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lunes, 18 de septiembre de 2017

EL OZONO MUESTRA LA RUTA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO.




El Protocolo de Montreal cumple 30 años: las lecciones aprendidas para eliminar las sustancias dañinas de la atmósfera deben ayudar a combatir calentamiento.

El protocolo de Montreal contra las sustancias que destruyen la capa de ozono, de cuya firmas han cumplido 30 años (el 16 de septiembre) se ha convertido en la referencia ineludible para cuantos creen que también es posible saldar con éxito la lucha contra el cambio climático.
 
Casi 200 países pactaron en 1987 un acuerdo destinado a hacer frente a un gran problema ambiental también interfronterizo: el agujero en la capa de ozono, que protege la Tierra de la radiación ultravioleta. La humanidad descubrió con estupor que el ozono de las capas altas de la atmósfera estaba siendo destruido por las emisiones de ­ciertas sustancias químicas (los temibles clorofluorocarbonos, CFC), usadas en sistemas de refrigeración, aire acondicionado, espumas aislantes y aerosoles.

Los progresivos acuerdos en el marco del referido Protocolo fueron eliminando paulatinamente estas sustancias hasta ser sustituidas por otras inocuas o menos dañinas. La reconversión que permitió dejar de usar los CFC sigue iluminando la senda a quienes creen que también es posible otra transformación industrial para prescindir de los combustibles fósiles dando paso preferente a las energías reno­vables.
 
Pero ha sido también un proceso de prueba y error. Los nocivos CFC fueron sustituidos por los HCFC, pero en parte también por los hidrofluorocarburos (HFC), lo que provocó una paradoja. Estas últimas sustancias eran inocuas para la capa de ozono, pero podían agravar el calentamiento de la atmósfera por su capacidad de atrapar el CO2, principal gas invernadero.
 
Por eso, para actualizar el acuerdo se abordaron nuevas rondas de negociaciones que desembocaron en la enmienda de Kigali (Ruanda), en octubre del 2016, mediante la cual se aprobó eliminar entre el 80% y el 85% de estas sustancias para mitad de siglo. El resultado de esta exitosa negociación es que podrá ­evitarse un aumento global de temperaturas para finales de siglo cifrado en 0,5º C, según ­recuerda Emilio Cuevas, director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, en Tenerife (Agencia Estatal de Meteorología).
 
Un protector fundamental
 
La capa de ozono filtra los rayos ultravioletas y evita los daños que pueden provocar en el cuerpo humano (como cáncer de piel o cataratas). El peligro de que el agujero de ozono se fuese ampliando afectaba muy especialmente a la Antártida, a los territorios próximos a regiones polares y, en menor medida, al resto del planeta, excepto las zonas ecuatoriales y subtropicales.
 
Tras el cese de las emisiones dañinas, no sólo se ha constatado que el deterioro de esta capa protectora se ha frenado, sino que además se acumulan las evidencias que indican que el ozono estratosférico se está recuperando.
 
Por eso, el protocolo de Montreal aporta un gran argumento para renovar la confianza en que esta misma dinámica sirva para afrontar las crisis que están ocasionando los efectos del cambio climático. No obstante, seguirá siendo necesario sincronizar y adaptar la negociación a los nuevos hallazgos científicos. Más recientemente, ha quedado patente la interrelación entre los gases que deterioran la capa de ozono y los que calientan la atmósfera. En décadas anteriores, ambos procesos parecían independientes, pero ahora sabemos que no lo son.
 
Relación con el cambio climático
 
Así, determinados gases de efecto invernadero (dióxido de nitrógeno o metano) inciden también sobre la química del ozono, lo que añade nuevos motivos para atajarlos. Y de la misma manera, el cambio climático incide sobre la capa de ozono. ¿Cómo? El calentamiento, que ha hecho aumentar la temperatura en la capa más baja de la atmósfera (troposfera), ha enfriado las capas altas (estratosfera), lo que se traduce en una fuerte aceleración de la corriente de aire caliente desde el ecuador hacia los polos. Al intensificarse este flujo, se inyecta más oxígeno en las capas altas, lo que produce más cantidad de ozono.
 
Los expertos señalan que la estratosfera no conseguirá un nuevo equilibrio hasta mediados de siglo. Pero ya no será como antes. “No se alcanzarán unos niveles de equilibrio iguales a los que había antes de la destrucción de la capa de ozono”, sentencia Emilio Cuevas. En el escenario previsto para mediados de siglo se dibuja un exceso de ozono en las latitudes altas y un adelgazamiento de esta capa de las zonas ecuatoriales.
 
Pero, aunque la capa de ozono no volverá a ser como antes de los CFC, las lecciones aprendidas en estas tres décadas para restablecer el ozono de la estratosfera son un esperanzador punto de partida para ganar también la guerra al cambio climático.
 
FUENTE:  La Vanguardia, 17 / 09 / 2017

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