La existencia
mundial de una opinión preocupada por la gravitación de una creciente
vulnerabilidad del ecosistema planetario amenazado por las emisiones producidas
por la utilización de combustibles fósiles (el "efecto invernadero") se ha
venido reflejando en expresiones de todo tipo.
Acuerdos como los buscados en
Kyoto y Copenhague, o el Premio Nobel de la Paz del 2007 asignado a Al Gore por
la película "Una verdad inconveniente", o las denuncias de entidades ecologistas
como "World Wildlife Fund", o la posición alarmada del "Panel sobre cambio
climático" patentizan esa preocupación. Hay, frente a esas inquietudes,
distintos sectores y personalidades que se han colocado, con variados matices,
en una postura que desestima riesgos.
Se conocen rechazos de científicos como
Bjon Lomborg, que en "El ecologista escéptico" cuestiona los modelos utilizados
para demostrar la existencia de un calentamiento del planeta, posturas como la
de John Theon, un ex-NASA que descree de la opinión del meteorólogo de la
institución James Hanson al que califica como "un activista que difunde
temores", o ideas como las de Václav Klauss, expresidente de la República Checa,
economista y crítico del ambientalismo al que califica como "una ideología
metafísica, con partidarios que son neocomunistas travestidos de
verdes".
Gravitan en el
problema intereses económicos concretos y, en el fondo, pugnas ideológicas.
Manifestaciones de estas últimas tienen lugar privilegiado en Estados Unidos,
escenario del debate más expresivo sobre el cambio climático.
No hace mucho el
comité específico de la fracción republicana en el Senado manifestó en un
documento público claramente político su desacuerdo absoluto con las propuestas
del panel oficial de la ONU para encarar lo que designan como "Calentamiento
Global Antropogénico". Esto es bien conocido, pero hay novedades recientes
aportadas por la trágica experiencia climática que deparó el huracán "Sandy" (la
"Frankenstorm", tormenta Frankenstein) a diecinueve estados del
Este.
Una primera novedad
se produjo poco antes de los comicios presidenciales, cuando el gobernador
republicano de New Jersey Chris Christie se solidarizó enfáticamente con Obama y
lo acompañó en su gira de revisión de los enormes daños que las inundaciones
produjeron en el distrito.
Señaló su enorme satisfacción por la manera cómo el
presidente había actuado en su distrito en ocasión de los desastres sufridos.
Los diarios concluyeron que, en una oportunidad como ésa, la actitud del
gobernador realimentó la posibilidad de una política americana bipartidista en
lo que se refiere al problema del cambio climático.
Político influyente, el
gobernador de New Jersey hasta se negó al pedido de su correligionario
republicano de apoyarlo públicamente.
Todavía más
significativa fue también en ocasión preelectoral –a una semana de los comicios–
la actitud del alcalde de New York Michael Bloomberg, un multimillonario que
accedió al cargo como republicano y quien, en consideración de la brutal
experiencia del "Sandy", formuló declaraciones políticamente impactantes.
Dijo,
por ejemplo: "Nuestro clima está cambiando. Y sea que la inundación que hemos
sufrido en la ciudad de Nueva York y en otras partes sea o no el resultado de
ese cambio, habiendo visto en esta semana semejante devastación, corresponde a
todo líder elegido encarar una acción inmediata".
El "New Yorker" dio
explicaciones acerca de la actitud de Bloomberg. Habría recordado, supuso la
crónica, las declaraciones negativas de Mitt Romney en cuanto a impuestos sobre
combustibles fósiles y sus burlas sobre los que reclamaban cosas como "hacer
algo para disminuir el ascenso de los océanos".
Debemos disminuirlos, reclamó
Bloomberg, o fundamentalmente cambiar muchas de las estructuras en las que
confiamos para operar sobre la naturaleza. Con la suficiencia de un hombre que
ha hecho millones, habría pensado que era una solución alcanzable. Frente a los
comicios, razonó, se tenía un candidato presidencial que veía la urgencia del
problema planetario y otro candidato que no veía ni el problema ni la
urgencia.
Ése era su motivo
para apoyar al presidente y aconsejar que se lo apoyara. A pesar de ser creatura
de Wall Street y opuesto a las posiciones económicas de Washington, su rechazo a
las ideas de Romney sobre el clima y su preocupación por el futuro de sus hijos
le motivaban a declarar que iba a dar su voto a Obama. Dijo: "Cuando entro en el
lugar de la votación, pienso en el mundo que deseo dejarles a mis hijas y los
valores que se requieren para guiarnos hacia ese futuro. Los candidatos a
presidente de los dos partidos ofrecen visiones distintas sobre adónde se
proponen ellos orientar América".
En la prestigiosa
revista "The New Atlantic" del 8 de noviembre se analizaron los cambios que
podrían sobrevenir con un presidente ratificado por cuatro años más.
Entre los
cinco problemas importantes que presenta hipotéticamente (en relación a los
ataques con drones, las libertades civiles, Irán, Israel-Palestina, cambio
climático), anota sobre este último que es sugestivo que Obama, luego de haber
largamente callado sobre el asunto durante la campaña, le hizo buen lugar
expresamente en el discurso de aceptación de su candidatura.
Ahora quizá no es
mucho lo que podría realmente hacer sobre cambio climático sin la aprobación del
Congreso. Pero, liberado de la prisión de un primer mandato y con la libertad
que proporciona un segundo, puede usar el púlpito intimidante para esclarecerlo
y de ese modo le será posible negociar tratados internacionales (como el que
propició, sin éxito, en la Conferencia de Copenhague del 2009) y desafiar al
Senado a que los ratifique.
FUENTE: rionegro.com.ar , HÉCTOR CIAPUSCIO ( Doctor en Filosofía) , 17/ 11/ 2012
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