2017 fue, en términos climáticos, un año de desastres y fenómenos extremos. El verano fue uno de los más calurosos desde que hay datos y se batió el récord de mayor temperatura registrada nunca: los 47,3 grados que padecieron el 19 de julio en Montoro, Córdoba (el anterior registro más extremo se dio en 1994 en Murcia, con 47,2 grados). No fue el único día asfixiante, ni España el único país en batir sus marcas. Australia, especialmente Sídney y Brisbane, alcanzó temperaturas inusualmente altas. También California, en Estados Unidos. Por otra parte, a finales de diciembre, Estados Unidos y Canadá se congelaron hasta cotas nunca vistas. Una feroz ola de frío en el Ártico hizo descender el termómetro en Minnesota hasta los -42 grados.
A estas alturas, casi todos los expertos coinciden en que todos estos fenómenos, incluidos tres huracanes de máxima categoría, se deben al cambio climático, que en los últimos años ha pasado a ser una certeza para casi todos los ciudadanos y, en el caso de los españoles, ha ascendido hasta el tercer puesto de sus principales preocupaciones, según el barómetro del CIS.
Inundaciones y sequías también han provocado innumerables daños, y todo ello ha arrojado unas cifras de costes muy elevadas, tanto en vidas humanas (más de 1.000 tras las grandes lluvias en India, Pakistán, Nepal y Bangladés) como en dinero (solo los huracanes supusieron en Estados Unidos una factura de 260.000 millones de dólares).
“No hay que confundir el tiempo con el clima”, subrayan los expertos. Una tendencia bastante acusada entre los políticos negacionistas, de manera muy destacada el presidente estadounidense, Donald Trump, que llegó a bromear con el asunto durante la ola de frío. La diferencia entre ambos conceptos remite al lapso de tiempo que se mide. Así, mientras el tiempo remite a la situación atmósferica en ese momento, el clima lo hace a un periodo más largo. Y si se observa ese patrón, los datos apuntan claramente al calentamiento global: los tres últimos años han sido los más cálidos en lo que llevamos de siglo con la excepción de 2004.
Extremos más acusados
Las expectativas de cara al futuro no son muy halagüeñas. Al menos, si se atiende a las previsiones y advertencias del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Según sus proyecciones, lo que podemos esperar es que todos esos picos aumenten y la temperatura global sea cada vez más elevada. Al mismo tiempo y como consecuencia, los extremos también serán más acusados. Por ejemplo, las lluvias torrenciales y otros fenómenos que producen desastres naturales y materiales.
El científico español José Manuel Moreno, miembro del IPCC, no se cansa de afirmar que todas estas oscilaciones climáticas "son un reflejo de lo que está viniendo, pero por desgracia ya no hay que esperar, está ahí". "Somos más sensibles a las condiciones extremas y el cambo climático es muy posible que esté detrás de estas olas de temperaturas extremas", dice el profesor. "Se espera que los picos sean más altos". En definitiva, los expertos auguran un clima cambiante y casi todos ellos coinciden en que parte de los daños causados "son irreversibles". Sin embargo, Moreno se felicita por la Ley de Cambio Climático que prepara el Gobierno y que a su juicio "debe establecer una senda de reducción de emisiones clara". "Todo lo que está pasando es un reflejo de lo que está por venir", concluyó el científico en una reciente entrevista en una agencia.
En definitiva, que aunque estos días España vuelva a estar en alerta por temperaturas muy bajas y nevadas muy copiosas, especialmente en Cantabria y Asturias, no hay que confundir el tiempo con el clima. Los datos son tozudos: este último apuntala cada día más las tesis sobre el calentamiento global.
FUENTE: El Confidencial, 2 / feb / 2018
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