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martes, 3 de marzo de 2015

CAMBIO CLIMÁTICO Y DESASTRES NATURALES: "DESAFÍOS GUBERNAMENTALES DEL SIGLO XXI.


“Los desastres naturales provocan migraciones masivas en el mundo entero. Entre 200 millones y 1.000 millones de personas se verían obligadas a desplazarse”.

Iván Ambroggio (#)
Mediante el Decreto 763/2008 la presidenta Cristina Fernández de Kirchner creó, en el año 2008, el Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Manuel Belgrano. Según consta en el texto del mencionado decreto, la finalidad de este centro es «promover, coordinar y desarrollar estudios e investigaciones en materia de Defensa Nacional y de Seguridad Internacional». La pregunta que surge, entonces, es: ¿cuáles son los factores y/o motivos para forjar un centro de estas características y qué beneficios podría aportar al país? Para responder estos interrogantes es menester reflexionar sobre las peculiaridades del actual contexto internacional. En la historia contemporánea, existen dos fechas que impactan por su similitud y que han cambiado el mundo y la Defensa. Ellas son el 9/11 (caída del muro de Berlín en 1989, posterior implosión soviética y fin de la Guerra Fría) y 11/9 (ataque a las Torres Gemelas). El entonces presidente estadounidense George Bush (padre) denominó esta metamorfosis internacional como «el nuevo orden mundial». 

Este orden, o desorden, se caracteriza por la aparición de nuevos actores internacionales, por una creciente integración económica, por el debilitamiento del Estado-Nación, y porque las guerras ideológicas cedieron repentinamente su lugar a guerras económicas y choques culturales. El “Fin de la historia” de Francis Fukuyama y el “Choque de las Civilizaciones” de Samuel Huntington, intentaron dar cuenta de estos fenómenos. 
El interés inescrupuloso del hombre por incrementar su rédito económico, aprovechando el proceso de internacionalización de la economía y las enormes ventajas que este fenómeno ofrece en materia comercial, se hizo a expensas de la contaminación del planeta para las generaciones venideras, y producto de esa actividad industrial y de otros factores, han comenzado a sentirse los efectos del cambio climático en todas las latitudes del globo, mediante catástrofes naturales que ponen en jaque y/o atropellan a gobiernos de divergentes colores ideológicos. Los actores estatales ven desbordadas sus capacidades para paliar estos fenómenos naturales que aquejan a su pueblo y su territorio. Los desastres naturales devenidos en verdaderas catástrofes producirán serios desplazamientos poblacionales y esto requiere de capacidades nacionales y regionales capaces de afrontar estos nuevos desafíos. Los denominados refugiados ambientales han generado la imperiosa necesidad de recapacitar también respecto a este tema. La realidad revela cómo la planificación y la logística gubernamental tradicional son superadas por la furia de la naturaleza. 
 
En los últimos 100 años la temperatura media global ya ha aumentado +1°C, y a este ritmo las proyecciones dan como resultado un aumento de hasta +4°C, para los próximos 100 años. Consecuencias directas: los polos se derriten, aumenta el nivel del mar y de esta forma se incrementa el peligro de inundaciones en áreas costeras o en zonas que se hallan por debajo del nivel del mar. El petróleo, el gas, el carbón y tantos otros combustibles se utilizan abusivamente y sin previsiones desde hace más de un siglo. Esto ocasionó un aumento exponencial en la temperatura del planeta, y en los niveles de smog y contaminación del aire a nivel global. Deforestación indiscriminada, desertificación por agotamiento de suelos, contaminación por fertilizantes y pesticidas, sumado a los perjuicios que la minería causa en el agua, también inciden en el cambio climático y obligan a grupos humanos a desplazarse hacia otras regiones. El nivel del mar aumentará indefectiblemente y se estima que algunas pequeñas islas que se hallan casi sobre el nivel del mar, desaparecerán. Estas tragedias climáticas castigan a poblaciones en diferentes puntos del mundo y se traducen, por ejemplo, en regiones inundadas que acarrean muertes, enfermedades y desplazamientos poblacionales estacionales y/o permanentes. 


Llamado a la reflexión 
El escenario descripto exige a gritos la profunda reflexión de la comunidad internacional respecto al rol que deben asumir las Fuerzas Armadas ante las nuevas amenazas expuestas. Lo alarmante es que las mayores aglomeraciones del mundo se hallan en zonas costeras o a orillas de los ríos. Esto presupone un escenario de migraciones y pedidos masivos de asilo. Las enfermedades provenientes del exceso de agua (malaria, dengue o fiebre amarilla) serán un gran problema si no se prevén las medidas necesarias para evitar pandemias a gran escala. Desde la década de 1990 hasta 2009 hubo diversas conferencias sobre cambio climático en el marco de las Naciones Unidas donde se fueron plasmando los esfuerzos y compromisos realizados por los Estados en materia de Cambio Climático.
 En la Conferencia de Copenhague, en 2009, el objetivo principal fue el establecimiento de un acuerdo jurídicamente vinculante en cuanto a las medidas a adoptar sobre el clima, que regiría en todo el mundo y se aplicaría a partir del año 2012. Durante las negociaciones se intentó establecer que los Estados debían reducir para 2020 entre un 25% y un 40% sus emisiones de gases de efecto invernadero, y llegar al año 2050 con una reducción de entre un 80% y un 95%. 
La migración internacional es hoy un factor determinante de la seguridad de los Estados. El problema no lo constituye la inmigración legal sino de qué manera y con qué medios se puede contener la ilegal, teniendo en cuenta que según este panorama el calentamiento global generará movimientos masivos de poblaciones. Algunas estimaciones del número de personas que se verán obligadas a desplazarse como resultado del cambio climático sugieren cifras que oscilan entre 200 millones y 1.000 millones (PNUD; Informe de Desarrollo Humano, año 2009). La inclemencia de los fenómenos naturales y las consecuencias de la falta de previsión pueden ser enemigos mortales.
Los Estados deben reformular sus capacidades en materia de Defensa para poder estar a la altura de las circunstancias explicitadas. Los terremotos acaecidos en Haití y en Chile en el año 2010, las inundaciones de la ciudad de La Plata (Argentina) en el año 2013 y de la región de las Sierras Chicas de Córdoba, son pruebas fehacientes de lo dificultoso que es para los gobiernos de todas las latitudes afrontar estas verdaderas catástrofes. Un cúmulo de buenas intenciones individuales -muy dignas por cierto- ya no son suficientes para paliar las consecuencias de las catástrofes naturales. Justamente por esto, la improvisación debe ceder su espacio a la planificación estratégica. Se requieren nuevas estructuras y nuevos roles. La Unidad Medioambiental de Emergencia (UME) de España, es un organismo gubernamental específico creado para afrontar estos terribles golpes que propina la naturaleza, digno de ser estudiado como modelo de prevención, planificación y logística del siglo XXI. 
Todo parece indicar que los Centros Estratégicos de producción de conocimientos específicos en materia de Defensa y la reformulación del rol de las Fuerzas Armadas tendrán un papel protagónico en los días venideros; y que los efectos del cambio climático global sólo desacelerarán su ritmo ante políticas concretas de la comunidad internacional que enfaticen en una perspectiva de seguridad humana global.
FUENTE:  La  Manana de Córdoba, 3 / marzo / 2015

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