esta tarea permitió cerrar un trato cuya meta es lograr una economía mundial con emisiones netas cero de gases de efecto invernadero a fines de este siglo.
Parece apropiado recordar estos hechos cuando el próximo gobierno de Chile anuncia como eje central de su gestión la recuperación del ritmo de crecimiento de la economía nacional. Sin embargo, para tan crucial derrotero es requisito sine qua non alinearse con los objetivos de las finanzas del mundo, de tal modo de evitar un probable sinsentido de inversiones en activos que se inmovilizarían por las medidas de respuesta al cambio climático y, fundamentalmente, para atraer parte de las cuantiosas inversiones internacionales que estarán disponibles para estos propósitos.
Es menester entonces acelerar el diseño de la estrategia país que permita cumplir con los compromisos internacionales del Acuerdo de París. Y para hacerlo hay material suficiente, sólidamente fundados y consultados, desarrollados por diversos ministerios en estos últimos años. Entre ellos: Energía 2050. Política energética de Chile; Plan de adaptación al cambio climático del sector energía; Agricultura chilena, reflexiones y desafíos al 2030; Estrategia nacional de cambio climático y recursos vegetacionales, y Plan de acción nacional de cambio climático, a los que se suman los trabajos encabezados por el ministerio de Hacienda para un uso estratégico del Fondo Verde del Clima y los realizados por la Agencia de Cambio Climático y Sustentabilidad en los temas de la alianza público-privada fundamental para estos fines.
Pero hay una misión relevante que emprender para que, desde todos estos trabajos y seguramente de muchos otros más, emerja la estrategia mencionada. Hay que llevar a cabo una acción no menor: romper con una compartimentalización mal entendida de las preocupaciones sectoriales, que incluso alcanza en ocasiones niveles de competencias Tareas de crucial importancia, en general, para emprender reflexiones integradoras de todas las dimensiones del desarrollo sustentable. Para este caso, sugiero sentar a todos los actores detrás de estos esfuerzos en una mesa de trabajo interministerial permanente, convocada y conducida directamente por la Presidencia.
Desde allí, y con los aportes de la recientemente creada Comisión Asesora Presidencial Permanente de Cambio Climático, debería surgir la identificación de las políticas públicas a implementar y materias que podrían requerir la promulgación de una Ley para dar curso a esa estrategia. Pero de ser requerida una Ley, entendiendo que estas conversaciones son parte integral de los 17 Objetivos del Desarrollo Sustentable que el mundo se ha impuesto para el 2030, incluido el sistema financiero internacional y su Agenda de Crecimiento Verde (aunque sea del verde que los motiva), no estoy convencido que su denominación de Ley de Cambio Climático sea la más apropiada por no capturarse con ese título todas “las aristas” del desarrollo sustentable que nos debieran preocupar y ocupar.
FUENTE: El Mostrador , 19 / 02 / 2018
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