Julieta y Sofía Vaca, dos hermanas comprometidas con el cuidado del medioambiente. Foto: Mario Quinteros
Mientras que en los adultos la idea
de colapso climático es difusa, para los más chicos no hay discusión. Shampoo
de cannabis, tupper en vez de plásticos descartables y comida orgánica, los
hábitos de los activistas ambientales del futuro inmediato.
Ser sustentable es un estilo de vida, al menos para los más jóvenes.
Mientras que en el mundo de los adultos la idea de crisis
climática es difusa, en los más chicos ya no existe discusión: hay que hacer algo urgente y ponerse a cuidar el planeta con hechos
concretos, domésticos y cotidianos. Uso responsable, colaborativo y
reutilizable son algunos de los pilares sobre los que se plantan para prevenir
y mitigar el impacto ambiental que producen casi todas las acciones humanas.
Pero ellos dieron un paso adelante. Lo hicieron naturalmente, abrumados
de evidencia científica. Y modificaron sus formas de consumo para dar el
ejemplo y establecer un nuevo paradigma, basado en el uso consciente de los
recursos naturales. Son
activistas ambientales de lo inmediato. Muchos
de ellos ahora potenciados por la energía de Greta Thunberg,
la adolescente sueca que protestó por la falta de acción de los mandatarios del
mundo ante la crisis del calentamiento global.
“Vivimos en un mundo donde se
destruyen ecosistemas. Es necesario actuar desde nuestro lugar”, destaca Florencia Beviglia (30) cuya dieta alimentaria se basa en
alimentos orgánicos libres de químicos. Abandonó los productos de origen animal
y sus derivados por entender a la industria ganadera como la principal emisora
de gases de efecto invernadero.
Florencia Beviglia. Su dieta se basa en alimentos orgánicos libres de químicos.
El
concepto sustentabilidad también se extiende al make up, los cuidados de la piel y del cabello. Artículos naturales y orgánicos
-certificados bajo normas ecológicas y no testeados en animales- forman parte
de la oferta cosmética que reemplazó a los productos industriales. Por ejemplo,
Sofía Vaca (24) opta por el shampoo de cannabis y elige cremas y pasta dental libres
de parabenos, sulfatos y aceite de palma. “No puedo ser tan hipócrita de dejar
que un conejo esté a prueba en un laboratorio para que yo pueda tener el pelo
más sedoso o usar un mejor rimel”,
explica.
Matías García (27) recomienda lavarse los dientes con cepillo de bambú,
material que puede ser cosechado sin degradar los suelos. “Cambiar
un hábito cuesta al principio, pero una vez que te acostumbras, es automático”, asegura. Sofía Fabbro (17) coincide y recomienda la práctica
progresiva de pequeñas acciones como reemplazar las toallitas menstruales por
una copa
menstrual, abandonar los pesticidas por
plantas aromáticas para repeler insectos, comprar productos a granel llevando
tu recipiente o usar filtro de agua. “Son muy variadas las formas en las que podemos contribuir para lograr
un cambio y ayudar a que el futuro en el que vamos a tener que vivir sea
mejor”, sostiene.
Sofía
Vaca siempre fue consciente de la problemática. A sus 13 años empezó con algo
puntual: el reciclaje. Su familia se vio obligada a seguir el mismo
trayecto. “En la
cocina tenemos tres tachos: basura, reciclador y compostera. En este último se
tiran los residuos orgánicos, cáscaras de frutas y verduras, para que se
transformen en abono. Sé que hay hábitos más fáciles de contagiar que otros,
pero una vez que te acostumbras, es fácil. Hoy, me parece raro tirar una cáscara
de banana en un tacho normal. Si no hiciera esto me sentiría en falta”, le cuenta a Clarín.
Su
hermana, Julieta (27), comparte el mismo compromiso. “Vivir en un ambiente sano es un
derecho humano. Los cambios no se producen de la noche a la mañana, pero de a
poco hay que tomar conciencia”,
sostiene. Su camino comenzó con el reemplazo de alimentos procesados,
congelados e industriales por el consumo de comida orgánica y nutritiva. Más
tarde, implementó el uso de productos de cosmética y limpieza para abandonar
aquellos elaborados con aceite de palma, que genera la deforestación de
millones de hectáreas en países como Indonesia. “Ningún material es bueno o
malo per se. El plástico es un invento fantástico, pero lo usamos una vez y lo
tiramos. El problema no es un material, sino su forma de consumo. Reciclar ya no alcanza. Hoy, lo más
importante es reducir, reusar y rechazar. Dejar atrás la cultura descartable”, afirma con énfasis.
¿Realmente lo necesito? Es la pregunta frecuente entre los
jóvenes que adoptan una conducta minimalista para evitar el consumo innecesario. “No
hay que renovar constantemente. Se puede hacer un mejor uso de la ropa
extendiendo el tiempo de su vida útil”,
piensa Florencia. Justamente, el concepto de economía circular implica que se
vuelvan a usar las cosas antes de ser convertidas en desechos. Matías García
(27) utiliza ecobotellas para reciclar el plástico. “Son recipientes donde uno puede poner
envoltorios de fideos, de alfajores, potes, el envase de papas fritas, todo
aquello que no pueda reciclarse de forma convencional. Es una posibilidad que,
sin mucho esfuerzo, permite reutilizar el plástico para transformarlo en
material destinado a la construcción de muebles, casas para personas en
situación de calles, composteras y huertas”,
explica.
Matías hace ecoladrillos, separa la basura y usa cepillos de dientes de bambú.
Foto: Fernando de la Orde
Para
Morena Parrao (17), activista del movimiento Fridays for future, el cuidado del medioambiente también puede manifestarse en las
actividades cotidianas. “Llevo mi propio tupper a todos lados para reducir la compra de
productos con empaque”, subraya. Pero su mayor
apuesta es salir a las calles para exigirle al Estado acciones inmediatas y
contundentes en materia ecológica. Bruno Gellida (28), ingeniero civil,
vendió su auto hace tres años para trasladarse en bicicleta o transportes
eléctricos, como el tren o el subte. “En mi casa solo prendo las luces necesarias. En mi trabajo fomento la
economía circular para la gestión de los residuos”, agrega.
Nicolás
Gadda Thomson es una rareza: tiene 41 años. No pertenece a las nuevas
generaciones, pero mantiene un espíritu joven con el mismo compromiso por el
ambiente. Coordina un programa dedicado a generar un cambio en la sociedad
respecto a cómo abordar la crisis ambiental: Construcción de Consenso para la
Sustentabilidad (CoCoS). “Hay que unirse para producir un triple impacto en lo
económico, social y ambiental”, asegura.
Cada
generación tiene su propia lucha y revolución. Dispuestos a cambiar hábitos
para vivir mejor, los jóvenes de hoy buscan poner la crisis ambiental en
agenda. “Es importante despertarnos, dejar de poner excusas. El cuidado del
planeta es una prioridad”, pondera Sofía. Volver a la naturaleza que ofrece la
Tierra; parafraseando a Gandhi, ser el cambio que se quiere ver en el mundo.
FUENTE: Clarín, 5 / 11 / 2019
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