Uruguay tiene una amenaza y una oportunidad por delante.
Setiembre fue el onceavo mes consecutivo de temperatura récord en casi 200 años de mediciones. La fiebre del planeta se ha disparado desde fines de 2015 y por ahora no para y la ganadería uruguaya tendrá que tomar medidas al respecto. Uruguay es de los pocos lugares del mundo en que esto no se ha notado. Pero que hayamos tenido fríos sorprendentemente prolongados desde abril hasta ahora no nos debe impedir ver la gravedad con que se está viendo el calentamiento general. Un tema que es visto con alarma y en el que la producción de carne y lácteos está bajo acusación.
Esta semana Naciones Unidas, a través de la FAO, plantéo un escenario catastrófico para la humanidad por el ascenso de las temperaturas. Y puso una vez más a la ganadería dentro del listado de culpables. Ya lo hizo unos años atrás con un informe titulado la larga sombra de la ganadería, y ahora lo reitera. Uruguay, el país más ganadero del mundo si lo medimos en vacunos por habitante tiene por delante un desafío fundamental.
Tiene que ser parte de la solución a uno de los mayores problemas de la humanidad, dado su posicionamiento de país natural y dado que es lo que los consumidores sofisticados reclamarán a lo largo de todo este siglo. Es una necesaria apuesta de largo plazo. Con 12 millones de vacunos en una superficie pequeña y con la emisión de metano que tienen los vacunos –unos 200 litros por día– tiene que moverse como un elefante en un bazar. Los vacunos de Uruguay emiten 2.400 millones de litros cada día de gases. Hay que pensar como lograr, a pesar de eso, tener un balance positivo en términos de gases de efecto invernadero.
En su informe anual sobre el estado de la agricutura, la FAO ubicó al clima como tema central y recomendó consumir menos carne y lácteos. Adjudica a la actividad agropecuaria 20% de la emisión de gases de efecto invernadero y no solo acusó a la ganadería sino también a la producción de arroz inundando campos como un factor importante de emisión.
El informe, al que se puede acceder en http://www.fao.org/3/a-i6030s.pdf plantea un escenario riesgoso para la humanidad. Dice el informe de FAO: "Las emisiones de dióxido de carbono de la agricultura pueden atribuirse principalmente a la pérdida de materia orgánica por encima y por debajo del suelo, a través de los cambios en el uso de la tierra, tales como la conversión de los bosques en pastizales o tierras de cultivo, y la degradación de la tierra, como la ocasionada por el pastoreo.
La mayor parte de las emisiones directas de metano y óxido nitroso, dos poderosos gases de efecto invernadero, son el resultado de la fermentación entérica en el ganado, la producción de arroz en campos anegados y la aplicación de fertilizantes de nitrógeno y estiércol, todo lo cual puede reducirse aplicando mejores prácticas de gestión. La proporción del sistema alimentario en su conjunto en el total de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero es aún mayor: la fabricación de productos agroquímicos, el uso de energía fósil en las actividades agrícolas y en el transporte, elaboración y venta al por menor posteriores a la producción generan nuevas emisiones."
Los llamaremos barreras arancelarias o de otro modo. Pero Uruguay tiene una amenaza y una oportunidad por delante. Que es doble, porque por un lado está el riesgo que implica para la producción el cambio climático, y por otro el riesgo de que nuestros sistemas de producción sean cuestionados comercialmente.
La FAO no descarta un escenario casi apocalíptico y considera una "hipótesis verosímil" que ocurran "a medio plazo casos generalizados de cambios no lineales bruscos, haciendo casi imposible la adecuada adaptación de los sectores agrícolas en numerosos lugares y ocasionando drásticos descensos de la productividad. Las repercusiones para la seguridad alimentaria serían muy importantes. La escasez de suministros daría lugar a una elevación importante de los precios de los alimentos, mientras que la mayor variabilidad del clima tendría como resultado un aumento de la volatilidad de dichos precios.
A largo plazo, salvo que se adopten medidas para detener y revertir el cambio climático, la producción alimentaria resultaría imposible en grandes áreas del mundo. Por todo ello, hay que adoptar medidas urgentes para hacer frente a los posibles efectos del cambio climático en la agricultura y la seguridad alimentaria." Por supuesto, esto es apenas una "hipótesis verosímil" pero las regulaciones no van a demorar en llegar. Porque el informe advierte que "la incertidumbre no justifica los retrasos en la aplicación de medidas orientadas a la adaptación al cambio climático y su mitigación.
La urgencia se debe a dos preocupaciones principales. Por un lado, los efectos del cambio climático son ya evidentes, aumentarán con el tiempo y podrían alcanzar dimensiones importantes. Por otro, tanto los factores que influyen en el cambio climático como las respuestas a dicho cambio requieren períodos largos. Las actuales emisiones de gases de efecto invernadero están llevando a nuestro planeta hacia un calentamiento global irreversible cuyas repercusiones se harán notar durante muchas décadas."
La ofensiva sobre los consumidores seguramente aumente. "Reducir la intensidad de las emisiones a lo largo de toda la cadena alimentaria requerirá importantes cambios en la sensibilización de los consumidores, así como incentivos de precios que favorezcan a productos alimenticios con mucha menor huella ecológica".
Y lo que es más importante para Uruguay: "El reequilibrio de los regímenes alimenticios con objeto de disminuir los alimentos de origen animal supondría una contribución notable en esta dirección, con probables beneficios conjuntos para la salud humana".
Uruguay tiene respuestas, que siempre deben venir desde la ciencia. El 8 de noviembre, una empresa ganadera estará vendiendo simbólicamente su primer bono de carbono como parte del proyecto empresas B. Ese mismo día Allan Savory, autoridad mundial en el uso de la ganadería para revertir el cambio climático, estará recorriendo empresas ganaderas y dando una presentación sobre la restauración de ecosistemas a partir del manejo del pastoreo.
El consumo de carne está bajo juicio. En Uruguay representa la manera más lógica de preservar pastizales con millones de años de antigüedad. Algo diferente a las ganaderías de otros lugares del mundo. La investigación y el desarrollo deberán apuntar a minimizar las emisiones, a través de propuestas concretas, que las hay. Y a argumentar que la ganadería uruguaya es ambientalmente correcta.
Tenemos que ser cada vez mejores pastores y de esa manera ayudar a esquivar el escenario catastrófico que la FAO ve como una hipótesis posible.
FUENTE: El Observador, 23 / 10 / 2016
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