Sequías,
hambrunas, sobrepoblación, calor extremo. Según varios informes, eso es lo que
espera a la humanidad en las próximas décadas. Enfrentados a ese escenario,
mujeres y hombres en Chile y el extranjero están tomando una decisión difícil:
no tener hijos para evitar exponerlos a un planeta que perciben camino a la
devastación. En Europa y Estados Unidos ya hay organizaciones que los agrupan,
mientras el debate incluye desde la ciencia hasta el arte.
Miley Cyrus era feliz. Hasta fines del año pasado, la popular cantante
de 26 años vivía junto a su prometido Liam Hemsworth en su mansión californiana
de Malibú y ambos preparaban su matrimonio. Su vida parecía avanzar sin
contratiempos, pero en noviembre un incendio forestal que arrasó con casi 40
mil hectáreas consumió por completo la propiedad de la artista. Hoy ocupa otra
residencia en el Valle de San Fernando, acaba de publicar un nuevo disco y está
casada. Sin embargo, no olvida la imagen de su hogar calcinado por las llamas
en pleno otoño estadounidense: “La Tierra está furiosa”, aseguró en una
entrevista recién publicada por revista Elle.
En esa conversación, la cantante afirmó que el siniestro -que destruyó
cerca de 1.700 viviendas y mató a tres personas- fue una muestra del progresivo
deterioro climático y ambiental provocado por los humanos. “Le hemos estado
haciendo a la Tierra lo mismo que a las mujeres. Sólo tomamos y tomamos y
esperamos que siga produciendo. Y está exhausta. No puede producir. Nos estamos
quedando con una mierda de planeta y me rehúso a legarle algo así a mis hijos”,
comentó Miley. “No voy a traer otra persona al mundo”, disparó.
Frente a esa respuesta, la periodista le planteó que ese dilema parece
ser cada vez más común entre la población millennial; es decir, los
jóvenes entre los veinte y treinta años. Miley fue tajante: “No queremos
reproducirnos, porque sabemos que la Tierra no puede manejarlo”.
Esa postura está lejos de ser un capricho más de una estrella del show
business. Más bien explicita una preocupación que es compartida cada vez
más por jóvenes alrededor del mundo. Por mujeres y hombres que se hacen la
misma pregunta: ¿Qué clase de vida tendrán sus potenciales hijos en un planeta
que parece dirigirse a un futuro azotado por sequías, hambrunas, extinciones y
otros desastres causados por el calentamiento global?
Una encuesta realizada el 2018 por Business Insider estableció que el 38
por ciento de los estadounidenses de entre 18 y 29 años ya cree que las parejas
deberían evaluar los efectos negativos del cambio climático al decidir si
tienen o no descendencia. No son los únicos: un sondeo a 6.500 mujeres de
Australia divulgado en febrero estableció que el 22 por ciento de las
treintañeras de ese país considera no tener más hijos o no ser madres debido a
la emergencia ambiental.
Entre los argumentos que este grupo esgrime están los resultados de
varios informes. Como un reciente reporte de la ONU que afirma que hay un
millón de especies en riesgo de extinción. O un estudio británico que señala
que el 25 por ciento de los hielos al oeste de la Antártica está a punto de colapsar,
lo que elevaría el nivel oceánico en casi tres metros durante los próximos
siglos. O un informe del Centro de Restauración del Clima de Australia,
divulgado en junio, que establece que la civilización podría colapsar en 2050
si en la próxima década no se toman medidas para frenar el aumento de 1,5°
Celsius en la temperatura global previsto para el presente siglo. Las sequías,
estima el mismo estudio, harían que la producción global de alimentos caiga en
un 20 por ciento.
Frente a esto, investigadores del medioambiente, expertos en ética y
hasta filósofos se preguntan qué será de los niños del futuro en un planeta en
crisis ambiental. En un ensayo, Rivka Weinberg -profesora de Filosofía del
Scripps College y autora del libro El riesgo de toda una vida,
donde aborda el desafío de decidir ser padres- se pregunta: “¿Es moralmente
aceptable concebir nuevas personas para que sufran todo esto con nosotros?”.
Agrupados
Blythe Pepino es una de las mujeres que se han planteado esa
interrogante. En 2017, esta británica de 33 años y ex vocalista de la banda
Vaults conoció a su compañero Joshua. Quería formar una familia. Pero en 2018
asistió a una charla del grupo Extinction Rebellion, donde dice que tomó
conciencia del problema ambiental. Indagó sobre el tema y tuvo una conversación
franca con su pareja: “Me di cuenta que aunque quería tener una familia en ese
momento, realmente no me atrevía a hacerlo. Le tuve que decir ‘No sé si pueda
hacer esto, considerando lo que sabemos’”, confesó a The Guardian.
Pepino conoció a otras mujeres con el mismo dilema y a fines de 2018
creó la organización BirthStrike (Huelga de Nacimiento). En menos de dos
semanas, 140 personas se sumaron a través de las redes sociales y hoy los
participantes suman más de 330, en su mayoría mujeres. Adhieren a un manifiesto
de principios: “Nosotros, los firmantes, declaramos nuestra decisión de no
tener hijos debido a la severidad de la crisis ecológica y la actual inacción
de las fuerzas gobernantes frente a esta amenaza existencial. Inseguridad ante
el futuro, desesperación por la relación de nuestra especie con el hábitat y y
canalizar nuestro tiempo en el activismo y la rebelión son nuestras
motivaciones comunes”.
Desde Inglaterra, Pepino aclara que el objetivo BirthStrike no es
evangelizar ni desalentar a la gente para que no tenga hijos o condenar a
quienes ya son padres. En realidad, dice, el fin es comunicar la urgencia de la
crisis y cómo está modificando la forma en que la humanidad imagina su futuro.
“La mayoría de quienes participan de BirthStrike sienten que la opción de tener
una familia les ha sido arrebatada de la lista de cosas que consideraban parte
de una vida normal. Para muchos de ellos, el hecho de asumir esta decisión
viene acompañado de muchas disputas, ansiedad, dolor, desazón y confusión”,
señala a Tendencias.
Agrega que por este motivo BirthStrike a veces opera como grupo de apoyo
para quienes toman esta determinación: “He conversado con miembros que han
pasado de estar totalmente aislados en sus círculos de amistades, incapaces de
hablar de los alcances de esta crisis y de su decisión, a encontrar otras
personas como ellos. Es común recibir mensajes de personas que se sintieron
solas por mucho tiempo y ahora son felices al saber que hay otros que piensan
igual”.
Han surgido otros grupos similares. La socióloga estadounidense Meghan
Kallman (31) conoció en un concierto, en 2014, a la profesora de yoga Josephine
Ferorelli. Comenzaron a hablar sobre la manera en que el cambio climático
estaba moldeando su decisión de ser madres. Ese diálogo las llevó a fundar
Conceivable Future (Futuro Concebible). “Algunos de nosotros miran el futuro y
no pueden imaginarse traer niños a un mundo tan ardiente y problemático”, dice
su manifiesto.
El grupo ayuda a que la gente organice reuniones donde los participantes
-algunos sin hijos, otros que están a punto de tenerlos o que ya son padres- se
reúnen para contar sus historias. Kallman, quien vive con su esposo Tim y no
tiene hijos, cuenta a Tendencias que incluso los más
adolescentes se están tomando en serio este nuevo dilema: “Están creciendo con
esta amenaza sobre sus cabezas. Nunca han conocido otro mundo y están viendo
cómo los adultos y los líderes están fracasando a la hora de actuar”.
Huellas
Pero no sólo ocurre en Europa o Estados Unidos. Hay hombres y mujeres
pasando por la misma disyuntiva en Latinoamérica y Chile. Es el caso de Mariana
Matija, diseñadora colombiana de 34 años que a través de su Instagram
(@marianamatija) anunció su decisión de no tener hijos junto a su pareja. Más
que temer por el desolador futuro, ella no quería contribuir a agravarlo. “No
tener hijos reduce considerablemente la huella de carbono de los humanos, lo
que se suma al consumo de agua, la generación de basura y la acumulación de más
gente”, explica a Tendencias.
Hay un documental titulado Huella humana, estrenado hace
unos años por National Geographic, que entrega información que es usada en
discursos como el de la diseñadora colombiana. Allí, por ejemplo, se calcula
que en sus primeros dos años y medio de vida, un niño estadounidense usa casi
3.800 pañales desechables y si sus padres optan por productos reutilizables de
tela ocuparán 85 mil litros de agua para lavarlos.
Mariana Matija cuenta que pensó primero en ligarse las trompas, pero no
estaba tan convencida pues pensaba en qué haría si después de esa intervención
sentía de pronto el deseo de ser madre: “Tenía miedo de tomar una decisión tan
irreversible. No quiero hijos, pero pensé en qué sucedería si se me disparaba
un instinto maternal”. Finalmente, su pareja optó por la vasectomía,
procedimiento menos invasivo y reversible.
Francisca Zamorano tiene 23 años, está en último año de Ingeniería
Comercial de la Universidad de Chile y ha seguido una ruta similar a la de
Matija. Pololea hace tres años y lleva un tiempo interesada en la crisis
ambiental. Eso, dice, la hizo replantearse su rol como potencial madre.
Todo partió tras leer varios reportes científicos sobre la crisis
ambiental y ver charlas TEDque abordaban el problema con detalles. “Uno de los
informes señalaba que el peor impacto en la huella de carbono que una persona
podía generar, más allá de comer carne o andar en auto, era tener un hijo”,
recuerda.).
Hoy Francisca reconoce que las ganas de ser mamá permanecen, pero que no
lo será “mientras el mundo siga como está. Siento que es egoísta traer un hijo
al mundo sabiendo que el 2050 va a estar la cagada”. Su determinación, como en
muchos de estos casos, no ha sido bien recibida por sus padres: “Rescaté a un
perro hace unos meses y les dije que tenían que quererlo porque es lo único que
tendrán como nieto. Mi papá se enoja y me dice que no sea ridícula”.
Preguntas
En una reciente transmisión en vivo vía Instagram, la parlamentaria
estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez (29) ayudó a promover la discusión de
este tema. Desde la cocina de su casa, la congresista demócrata se hizo eco de
la creciente preocupación de su generación: “Nuestro planeta se dirige al
desastre si no le damos la vuelta a este barco… Hay un consenso científico de
que la vida de los niños va a ser muy difícil…Y eso lleva, creo, a los jóvenes
a hacerse una pregunta legítima: ¿Es correcto seguir teniendo hijos?”.
Sus rivales políticos la acusaron incluso de fascista y de alentar a la
gente a dejar de engendrar niños. Como sea, lo cierto es que esta disyuntiva incluso
ha empezado a permear la cultura popular. En 2018, el filme El reverendo
presentó a un pastor interpretado por Ethan Hawke, quien recibe la visita de
una joven embarazada. Ella quiere que aconseje a su marido, quien está
desesperado porque no le ve esperanza a un mundo consumido por el deterioro
ambiental. El hombre cree que en 33 años, cuando su hijo tenga su edad, el
planeta será inhabitable: ¿Acaso Dios nos perdonará por destruir su creación?,
¿para qué traer más niños al mundo en este escenario?, son algunas de sus
interrogantes.
Camila Silva (31) es diseñadora y se hizo la misma pregunta, porque en
tres décadas más su hija Pascuala tendrá cerca de 40 años: “Pienso todos los
días en lo que podría llegar a vivir la Pascu, sobre todo por las proyecciones
que hay para el 2050”.
Al igual que Francisca, su proceso empezó a gestarse tras informarse más
sobre la emergencia ambiental, hasta que en 2017 le vino una angustia profunda
por el mundo que le iba a dejar a su hija. Por eso, ya tomó la decisión de ligarse
las trompas para asegurarse de no volver a ser mamá: “Me han dicho que soy
egoísta porque la Pascuala va a criarse sola o porque mi próxima pareja va a
querer hijos y yo no. Egoísta sería que, con todo lo que sé, trajera más
humanos que podrían sucumbir o pasar hambre. A mí eso me causa conflicto heavy”.
Un estudio presentado hace algunos días por el Instituto Federal Suizo
de Tecnología muestra que en 2050 la realidad chilena podría ser igual de
crítica que la del resto del globo. En esa década, por ejemplo, el clima de
Valparaíso se asemejará al que tiene hoy la capital marroquí, Rabat, que marca
la entrada al desierto africano.
Ante este escenario, la abogada Manuela Tironi (25) cree que es iluso
pensar que sus potenciales hijos vivirán en el mismo mundo en que ella creció:
“Quizás ni siquiera existan estaciones del año. Qué pena heredarles eso”. Ella
revisó el mismo informe de huella de carbono que leyó Francisca, el cual
influyó en la decisión que tomó junto a la mujer con la que pololea hace cinco
meses. Ambas creen que si decidieran ser madres, optarían por la adopción: “Hay
muchos niños que no tienen casa; no le veo sentido traer otro ser humano si ya
hay tantos”.
La profesional tiene una opinión clara sobre la diferencia de posturas
que ve entre su generación y las anteriores: “Mis papás son muy jóvenes y la
diferencia generacional no es tanta, pero tampoco serán ellos los que van a
estar el 2050 peleando en la guerra del agua. Para mis abuelos no es un tema,
probablemente dirían qué terrible, pero no van a tomar decisiones de vida para
cambiar algo. Nosotros vamos a tener que estar acá cargando con las
consecuencias de lo que ellos hicieron”.
Esperanza
La respuesta de los hombres frente a este tema también ha sido materia
de análisis. En un artículo publicado por el portal Vice.com, Travis Rieder
-académico del Instituto de Bioética Berman de la Universidad Johns Hopkins-
comenta que ellos son mucho menos propensos a abstenerse de tener hijos: “En
todos mis años de enseñanza, podría contar con los dedos de mi mano el número
de hombres que se han convertido rápidamente a esta opción”, señala el autor
del libro Hacia una ética para las familias pequeñas: cómo la
sobrepoblación y el cambio climático están afectando la moralidad de la
procreación.
Blythe Pepino, de BirthStrike, corrobora esta tendencia y explica que en
su grupo hay un 70 por ciento de mujeres versus 30 por ciento de hombres. “Aun
así he visto hombres progresistas y considerados que son más propensos a tomar
la decisión de no tener hijos de manera independiente”, dice.
En medio de todo el debate, se cuelan voces con más optimismo. Como la
del autor estadounidense David Wallace-Wells. Dice que ha reflexionado bastante
sobre qué esperanzas tiene de que un potencial hijo no viva en el mundo que
describe su nuevo libro La Tierra inhabitable. Su conclusión: “La devastación
total es posible, pero cada grado menos, cada pizca de temperatura extra que
logremos frenar, es una mejora y una razón para tener esperanza. Así que si
estabilizamos el planeta en 3° C, es mejor que 3,5°C”, dijo a The
Guardian.
Por eso recoge la necesidad de combatir contra el desastre y no renegar
aún del impulso de tener hijos “antes de que hayamos terminado el acto final de
esta historia. Es una razón para pelear ahora, para que así sigamos teniendo
esos niños y continuemos viviendo de la manera en que queremos. Eso es posible,
independientemente de cuán malas sean las noticias”.
FUENTE: LT, La Tercera , 19/julio/2019