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jueves, 20 de octubre de 2016
LAS TENSIONES DEL CAMBIO CLIMÁTICO.
Hoy en día, un daño de dimensiones mayores azota al planeta: la bomba producida por el consumo humano irracional de productos de hidrocarburos – petróleo, gas natural y carbón – que, con argumentos a favor y en contra, está produciendo el cambio climático que amenaza con destruir la vida en la Tierra. Pero mientras para unos el cambio climático tiene dimensiones apocalípticas, para otros no es algo más que una fantasía mediática científicamente insostenible y políticamente manipulable.
Por un lado, hoy en día – para unos, quizá – la tarea fundamental de la humanidad es frenar el daño irreversible que le estamos causando a nuestro planeta por el desmedido consumo de energía, que genera una altísima cantidad de desechos que alimentan lo que para muchos constituye la más grande catástrofe producida por los humanos.
Para otros, los financieramente liberales, esto del cambio climático es solo un gran negocio producto de la dinámica comercial que domina al mundo y que no entendemos los mortales de a pie. El negocio es redondo: consumimos en desorden e irresponsablemente y se produce energía sin mayor cuidado a los daños colaterales que le proporcionamos al ambiente. En realidad, estos daños – consideran ellos – son insignificantes comparados con los grandes cambios geológicos que cíclicamente vive el planeta y sobre los cuales “la economía” no tiene mayor control.
Aquellos negociantes del consumo de hidrocarburos que tienen un poquito de pudor familiar les dicen a sus hijos, nietos y bisnietos que en realidad sus negocios no tienen nada que ver con el desastre del cambio climático causado por los torpes estornudos geológicos de la Tierra.
En medio de este debate está el ciudadano común a la espera de un paradigma emergente que sotierre la seudociencia que en una y otra dirección está confundiendo a la opinión pública. En el momento actual, la humanidad se está bifurcando.
Unos condenan el consumo desmedido, irracional de hidrocarburos justificado en aras del ascenso de la humanidad; son los ambientalistas que rechazan este progreso decadente y nos recuerdan que con ello, estamos convirtiendo a la humanidad en un reptil que – como en el uróboros – ya comenzó a comerse su propia cola, porque al fin de cuentas el hombre no es nada más que un inquilino de la biosfera del planeta – hasta hoy única en el Universo conocido– que estamos obligados a proteger.
Los otros consideran que los detractores del progreso manifiestan una ignorancia cuya dimensión es comparable con la escala de los tiempos geológicos a los que recurren para justificar su proceder.
Señalan como evidencia la ruta que hemos transitado desde aquel primer momento en que, quizá en el frío de una caverna, el hombre dominó por primera vez el fuego, hasta el día de hoy en el que disfrutamos una vida cuya calidad está – sin discusión– hecha manifiesta por el consumo de energía y permiada por los productos de consumo generados a partir de los polímeros.
Y así productores y consumidores de la energía disfrutamos de la fiesta sucia que produce el cambio climático actual, mientras – como medida de un progreso decadente – en nuestra conciencia gozamos de una profunda noche que ni el mismo Dante imaginó. Y la batalla mediática sigue hoy más viva que nunca. Así, la fiesta sigue.
FUENTE: La Prensa , Honduras , 19 / 10 / 2016
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