Un oso polar sobre una banquisa (Foto: FloridaStock/Shutterstock)
La ciencia del cambio climático tiene más de 150 años y
es, probablemente, el área más estudiada de todas cuantas conforman la ciencia moderna. Sin
embargo, la industria energética y los grupos de presión políticos, entre
otros, llevan 30 años sembrando la duda sobre el cambio climático donde no la
hay. Las últimas investigaciones estiman que las cinco compañías petroleras y
de gas más grandes del mundo dedican alrededor
de 200 millones de dólares al año al mantenimiento de lobbies que controlan, retrasan o impiden el desarrollo de políticas
climáticas de obligado cumplimiento.
La negación organizada del cambio climático ha contribuido al
estancamiento en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)
hasta desembocar en el estado de emergencia
climática global en el que nos encontramos. Como consecuencia,
que los negacionistas se sirvan de ciertos mitos (en el mejor de los casos,
noticias falsas; en el peor, descaradas mentiras) para desautorizar a la
ciencia del cambio climático puede hacer que las personas de a pie no
sepan a qué atenerse. A continuación exponemos cinco de estos mitos y las
pruebas científicas que los desacreditan.
1. El cambio climático no es más que una parte del ciclo natural
El clima de la Tierra nunca ha dejado de cambiar, pero el estudio de
la paleoclimatología o,
lo que es lo mismo, los "climas antiguos", demuestra que los cambios
acontecidos durante
los últimos 150 años (desde el comienzo de la Revolución
Industrial) no pueden ser naturales por su excepcionalidad. Los resultados de
los modelos indican que el calentamiento previsto para el futuro podría no
encontrar precedentes en los últimos cinco millones de años.
Las temperaturas globales de los
últimos 65 millones de años y el posible calentamiento global del futuro, que
depende de la cantidad de GEI que emitamos. (Fuente: Burke et al, 2018)
El argumento de la "naturalidad de los cambios" esgrimido por
los negacionistas se apoya en que el clima terrestre aún se está recuperando de
las frías temperaturas de la Pequeña Edad de Hielo (1300 d.C.-1850 d.C.), y que
las que tenemos en la actualidad son las mismas que las del Período Cálido
Medieval (900 d.C.-1300 d.C.). La laguna de dicha apreciación es que ambas
etapas no supusieron cambios globales, sino regionales, que
afectaron al noroeste de Europa, al este de América, Groenlandia e Islandia.
Un estudio con 700 registros climáticos ha
demostrado que la única vez que el clima ha cambiado al mismo tiempo y en el
mismo sentido en todo el mundo durante los últimos 2 000 años ha sido en los
últimos 150, en los que más del 98% de la superficie del planeta ha
experimentado un aumento de temperatura.
2. Los cambios se deben a las manchas solares o a los rayos cósmicos
Las manchas
solares son regiones de la superficie del astro que albergan
una intensa actividad magnética y pueden ir acompañadas de erupciones solares.
Si bien estas manchas poseen la capacidad de modificar el clima de la Tierra,
desde 1978 los científicos han empleado sensores en satélites para obtener un
registro de la
energía solar que llega al planeta y no han observado la
existencia de una tendencia ascendente, por lo que no pueden ser la causa del
calentamiento global reciente.
Comparativa de los cambios de
temperatura globales en la superficie terrestre (línea roja) y la energía solar
recibida por la Tierra (línea amarilla) en vatios (unidades de energía) por
metro cuadrado desde 1880 (NASA)
Los rayos cósmicos son
radiación de alta energía originada fuera del sistema solar, surgida, quizá, en
galaxias lejanas. En alguna ocasión se ha
señalado que estos rayos podrían ser uno de los motivos por los
que se "fabrican" las nubes, por lo que si se redujera la cantidad de
rayos que alcanzan la Tierra disminuiría el número de nubes, lo cual haría que
se reflejase menos luz solar en el espacio y, como consecuencia, que el planeta
se calentase.
Sin embargo, esta teoría tiene dos escollos. En primer lugar, la ciencia
demuestra que los rayos cósmicos no son
demasiado eficaces a la hora de crear nubes, y en segundo, a lo
largo de los últimos 50 años la cantidad de radiación cósmica que alcanza la
Tierra ha aumentado hasta establecer nuevos récords durante los últimos años.
Si la hipótesis fuese correcta, los rayos cósmicos deberían
enfriar el planeta, pero lo cierto es que está ocurriendo todo lo
contrario.
3. El CO₂ solo es una
pequeña parte de la atmósfera, así que no puede calentar demasiado
Se trata de un intento de jugar una carta de sentido común, pero yerra
el tiro. En 1856, la científica estadounidense Eunice
Newton Foote realizó un experimento con una bomba de aire, dos
cilindros de vidrio y cuatro termómetros con el cual demostró que
un cilindro expuesto a la luz solar que contiene dióxido de carbono atrapa más
calor y durante más tiempo que un cilindro que alberga aire normal. Desde
entonces, la ciencia ha repetido este experimento tanto en laboratorios como en
la atmósfera llegando a la misma conclusión una y otra vez: el dióxido de
carbono emite más gases de efecto invernadero.
En cuanto al argumento atribuido a la escala del "sentido
común" de que una parte diminuta de algo no puede generar un efecto
significativo, basta con recordar que solo se necesitan 0,1 gramos de cianuro para
matar a una persona adulta, es decir, el 0,0001% de su peso corporal. Estos
datos se pueden comparar con la presencia del dióxido de carbono en la
atmósfera (0,04%), a lo que se
suma el hecho de que es un potente gas de efecto invernadero. Por su parte, el
nitrógeno conforma el 78% de la atmósfera y apenas es reactivo.
4. Los científicos manipulan los datos para mostrar la tendencia
ascendente de la temperatura
No solo no es cierto, sino que es una maniobra simplista utilizada para
atacar la credibilidad de los científicos que estudian el clima. Para que una
conspiración de estas dimensiones fuera posible, sería necesario que miles de
científicos de más de 100 países se pusieran de acuerdo a la hora de mentir
sobre los datos obtenidos.
Los científicos corrigen y validan continuamente la información
recabada. Por ejemplo, entre nuestras labores está la corrección de registros
históricos de temperatura, ya que los sistemas de medición han
variado a lo largo del tiempo.
Entre 1856 y 1941, la mayoría de mediciones de la superficie marina se
llevaban a cabo izando el agua con un cubo desde la cubierta del barco. Este
método no ofrecía garantías, ya que al principio se utilizaban cubos de madera
y después se emplearon de lona. Asimismo, el cambio de embarcaciones de vela a
barcos de vapor alteraba de igual manera la temperatura del agua, ya que la
diferencia de altura entre las naves hacía que la evaporación fuera mayor o
menor en cada caso cuando el agua llegaba a cubierta. Desde 1941, la mayoría de
mediciones se han realizado a través del sistema de toma agua de los barcos,
por lo que no hay que preocuparse por la refrigeración producida por la
evaporación.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que muchas ciudades han crecido
en tamaño, por lo que las estaciones meteorológicas que antaño se encontraban
en zonas rurales ahora están integradas dentro de áreas urbanas que presentan
habitualmente temperaturas más altas que el campo por el que están rodeadas.
Si los científicos no hubiéramos modificado las mediciones originales,
las cifras del calentamiento de la Tierra durante los últimos 150 años habrían
sido incluso mayores de lo que son realmente. Actualmente, el aumento de temperatura se
sitúa en 1˚C.
Reconstrucción de las temperaturas a
nivel global desde 1880 hasta 2018 realizada por cinco grupos internacionales
de científicos independientes (NASA)
5. Los modelos climáticos no son fiables y son demasiado sensibles al
dióxido de carbono
Esta afirmación es incorrecta y demuestra un pobre entendimiento acerca
del funcionamiento de los modelos, a la par que menosprecia el alcance del
cambio climático. Existe una amplia gama de modelos
climáticos, desde aquellos que se ocupan de mecanismos específicos,
como puede ser los ciclos de las nubes, hasta los modelos de circulación
general (MCG), los cuales se utilizan para predecir el clima futuro de nuestro
planeta.
Hay más de 20 centros en todo el
mundo en los que algunas de las personas más inteligentes del
planeta han dado forma y dirigen modelos de circulación general que contienen
millones de líneas de código que representan la vanguardia de lo se conoce
sobre el sistema climático. Estos modelos se someten continuamente a pruebas
con datos históricos y paleoclimáticos, así como con acontecimientos climáticos
independientes, como grandes erupciones volcánicas, para confirmar que
reconstruyen el clima de manera correcta (como, de hecho, así es).
Reconstrucción a partir de un modelo
de la temperatura global desde 1970. Las distintas series y la media de los
modelos están representadas en gris y negro, respectivamente, para compararlas
con los registros de temperaturas observados por la NASA, la NOAA, HadCRUT,
Cowtan and Way y Berkeley Earth (Carbon Brief)
Un modelo, por sí mismo, no se debería considerar correcto, ya que
representa un sistema climático global sumamente complejo. Sin embargo, al
tener tantos modelos diferentes construidos y calibrados de manera
independiente podemos
confiar en su fiabilidad cuando coinciden en sus resultados.
Al estudiar los resultados de todos los modelos, observamos que duplicar
de las emisiones de dióxido de carbono podría aumentar la temperatura entre 2˚C
y 4,5˚C, con una media de 3,1˚C. Todos los modelos muestran un
calentamiento significativo cuando se añade dióxido de carbono extra a la
atmósfera. A pesar de que la complejidad de los modelos ha aumentado, la escala
de calentamiento previsto ha permanecido en baremos similares durante los últimos
30 años, lo que demuestra su efectividad.
Tras combinar el conocimiento científico sobre el calentamiento y
enfriamiento del clima a partir de factores naturales (energía solar,
volcánica, aerosoles y ozono) y factores propiciados por el hombre (gases de efecto
invernadero y cambios en el uso de la tierra), podemos asegurar que el 100%
del calentamiento observado a lo largo de los últimos 150 años
se debe a los humanos.
Influencias naturales y de la mano
del hombre en las temperaturas globales desde 1850 (Carbon Brief)
No existe un solo argumento científico sobre el que apoyarse para negar
sistemáticamente el cambio climático. El Grupo Intergubernamental de Expertos
sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas
en inglés), creado por las Naciones Unidas para acercar la ciencia climática a
la ciudadanía, ofrece seis
pruebas irrefutables sobre el cambio climático. A medida que las
alteraciones extremas del tiempo se vuelven cada vez más habituales, la gente
se está dando cuenta de que no necesitan que los científicos les digan que el
clima está cambiando, ya que lo están experimentando en primera persona.
Mark Maslin es profesor de Ciencias de la Tierra
del University College de Londres.
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