Nauto, de 23 años, sabe que un día tendrá que abandonar la isla del océano Pacífico donde nació, en el estado de Kiribati. Se lo recuerda el sonido de las olas del mar, que desde su casa se oyen cada día más cerca. Entre su puerta y el agua hay cinco metros, pero la playa se hace cada vez más pequeña.
Pronto la isla quedará inundada y el Gobierno está preparando a la población para emigrar en masa.
Nauto es uno de los jóvenes de islas del Pacífico, el Índico y el Caribe que visitaron ayer Barcelona para denunciar que el cambio climático está destrozando sus países. El grupo se encontró con un centenar de estudiantes de instituto a bordo del Peace Boat, un barco de la homónima oenegé japonesa, que lleva desde 1983 recorriendo los mares para llevar a cabo proyectos ecologistas.
Sus islas son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático. Al subir de nivel, el mar las inunda y saliniza su agua dulce. La degradación del océano afecta a sus pesquerías. Los huracanes cada vez más frecuentes las azotan y sus habitantes no tienen adonde huir. Ya en el 2009, el anterior presidente de Maldivas, Mohamed Nasheed, alertó de la situación, celebrando un consejo de ministros debajo del mar, con bombonas y trajes de neopreno.
«El ancho de mi isla en ciertos sitios es el de este barco, y el lugar más alto es un basurero», cuenta Selina Leem (19 años), de las Islas Marshall (Pacífico). «Las inundaciones devastadoras son cada vez más frecuentes y no tenemos colinas para refugiarnos». «Es difícil tener que irse, pero el mar está inundando incluso las tumbas de nuestros ancestros», añade Nauto.
«Hay gente que pasó su infancia en playas que ya no existen. El mar ha arrancado árboles e invadido paseos. Cada vez que llueve nos inundamos», afirma Ashwa Faheem (26 años), procedente de las islas Maldivas (Índico). «Aunque se disminuyeran las emisiones mañana mismo, las Maldivas están sentenciadas», afirma.
El problema afecta a todas las tierras bajas. Por ejemplo Belice (Caribe) está en vilo por sus islas, pero lo más preocupante es la situación de la tierra firme. «Hay muchas zonas inundables. Tenemos la opción de retirarnos a las colinas, pero esto implica ir cerca de la frontera con Guatemala, con el cual hay un conflicto territorial», explica Zana Kristen Wade, de 22 años.
AGUA POTABLE Y PESCA / El cambio climático tiene otras consecuencias. «El agua del mar saliniza los pozos de agua dulce. Las enfermedades relacionadas con el agua aumentan y contribuyen a la mortalidad infantil», explica Nauto. La degradación del océano debido al aumento de las temperaturas y a la acidificación tiene consecuencias en la pesca.
Finalmente, aumentan los eventos extremos. «Hace cinco años, un huracán nos golpeó justo en el día de mi cumpleaños», recuerda Wade. Ese evento dejó a muchos agricultores de Belice sin medios. «Los huracanes dañan la barrera coralina y alejan el turismo», explica.
La Alianza de los Pequeños Estados-Isla (AOSIS) ha puesto el cambio climático en lo más alto de su agenda y las islas Fiji (Pacífico) están dirigiendo la negociación de la próxima conferencia mundial sobre el cambio climático (COP23). «Kiribati está intentando educar a la población para que, cuando tengan que migrar, lo hagan con dignidad», explica Nauto. «No obstante, hay miedo sobre dónde vamos a acabar y cual será la reacción de la comunidad internacional», añade.
Los jóvenes tienen otros mensajes para los países desarrollados. «España debería empujar a EEUU y China para que se unan a los acuerdos climáticos», opina Wade. «Hablar está bien, pero hay que actuar: montar placas solares en el techo, cambiar de modalidad de transporte», dice Faheem. «Hay que emplear la tecnología para desarrollar una economía amigable con el medioambiente», afirma Nauto.
FUENTE: El Periódico de Aragón, 23 / 09 / 2017
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