TROMSO, Noruega – A solo unos días de que el rompehielos alemán Polarstern zarpe hacia su expedición de investigación sobre el cambio climático más importante y ambiciosa que el Ártico haya visto jamás, a bordo de la embarcación prevalece un ambiente de silencioso pandemonio.
Hay cajas con equipo científico (más de 453 toneladas en total) apiladas en la cubierta y los pasillos, colocadas al parecer de forma aleatoria en medio de mangueras enrolladas, cilindros de gas, bolsas de lona llenas de equipo de supervivencia e incluso un aspa de refacción para las hélices gemelas del barco.
Los científicos se pasean por el lugar apresurados, clasificando suministros y verificando que el equipo esté funcionando y asegurado en los laboratorios permanentes del barco de investigación y en más de una decena de laboratorios portátiles ubicados en contenedores de transporte modificados que se encuentran arriba y debajo de la cubierta.
La tripulación realiza sus tareas de último minuto, incluyendo el levantamiento de cuatro flamantes motonieves con una grúa. Colgadas en lo alto, las máquinas parecen insectos en comparación con el descomunal barco de 120 metros de eslora.
Para el ojo no entrenado, parece imposible que el caos vaya a terminar en cuestión de horas, pero Felix Lauber, el primer oficial del Polarstern quien es un veterano de muchas otras expediciones pequeñas en el Ártico y el Antártico, se siente confiado.
La noche del viernes, el barco, junto con un rompehielos ruso que transporta más equipo, abandonará esta ciudad portuaria al norte de Noruega y navegará al este durante dos semanas hasta el mar de Láptev, al norte de Siberia central. Ahí, el Polarstern se abrirá paso entre los bloques de hielo avanzando hasta llegar a un témpano (una vasta extensión de hielo intacto, elegido en el lugar después de realizar análisis de las imágenes del radar satelital y otra información), y apagará su motor permitiendo que el barco quede completamente congelado en el lugar. La embarcación rusa transferirá su equipo hasta el témpano y virará.
Una vez que haya quedado atrapado deliberadamente, si todo sale bien, el Polarstern viajará con el hielo a través de una ruta marcada por el viento, conocida como deriva transpolar, pasará el polo y se dirigirá al sur, desembocando en el estrecho de Fram entre Groenlandia y el archipiélago Svalbard doce o catorce meses después.
"Simplemente iremos a donde vaya el hielo", comentó Markus Rex, un investigador de física atmosférica en el Instituto Alfred Wegener en Alemania y líder de la expedición de 155 millones de dólares. Esta, que fue organizada por el instituto, involucra científicos de diecinueve países incluyendo Estados Unidos y se ha planeado a lo largo de cinco años.
El Polarstern, el barco insignia del instituto, se convertirá en un centro de investigación itinerante, el Observatorio flotante Multidisciplinar para el Estudio del Clima del Ártico, Mosaic (por su sigla en inglés). Los especialistas en ciencia del Ártico, (más de 60, además de aproximadamente 40 miembros de la tripulación) operarán instrumentos a bordo y sobre el hielo, con algún equipo autónomo ubicado a aproximadamente 48 kilómetros de distancia.
Todos los estudios (de la atmósfera, el océano, el hielo y la nieve, y las interacciones entre estos elementos) están enfocados en un objetivo: un mayor entendimiento de cómo el calentamiento afectará a la región en este momento y en el futuro.
Aunque el mundo entero se está calentando, principalmente a causa de las actividades humanas que liberan gases invernadero hacia la atmósfera, el Ártico se calienta con el doble de velocidad que otras regiones y los efectos son más notorios ahí que en cualquier otra parte.
Los modelos climáticos actuales varían en gran medida cuando se trata de predecir el futuro del Ártico. En algunos escenarios de emisiones de gases invernadero, algunos modelos prevén un calentamiento regional de aproximadamente 5° Celsius hacia el final del siglo; sin embargo, con otros modelos el calentamiento es mucho mayor.
"No se trata de un sustento suficientemente sólido y consistente para las importantes decisiones políticas que debemos tomar", comentó Rex.
La incertidumbre es resultado de la falta de información, afirmó Allison Fong, una oceanógrafa microbiana del instituto y líder del equipo de expedición que estudiará el ecosistema en la parte alta del Ártico, desde las bacterias y los virus en el agua y el hielo hasta los peces.
El círculo polar ártico es una de las partes más remotas del planeta al que solo se puede llegar por barco durante unos cuantos meses en el verano, cuando se derrite gran parte del hielo. "La mayoría de la información que tenemos proviene de esa pequeña ventana de tiempo del año", dijo Fong.
Al navegar a la deriva con el hielo, la expedición deberá ser capaz de obtener información a lo largo del ciclo anual de crecimiento y derretimiento del hielo marino. "Esa es una de las maravillas del Mosaic… prácticamente estamos encajados en el lugar durante todo un año", comentó.
Dejar que un barco de investigación navegue a la deriva por todo el Ártico durante un año (lo cual solo lo ha hecho en una ocasión el explorador noruego Fridtjof Nansen a bordo de su barco de madera el Fram en la década de 1890) representa grandes desafíos, y uno de ellos consiste en que durante algunas semanas la expedición trabajará en medio de la oscuridad polar.
Pero, incluso a plena luz del día, las salidas al hielo estarán muy bien reguladas y, ante la posibilidad de recibir visitas de osos polares, habrá guardias apostados con armas para utilizarlas como último recurso. Muchos de los miembros de la expedición han recibido capacitación en supervivencia y otro tipo de entrenamiento especializado.
Otro desafío consiste en elegir el punto de arranque adecuado, de modo que la embarcación navegue a la deriva durante todo un año, que se acerque o cruce el polo y que surja de entre el hielo donde los investigadores quieren que lo haga. "No queremos terminar en Canadá", dijo Fong. "Sería muy malo" que termináramos en una corriente circular llamada giro de Beaufort, pues sería casi imposible reabastecer los barcos. Una expedición con una duración menor que el ciclo anual completo también sería considerada un fracaso.
Para ayudar a garantizar un buen resultado, Thomas Krumpen, un científico experimentado que trabaja para el instituto quien será uno de los líderes de la expedición durante un periodo de dos meses el próximo año, analizó el movimiento del hielo a partir de observaciones satelitales a lo largo de los últimos quince años. El resultado fue una serie de trayectorias con distintos puntos de congelación y finales buenos o malos.
Con esa información, los líderes de la expedición buscan navegar hasta un punto en el mar de Láptev, aproximadamente a 1600 kilómetros del polo.
"Por supuesto, se trata de un enfoque muy estadístico", dijo Krumpen. Ha habido algunos años en los que el hielo marino vira hacia el sur y sale. "Sería una excepción, pero en teoría podría suceder", comentó.
Una vez que se encuentren en la ubicación apropiada, los líderes de la expedición buscarán un témpano adecuado (con el tamaño suficiente para que quepa un pasaje de hielo de varios kilómetros de largo, con el grosor suficiente para soportar experimentos dispuestos lejos de la embarcación, y con una forma que sea más estable y menos propensa a desintegrarse a lo largo del año).
Fong afirmó que el proceso de selección del témpano, en el que estará involucrada, es uno de muchos elementos que conforman un proyecto complejo donde las cosas pueden salir mal. Al final, dijo, "necesitaremos hielo, pero también vamos a necesitar suerte".
FUENTE: Infobae, 23 / set / 2019
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