El mundo se enfrenta a severos cambios. Las décadas que están por llegar representan más que nunca una incógnita. Ya no es útil el trabajo de los profetas. En lo que afecta al patrimonio histórico hay dos variables de especial interés: El primero es el impacto turístico y el segundo el cambio climático. El primero es un argumento de debate antiguo. En cambio, el segundo es un asunto nuevo que ha implosionado en los últimos años.
El impacto turístico en el patrimonio sigue siendo un asunto de interés. Los conjuntos monumentales como la Alhambra tienen un compromiso previo con la conservación. La valoración social del patrimonio nace y se fortalece en la Ilustración que considera su cuidado como un asunto prioritario, tejiendo a la vez el relato de un discurso complejo que ensalza el patrimonio como emblema de la historia de los pueblos, como grandeza de su pasado, como un legado obligado a conservar. El romanticismo sublima esta lectura y personajes como Washington Irving se convierten no solo en pregoneros de la historia -y el historicismo- del conjunto monumental granadino sino en paradigmas del primer turista moderno. Antes y después de él, los viajeros del XVIII y del XIX convirtieron la Alhambra en lugar planetario y, quizá sin pretenderlo, sus escritos contribuyeron a su puesta en valor y a la obligación por conservarla.
En España, después de los procesos revolucionarios de los gobiernos liberales, comienza a crearse una administración cultural que carga con la responsabilidad de tutelar el ingente patrimonio cultural y artístico del país. En ese nuevo telón la Alhambra ejerce de pionera. La pionera Ley de Monumentos promulgada en 1870 convierte el conjunto granadino en uno de los primeros conjuntos protegidos. A la primitiva protección real que desde tiempo de los reyes católicos posee la Alhambra se une varios siglos después un aparato legislativo que la blinda y la custodia ante la arbitrariedad y la incertidumbre de la historia. A partir de ahí se complejiza el aparato administrativo y la tutela es cada vez más efectiva y moderna.
El día 16 de noviembre se conmemoró el Día Internacional del Patrimonio Histórico. Este día rememoró la firma en París de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural del año 1972. La Alhambra y Generalife se suman a este selecto listado el 2 de noviembre de 1984, y el 17 de diciembre de 1994 se amplía al Albayzín. La conservación del conjunto monumental de la Alhambra, su análisis, debate y conclusión, ha caminado pareja a la necesidad de difundir y mostrar sus valores. Y en esa aparente rozadura, en ese difícil equilibrio, destella el empeño por legar a las siguientes generaciones el patrimonio heredado.
Pero ¿y ahora? ¿Cómo ha de compatibilizarse la conservación y la difusión del patrimonio? ¿Cómo han de convivir ambas necesidades en los próximos diez años?
Es necesario partir de una premisa. La tendencia augura un aumento de la presión turística. Ese aumento de la presión procede, sobre todo, de países emergentes que han aumentado su poder adquisitivo y cuya clase media y alta se suma a las corrientes turísticas. ¿Cómo ha de responder la Alhambra a la posibilidad de un aumento de peticiones para visitarla? ¿Cómo se compatibiliza, en fin, presión turística y conservación?
Los integrantes de la mesa redonda celebrada este sábado en el palacio de Carlos V no supieron contestar a si los números que el profesor Miguel Ángel Troitiño y su equipo cifraron en 1999. Siete años antes, coincidiendo con los fastos de 1992, la Alhambra acogió una exposición de artes islámicas y desbordó todas las previsiones de asistencia, poniendo en grave riesgo la conservación del monumento. Aquello obligó a la dirección de entonces a encargar una metodología y un informe que Troitiño cifró en 2 700 000 visitantes al año, más o menos unos 8 000 al día. Esa cantidad que representa un techo sigue hoy vigente. ¿Sigue teniendo sentido? Todo parece que sí, a pesar de las presiones que desde diferentes ámbitos amenazan el compromiso de conservación que se marcaron directores como Mateo Revilla, María del Mar Villafranca y ahora Rocío Díaz.
El segundo aspecto que está en la agenda del monumento es el cambio climático. Los países se enfrentan de unos años a esta parte a una amenaza cada día más evidente y tangible. La presión humana ha modificado la naturaleza. La huella de carbono que la persona deja en el planeta suma cifras que podrían poner en peligro los equilibrios naturales de los que hasta ahora hemos disfrutado. Principios como la sostenibilidad, la planificación, el desarrollo y el equilibrio, la cualificación de la visita pública o la protección y conservación preventiva del monumento no son posible desvincularlos del cambio climático.
El turismo es vulnerable a los impactos del calentamiento global y aún lo será más en los próximos diez años. El aumento de la temperatura en el planeta en el próximo medio siglo es un hecho inevitable por muchas medidas paliativas que se toman ahora. Hoy está aceptado que dependiendo del lugar y del impacto de los cambios en temperaturas y precipitaciones algunos destinos turísticos resultarán beneficiados por el cambio climático mientras que otros saldrán claramente perjudicados. El mapa que los climatólogos dibujan para Andalucía formaría, desgraciadamente, parte de este segundo grupo.
Los cambios climáticos presagian inviernos templados y un fuerte aumento de la afluencia turística en las estaciones de la primavera y el otoño. El verano, una estación cada año más ensanchada, será un tiempo hostil en la mitad meridional de la península ibérica.
La Alhambra de Granada ha de hacer frente al cambio de temperatura que afectará a esta parte de la geografía española y a una cada vez más posible ausencia de precipitaciones y por tanto de agua. El agua, de hecho, ha constituido históricamente el alimento, el sentido, la identidad del conjunto monumental. La Alhambra es inspiración artística. Pero el agua ha sido su alimento y vida.
El turismo genera emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático. De todas las emisiones del sector se ha estimado que hasta un setenta y cinco por ciento están asociadas al transporte, en especial al transporte aéreo. En los últimos años se ha exigido al sector aeronáutico un papel más activo en la reducción de emisiones, una asunción de responsabilidades. Pero hasta la fecha este aspecto apenas ha tenido avance alguno.
Presión turística y cambio climático son aspectos que no solo afectarán a la Alhambra. Afectarán al resto de conjuntos monumentales del mundo. Pero en Granada estos retos tienen sus peculiaridades y un modo distinto de abordarlos. El tiempo, gran escultor...
FUENTE: El Mundo, 17 / 11 / 2019
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