Cuando se recaba la opinión ciudadana al respecto, la inmensa mayoría de los consultados coinciden en señalar que los políticos, y no los ciudadanos, deben ser los principales protagonistas de la lucha contra el cambio climático: dejando de utilizar el calentamiento global como estrategia partidista, generando políticas de consenso para mitigar sus efectos, actuando de manera mucho más rápida y decidida para evitar los peores escenarios que auguran los científicos. Y todo ello es cierto.
Pero también lo es que nosotros, los ciudadanos del mundo, podemos hacer mucho para cambiar el incierto rumbo que nos marca el calentamiento global desde el compromiso personal, activando mecanismos individuales de respuesta, asumiendo que los pequeños gestos son poderosos.
Y es que mucho más allá del inmovilismo demostrado por la clase política y del incierto destino al que nos aboca la era Trump, lo cierto es que el conjunto de la sociedad tampoco ha respondido con la urgencia que requiere el tema. Porque más allá de las bufonadas que suelte el actual inquilino de la Casa Blanca, lo cierto es que el cambio climático no solo está pasando, sino que nos está pasando a todos.
¿Cómo es que aún no nos hemos implicado en un problema que nos atañe tanto? ¿Acaso esperamos que lo resuelvan los políticos y las grandes corporaciones empresariales? ¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a mover ficha o vamos a seguir pertrechándonos en el falso argumento de que este problema nos supera y por lo tanto su solución no nos incumbe?
Economistas de alto prestigio, como Sir Nicholas Stern, llevan años alertando de que el cambio climático no supone tan solo un dilema medioambiental, sino que nos aboca a una crisis socioeconómica de primer orden. Es nuestro modelo de civilización el que está más amenazado que nunca. La situación requiere una actuación urgente, solidaria y colectiva.
Es evidente que la respuesta al calentamiento global debe ser científica y tecnológica y que la intervención de los gobiernos y las empresas es fundamental, pero para que sea efectiva ésta también debe ser cultural, incluso moral. El cambio climático no requiere tan solo una acción política más decidida y una mayor responsabilidad de las grandes corporaciones empresariales, también exige un nuevo posicionamiento ético de la sociedad en su conjunto, más allá del individualismo y del sálvese quien pueda.
Todos los ciudadanos debemos asumir nuestra responsabilidad en la lucha contra el calentamiento global, implicarnos personalmente en las tareas de mitigación y adaptación. En caso contrario estaremos dejando nuestro futuro y el de las generaciones venideras en manos de necios como Donald Trump y los que amenazan con salir pronto a escena. Personajes sin escrúpulos ni conciencia social que han encontrado en la negación del cambio climático una de las mejores estrategias para enriquecerse y medrar en política.
FUENTE: elplural.com , 14 / 02 / 2017
Pero también lo es que nosotros, los ciudadanos del mundo, podemos hacer mucho para cambiar el incierto rumbo que nos marca el calentamiento global desde el compromiso personal, activando mecanismos individuales de respuesta, asumiendo que los pequeños gestos son poderosos.
Y es que mucho más allá del inmovilismo demostrado por la clase política y del incierto destino al que nos aboca la era Trump, lo cierto es que el conjunto de la sociedad tampoco ha respondido con la urgencia que requiere el tema. Porque más allá de las bufonadas que suelte el actual inquilino de la Casa Blanca, lo cierto es que el cambio climático no solo está pasando, sino que nos está pasando a todos.
¿Cómo es que aún no nos hemos implicado en un problema que nos atañe tanto? ¿Acaso esperamos que lo resuelvan los políticos y las grandes corporaciones empresariales? ¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a mover ficha o vamos a seguir pertrechándonos en el falso argumento de que este problema nos supera y por lo tanto su solución no nos incumbe?
La respuesta al calentamiento global debe ser científica y tecnológica y que la intervención de los gobiernos y las empresas es fundamental
En la Unión Europea existe una percepción social, fuertemente arraigada entre los ciudadanos españoles, de que el cambio climático es una amenaza directa a nuestra calidad de vida: el 90% de los consultados al respecto por Eurostat así lo reconoce. Pero también argumentan que quienes deben de empezar a actuar deben ser los políticos y los altos ejecutivos empresariales, ya que los ciudadanos poca cosa podemos hacer desde la acción individual ante tamaño conflicto. Pero ¿es esa una postura consecuente para quién quiere ejercer una ciudadanía responsable?Economistas de alto prestigio, como Sir Nicholas Stern, llevan años alertando de que el cambio climático no supone tan solo un dilema medioambiental, sino que nos aboca a una crisis socioeconómica de primer orden. Es nuestro modelo de civilización el que está más amenazado que nunca. La situación requiere una actuación urgente, solidaria y colectiva.
Es evidente que la respuesta al calentamiento global debe ser científica y tecnológica y que la intervención de los gobiernos y las empresas es fundamental, pero para que sea efectiva ésta también debe ser cultural, incluso moral. El cambio climático no requiere tan solo una acción política más decidida y una mayor responsabilidad de las grandes corporaciones empresariales, también exige un nuevo posicionamiento ético de la sociedad en su conjunto, más allá del individualismo y del sálvese quien pueda.
Todos los ciudadanos debemos asumir nuestra responsabilidad en la lucha contra el calentamiento global, implicarnos personalmente en las tareas de mitigación y adaptación. En caso contrario estaremos dejando nuestro futuro y el de las generaciones venideras en manos de necios como Donald Trump y los que amenazan con salir pronto a escena. Personajes sin escrúpulos ni conciencia social que han encontrado en la negación del cambio climático una de las mejores estrategias para enriquecerse y medrar en política.
FUENTE: elplural.com , 14 / 02 / 2017
No hay comentarios.:
Publicar un comentario