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martes, 11 de diciembre de 2018

FASCISMO Y CAMBIO CLIMÁTICO





Cuando resuenan aún los ecos de las contundentes declaraciones de Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en las que reiteraba “no es retórica, es la realidad. No es política, es ciencia. Y no es una sugerencia, es una advertencia” refiriéndose a los últimos informes sobre el cambio climático, nos enfrentamos a nuevos informes y no menos categóricos. Por un lado, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que apunta la necesidad de emprender cambios rápidos, profundos y sin precedentes para conseguir limitar el incremento de la temperatura media mundial a +1.5ºC en 2100, tal y como se acordó en París en 2015. De no hacerlo, la incertidumbre es total. Posteriormente hemos conocido otro informe de la Organización Meteorológica Mundial sobre la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y las más inquietantes afirmaciones de su secretario general, Petteri Taalas, “la ciencia es clara: si no reducimos rápidamente las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero, el cambio climático tendrá efectos cada vez más destructivos e irreversibles en la vida en la Tierra. Nuestras oportunidades de actuación están a punto de agotarse”.
Mientras nos tomamos tiempo para digerir estas revelaciones el auge de los movimientos de extrema derecha y los nuevos fascismos a escala global van in crescendo. El caso más reciente ha sido el de Brasil con la llegada de Bolsonaro al poder, pero, desgraciadamente, no ha sido el único. Italia, Hungría, Francia, Estados Unidos… son solo algunos ejemplos de cómo la corriente ultraderechista coge fuerza nuevamente. Y nos tememos que asistimos únicamente al principio. La causa de este ascenso de una ideología ya fracasada y superada es complejo. A diferentes situaciones puntuales y locales se suma un trasfondo de inestabilidad social asociado a la caída del liberalismo económico. Cuando más avance el siglo, cuanto más agravemos el cambio climático, más inestables serán nuestras sociedades y más terreno cederemos a la extrema derecha. Debemos ser conscientes de que, en este siglo, nos va a tocar luchar de nuevo contra los viejos fantasmas del siglo XX, agravados por una invitada inesperada: la crisis ecológica. Y ambos enemigos, juntos, forman una fuerza letal que va a requerir de toda nuestra habilidad y unión para combatirlos y superarlos. Es vital que estemos a la altura de las circunstancias.
Revertir la situación climática no va a ser nada fácil. Estamos aún a tiempo de tomar esos cambios profundos de los que hablaba el IPCC en su informe, pero la máquina de producción y consumo que hemos creado en esta economía capitalista está tan descentralizada que ya no hay capitán de barco que pueda girar el timón. En los próximos decenios, millones de personas se verán obligadas a migrar de sus pueblos y ciudades actuales, bien por las sequías extremas, bien por la falta de alimento o por el aumento del nivel del mar. Según el Banco Mundial, se calcula que el cambio climático expulsará de sus hogares a 143 millones de personas en los próximos 30 años, principalmente en África Subsahariana, Asia Meridional y América Latina. No podemos permitir, bajo ningún concepto, que, al otro lado de las vallas, los muros y las fronteras, se sitúe la extrema derecha. Porque ya conocemos las implicaciones que ello conllevaría.
la máquina de producción y consumo que hemos creado en esta economía capitalista está tan descentralizada que ya no hay capitán de barco que pueda girar el timón
Aunque Patricia Espinosa aseguraba que “no es política, es ciencia” no debemos olvidar que detrás de las predicciones y de los datos debemos atender a la gestión de las crisis y a la resolución de los conflictos, y ambas están muy determinadas por la política. Si en Europa, en vez de haber una mayoría política conservadora hubiera habido una mayoría política verde, la gestión de la crisis siria hubiese sido muy diferente. Llegados a este punto, toca reivindicar el papel de la política y la importancia de lo votado. No tanto para garantizar un giro en el rumbo económico y evitar la caída, sino para establecer un plan de transición justo para todas las personas hacia las nuevas sociedades que se dibujarán tras la crisis ecológica. La propuesta de la ultraderecha ya la conocemos: erradicación de los Derechos Humanos; erradicación de la democracia; privilegios para una élite que cumple con los estándares marcados; sometimiento, agresión y muerte para la disidencia. ¿Seremos capaces de construir una alternativa real, viable y mayoritaria?
Desgraciadamente, hace mucho que el poder económico está desacoplado del poder político. En estos pasados años lo hemos podido comprobar de primera mano. Primeros ministros y presidentes caídos y alzados en base a los gustos y apetencias del Fondo Monetario Internacional. Gobiernos no ortodoxos con la doctrina económica liberal radical sometidos por el chantaje de la bancarrota. El poder económico está muy alejado de los parlamentos, de los votos y de la democracia. La máquina capitalista, sin nadie a los mandos, continuará devorando todo a su paso, bajo las mismas premisas que lo ha hecho hasta ahora: consumiendo hasta el infinito las materias primas y la energía del planeta. Y cuando la Tierra diga basta, se acabó, la máquina se detendrá por falta de combustible.
En ese punto es donde se encontrará el fascismo, esperando captar más adeptos frustrados por un sistema que les prometió la vida eterna y que les ha dejado en la estacada. Y ahí es donde nos debemos encontrar nosotras, defensoras de los Derechos Humanos, para ofrecer una alternativa justa y solidaria. Urge crear un frente común, global y local, que frene el avance de la ultraderecha.  Debemos revertir la tendencia actual antes de que sea demasiado tarde. Urge crear alternativas a estos nuevos fascismos que ocupen el hueco que comienza a dejar el liberalismo. Urge crear alianzas para construir una sociedad que sea socialmente libre y que económicamente considere los límites del planeta y ponga el bienestar de todas las personas (actuales y las próximas generaciones) en el centro del modelo. ¿Nos ponemos manos a la obra antes de que sea demasiado tarde?
FUENTE: eldiario.es , 7 / dic / 2018

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