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lunes, 19 de noviembre de 2012

CAMBIO CLIMÁTICO EN EEUU, PRODUCE TAMBIÉN UN CAMBIO EN LA POLÍTICA


La existencia mundial de una opinión preocupada por la gravitación de una creciente vulnerabilidad del ecosistema planetario amenazado por las emisiones producidas por la utilización de combustibles fósiles (el "efecto invernadero") se ha venido reflejando en expresiones de todo tipo. 
Acuerdos como los buscados en Kyoto y Copenhague, o el Premio Nobel de la Paz del 2007 asignado a Al Gore por la película "Una verdad inconveniente", o las denuncias de entidades ecologistas como "World Wildlife Fund", o la posición alarmada del "Panel sobre cambio climático" patentizan esa preocupación. Hay, frente a esas inquietudes, distintos sectores y personalidades que se han colocado, con variados matices, en una postura que desestima riesgos. 
Se conocen rechazos de científicos como Bjon Lomborg, que en "El ecologista escéptico" cuestiona los modelos utilizados para demostrar la existencia de un calentamiento del planeta, posturas como la de John Theon, un ex-NASA que descree de la opinión del meteorólogo de la institución James Hanson al que califica como "un activista que difunde temores", o ideas como las de Václav Klauss, expresidente de la República Checa, economista y crítico del ambientalismo al que califica como "una ideología metafísica, con partidarios que son neocomunistas travestidos de verdes".
Gravitan en el problema intereses económicos concretos y, en el fondo, pugnas ideológicas. Manifestaciones de estas últimas tienen lugar privilegiado en Estados Unidos, escenario del debate más expresivo sobre el cambio climático. 
No hace mucho el comité específico de la fracción republicana en el Senado manifestó en un documento público claramente político su desacuerdo absoluto con las propuestas del panel oficial de la ONU para encarar lo que designan como "Calentamiento Global Antropogénico". Esto es bien conocido, pero hay novedades recientes aportadas por la trágica experiencia climática que deparó el huracán "Sandy" (la "Frankenstorm", tormenta Frankenstein) a diecinueve estados del Este.
Una primera novedad se produjo poco antes de los comicios presidenciales, cuando el gobernador republicano de New Jersey Chris Christie se solidarizó enfáticamente con Obama y lo acompañó en su gira de revisión de los enormes daños que las inundaciones produjeron en el distrito. 
Señaló su enorme satisfacción por la manera cómo el presidente había actuado en su distrito en ocasión de los desastres sufridos. Los diarios concluyeron que, en una oportunidad como ésa, la actitud del gobernador realimentó la posibilidad de una política americana bipartidista en lo que se refiere al problema del cambio climático. 
Político influyente, el gobernador de New Jersey hasta se negó al pedido de su correligionario republicano de apoyarlo públicamente.
Todavía más significativa fue también en ocasión preelectoral –a una semana de los comicios– la actitud del alcalde de New York Michael Bloomberg, un multimillonario que accedió al cargo como republicano y quien, en consideración de la brutal experiencia del "Sandy", formuló declaraciones políticamente impactantes. 
Dijo, por ejemplo: "Nuestro clima está cambiando. Y sea que la inundación que hemos sufrido en la ciudad de Nueva York y en otras partes sea o no el resultado de ese cambio, habiendo visto en esta semana semejante devastación, corresponde a todo líder elegido encarar una acción inmediata".
El "New Yorker" dio explicaciones acerca de la actitud de Bloomberg. Habría recordado, supuso la crónica, las declaraciones negativas de Mitt Romney en cuanto a impuestos sobre combustibles fósiles y sus burlas sobre los que reclamaban cosas como "hacer algo para disminuir el ascenso de los océanos". 
Debemos disminuirlos, reclamó Bloomberg, o fundamentalmente cambiar muchas de las estructuras en las que confiamos para operar sobre la naturaleza. Con la suficiencia de un hombre que ha hecho millones, habría pensado que era una solución alcanzable. Frente a los comicios, razonó, se tenía un candidato presidencial que veía la urgencia del problema planetario y otro candidato que no veía ni el problema ni la urgencia.
Ése era su motivo para apoyar al presidente y aconsejar que se lo apoyara. A pesar de ser creatura de Wall Street y opuesto a las posiciones económicas de Washington, su rechazo a las ideas de Romney sobre el clima y su preocupación por el futuro de sus hijos le motivaban a declarar que iba a dar su voto a Obama. Dijo: "Cuando entro en el lugar de la votación, pienso en el mundo que deseo dejarles a mis hijas y los valores que se requieren para guiarnos hacia ese futuro. Los candidatos a presidente de los dos partidos ofrecen visiones distintas sobre adónde se proponen ellos orientar América".
En la prestigiosa revista "The New Atlantic" del 8 de noviembre se analizaron los cambios que podrían sobrevenir con un presidente ratificado por cuatro años más. 
Entre los cinco problemas importantes que presenta hipotéticamente (en relación a los ataques con drones, las libertades civiles, Irán, Israel-Palestina, cambio climático), anota sobre este último que es sugestivo que Obama, luego de haber largamente callado sobre el asunto durante la campaña, le hizo buen lugar expresamente en el discurso de aceptación de su candidatura. 
Ahora quizá no es mucho lo que podría realmente hacer sobre cambio climático sin la aprobación del Congreso. Pero, liberado de la prisión de un primer mandato y con la libertad que proporciona un segundo, puede usar el púlpito intimidante para esclarecerlo y de ese modo le será posible negociar tratados internacionales (como el que propició, sin éxito, en la Conferencia de Copenhague del 2009) y desafiar al Senado a que los ratifique.
FUENTE: rionegro.com.ar , HÉCTOR CIAPUSCIO ( Doctor en Filosofía) , 17/ 11/ 2012

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