Cuando, hacia el final de la tercera temporada de la serie Bloodline, el personaje de Sissy Spacek quiere vender su maravilloso hotel de Islamorada, en los cayos del sur de Florida, tras décadas de construirlo y trabajarlo, rompe en llanto: las instalaciones valen cero.
"En diez años todo esto quedará bajo el mar", les explica a sus hijos atónitos. Lo que se dice una ficción dentro de los marcos del más estricto realismo: según las previsiones científicas respecto del aumento del nivel del mar, Miami y, aún más, la zona de los cayos, tienen todos los boletos para anegarse y, en algún momento de este siglo, literalmente desaparecer bajo el agua. De hecho, y pese al negacionismo trumpiano, ya empezó en la zona una serie de inversiones varias veces millonarias para elevar carreteras y colocar toneladas de arena en las playas para retrasar los peores efectos.
Pero algunos miembros del real estate -o al menos los guionistas de Bloodline- están al tanto del final ineluctable.
Ese, el final de muchas ciudades costeras, es uno de los temas tocados por el periodista neoyorquino David Wallace-Wells en su imprescindible obra El planeta inhóspito(Debate; sin distribución en la Argentina, disponible en ebooks). Su comienzo ya debería entrar en algún listado de los mejores arranques: "Es peor, mucho peor, de lo que imaginas. La lentitud del cambio climático es un cuento de hadas tan pernicioso quizá como el que afirma que no se está produciendo en absoluto.".
Exitoso a la hora de noquear al lector, el libro en realidad es dos libros unidos por un mismo tema: las primeras 160 páginas son un aterrador compendio de los informes científicos acerca de lo que le espera a la humanidad como nueva normalidad: incendios (Australia, Amazonas, California), sequías, inundaciones, falta de agua, aire irrespirable, océanos moribundos, nuevas plagas y colapsos económicos (nota: incluye alguna pizca de cherry-picking, como se llama en inglés a la elección deliberada de datos, como cuando engloba dentro de los lagos perdidos al Poopó boliviano, que en realidad tiene una dinámica particular, no necesariamente vinculada al cambio climático).
Sin embargo, lo que le da un espesor notable a El planeta inhóspito -elegido por el diario The New York Times como uno de los cien libros notables de 2019- es su segunda parte: siete ensayos sobre qué implica esa serie de datos. Por ejemplo, en términos del posible colapso civilizatorio al poner en contexto y comparar la situación actual con el Armagedón nuclear de la Guerra Fría. O incluso al ubicarlo en un contexto universal, propiamente dicho: en el último capítulo, titulado "El principio antrópico", cita la célebre historia del físico italiano-norteamericano Enrico Fermi, que les preguntó a unos colegas que discurrían sobre la vida fuera de la Tierra: "¿Dónde están todos los extraterrestres?". Para responderse que la singularidad de la distancia al Sol de la Tierra ha generado la ventana climática que dio origen a la vida inteligente, algo que la propia humanidad parece a punto de romper.
No queda ahí la cuestión. Si se leen con cuidado, las listas de los libros sobre cambio climático publicados el último par de años se pueden dividir en dos o tres: los que, ceñidos a la información científica, los gráficos y las previsiones, se muestran pesimistas como Wallace-Wells, o como Nathaniel Rich, autor de Perder la Tierra. La década en que pudimos haber detenido el cambio climático (alerta de spoiler: es la década de 1980). En esta línea están los que reúnen los discursos de Greta Thunberg en foros internacionales o This Is Not a Drill, que resume las ideas del colectivo Extinction Rebellion.
Pero también están las obras que se ciñen al optimismo que suele decirse que es la clave para evitar el adormecimiento general que implica saber que los dados ya están echados. En este grupo se encuentran libros del estilo SOS. Qué puedes hacer para reducir el cambio climático (de Seth Wynes) o Un pequeño libro para hacerse verde. Formas para hacer del mundo un lugar mejor (de Harriet Dyer): textos que están bien para las buenas conciencias.
De todos modos, muchos de ellos no fueron publicados en el mercado argentino porque los lectores no responden a esa oferta como los editores esperan, ni siquiera para el caso de consagrados best sellers como Naomi Klein (a partir de 2014, cuando escribió Esto lo cambia todo, dedicó sus investigaciones a lo que bautizó "capitalismo del desastre").
Es casi natural, entonces, que dado que la crisis climática es el marco en el que se suceden todas las otras historias humanas durante este siglo XXI (notable ver cómo las transmisiones del torneo abierto de tenis de Australia comienza con un informe sobre los incendios y el aire irrespirable) cada vez más ficciones lo incorporen como tema principal o accesorio. Hace dos años estuvo en Buenos Aires Bruno Arpaia, el autor italiano de Algo, ahí fuera, novela en la que los europeos migran masivamente hacia Escandinavia en busca de supervivencia; Italia es un caos y casi todo su territorio, un desierto. Por último, Ministerio de invierno es el título de una novela del escritor argentino Juan Cruz Balián que editará este año el grupo de divulgación científica El Gato y la Caja. Allí, a diferencia de hipótesis que piensan que podría sobrevenir un enfriamiento de Europa por un cambio en la corriente del Golfo que calienta al viejo continente, Buenos Aires sufre nevadas por un fenómeno estrictamente solar. Habrá que ver cómo pasa este trance el nuevo Juan Salvo.
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