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jueves, 8 de septiembre de 2016
CAMBIO CLIMÁTICO: "HORA DE DEFINICIONES"
El Acuerdo de París sobre Cambio Climático genera efusivas celebraciones que comenzaron cuando fue aprobado por 190 países, continuaron en abril en Nueva York cuando lo firmaron 175 gobiernos, se repitieron en vísperas de la reunión del G20 cuando China y Estados Unidos anunciaron que lo ratificaban, y seguramente continuarán este mes cuando varios gobiernos, incluyendo en el nuestro, lo ratifiquen en las Naciones Unidas mientras se desarrolle el debate general en la Asamblea.
El Congreso aprobó el Acuerdo en un trámite expedito impulsado por el Poder Ejecutivo. Ojalá haya sido precedido de la necesaria reflexión, porque política climática no tenemos.
Es auspicioso que los países se entiendan. Antes hubo dificultades en varios pasos del proceso para concertar la respuesta a los desafíos del cambio climático global. Pero es necesario avanzar. Fuera del compromiso procesal de informar pronósticos cada 5 años, el Acuerdo no trae otras obligaciones más allá de las contenidas en el Convenio de 1992.
La cuantificación del objetivo -que la temperatura aumente menos de 2ºC- no es vinculante. Como pudo verse en las reuniones de junio último en Bonn, las grandes discrepancias subsisten.
Las medidas para mitigar emisiones son delicadas. Afectan modalidades de producción y consumo, y pueden alterar la competitividad en el intercambio. Mitigar demanda la participación de todos, pero en la negociación para concertarla, cada participante aspira a que el otro se obligue a un esfuerzo mayor que el propio.
La Convención sobre el cambio climático se concretó en 1992 en un contexto político y económico internacional muy diferente del actual. La caída del Muro de Berlín ilusionaba con el dividendo de la paz. En el ‘92 se estableció una lista de los países que se consideraron desarrollados y por eso asumieron mayores responsabilidades.
Hoy China, Brasil, India, Corea del Sur y México, entre otros, han adquirido una magnitud económica y comercial que impide mantenerlos en el mismo grupo de Haití y Senegal. Sobre esto hay un desacuerdo que no se resuelve recurriendo al criterio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las respectivas capacidades que exalta el Acuerdo de París, y que ya estaba consagrado en la Declaración de Río y en la Convención de 1992.
Estados Unidos y China, que hoy discrepan en asuntos fundamentales, desde el 2009 aparecen unidos ante el cambio climático porque ninguno de los dos quiere nuevos compromisos. El viernes 3 de septiembre Beijing ratificó el Acuerdo de París y el mismo día Washington lo aceptó sin pedir el consentimiento del Senado porque considera que no significa nuevas obligaciones. El anuncio de contribución hecho por Obama es una estimación del efecto que en 2025 podrían tener medidas administrativas de mitigación, sin requerir nueva legislación. A Xi Jinping, el Burlador de Sevilla podría decirle “largo me lo fiáis”. Su pronóstico se limita a que en 2030 China llegará al pico de sus emisiones, sin aventurar hasta donde subirá ni cuando o cuanto caerá.
Los pronósticos que pide el Acuerdo no son ni obligaciones ni promesas.
El nuevo instrumento entrará en vigor cuando lo hayan ratificado 55 gobiernos que representen como mínimo el 55 %de una suma de inventarios de distintas fechas y diferentes métricas. Con China (20%) y EE.UU. (17%) hoy las ratificaciones llegan a 39%. Argentina sumaría el 0,89%. Reunir el 55% está complicado porque la Unión Europea tiene que acomodar el Brexit (formalmente hoy tendría que ratificar con el Reino Unido cuyo nuevo gobierno suprimió el Departamento de Energía y Cambio Climático).
Si los miembros lo hicieran separadamente, habría que superar la manifiesta renuencia de Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa muy afectos al carbono. Además la UE tendría inconvenientes para redistribuir la mitigación entre sus miembros como lo permite el Acuerdo.
La Argentina, como todos, al ratificar debe llevar su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC según las siglas en inglés). El anterior gobierno presentó en noviembre de 2015 una Contribución Prevista y Determinada a Nivel Nacional (INDC según las siglas en inglés) metodológicamente incorrecta, fundada en las proyecciones estadísticas que hacía el INDEC. En junio último, el Subsecretario de Cambio Climático, ingeniero Carlos B. Gentile, anunció en Bonn que la Argentina retiraba esa estimación. Cuando ratifiquemos habrá que presentar una NDC que aun no se habría preparado. Sería penoso resucitar la que Gentile desahució.
FUENTE: Clarín, Raúl A. Estrada Oyuela , 8/09/2016
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