Hace ya 20 años empecé a describir la situación meteorológica actual como consecuencia del cambio climático producido por los seres humanos. Este cambio es un --cambio-- no un mero calentamiento global.
La subida de un grado de media en la temperatura de la superficie del planeta supone calentamientos mucho mayores en regiones pequeñas del mismo. El sistema climático es esencialmente una combinación del movimiento acoplado de dos fluidos de características muy diferentes: el aire de la atmósfera y el agua de los océanos, controlados por la condición de contorno, que es el hielo de los Polos.
El movimiento de los fluidos es, en general, inestable. Observen el chorro del agua del grifo cuando va cayendo, al principio el movimiento es en láminas, pero pronto cambia, va retorciéndose y se convierte en turbulento.
Un grado de aumento de temperatura media es equivalente a la diferencia entre la circulación laminar y la turbulenta de los fluidos.
Como indiqué hace dos décadas, el cambio climático causa ahora grandes inestabilidades en el tiempo atmosférico. Este verano lo estamos notando con olas de calor extendidas durante dos semanas, produciéndose luego una bajada de temperatura de 20 grados extendida durante 10 días, y de nuevo, otra ola de calor...
Un tiempo altamente fluctuante, pero con tendencia a los extremos: de calor a frío y de sequía a inundaciones.
Hay quienes arguyen que ''siempre ha pasado esto''. Las temperaturas del miércoles y jueves pasados han sido las mayores registradas en nuestro país, y esto se repite año tras año, máximo tras máximo.
El mini-huracán anclado en las Baleares del invierno pasado fue la primera experiencia de este tipo de fenómenos en el Mediterráneo.
Hay quienes dicen ''que unos científicos dicen que geografía, otros que cambio climático, otros...''. Pero los hechos son duros. El aumento de fenómenos extremos sigue a la subida de la temperatura media global y ésta a un aumento de las concentraciones de CO2 y gas natural en la atmósfera.
¿Por qué la resistencia ante la evidencia?
Hay un relato de Jack London en sus '' Historias de los mares del sur'' en el cual una persona va notando los síntomas de la lepra en el cuerpo de un amigo, pero no los quiere asumir. Hay personas que saben que las drogas las están matando, pero no dejan de tomarlas. Los madrileños saben que el asma y los enfisemas pulmonares están aumentando en su ciudad debido a la contaminación por los motores diésel de gasóleo, pero insisten en utilizarlos.El ser humano rechaza las evidencias, porque nuestra evolución a lo largo de 100.000 años se ha especializado en soluciones a corto plazo y sólo desde hace unos 400 años hemos empezado a pensar en el futuro. Antes de eso era el presente y la "Edad Dorada", el Paraíso del que nos expulsaron.
Las soluciones al cambio climático, como al cambio global (desertificación, pérdida de biodiversidad, disminución de peces, plásticos de inmensa vida en el fondo de los mares... ¿sigo?) son sencillas y tenemos todos los elementos en nuestras manos para implantarlas. Pero las personas siguen en la droga.
Es como el problema del ruido en la escuela de Arquitectura, donde trato de enseñar física. Las aulas, los salones de actos, los locales, tienen una acústica de pena. La solución es inmediata y barata: reflectores de madera y paneles absorbentes. Pero no se adopta. Las personas piensan en otras cosas no en la tortura del ruido.
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'¿Dejar el café?, ¿quién?, ¿yo?, no puede ser, lo necesito cada dos horas''. Y un día nos vamos de excursión durante un par de semanas a recorrer el camino que va desde la Sierra Nevada en México hasta Vancouver, y nos pasamos 14 jornadas sin café, alcohol, estimulantes. Y no nos pasa nada. Descubrimos que podemos vivir sin las drogas.
El rechazo a reconocer el origen humano del cambio climático es una consecuencia del miedo a dejar las drogas. Es claro que los combustibles fósiles han traído al mundo una prosperidad inimaginable. Pero que también han traído consecuencias tremendas: enfermedades, atascos diarios, malos humores, y destrucción del medio ambiente.
Con las alternativas que tenemos podemos vivir igual de bien, pero de manera consciente, no dilapidando la riqueza inconscientemente.
El rechazo a afrontar los problemas es realmente el rechazo a la responsabilidad, un rechazo que en España conocemos muy bien. Los puritanos sumergían al ser humano en asumir las consecuencias de sus actos. El Concilio de Trento, abrazado con ardor en España, propuso quitar los pecados mediante un pago instantáneo: la penitencia, y que la responsabilidad de seguir un buen camino en la vida fuera de la Iglesia que guiaba a las personas, no de cada persona en sí misma.
Una mayoría de seres humanos rechaza la responsabilidad, la propia y hasta la de sus dioses, a quienes no se les puede exigir por sus actos.
Asumir la responsabilidad es duro. La mayoría de seres humanos, incluidos los gestores españoles, que no reconocen la corrupción, o se van con millones en la cartera tras quebrar empresas, no quiere responsabilidades.
Este es el porqué del rechazo a reconocer que el cambio climático actual, 100 veces más rápido y similar en intensidad a las grandes catástrofes como fueron las glaciaciones, está causado por nosotros, en nuestra alegría por la riqueza fácil que representan los combustibles fósiles.
FUENTE: El Mundo , Antonio Ruiz de Elvira , 16 / julio / 2017
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