Cuando pensamos en el cambio climático, la primera imagen que nos viene a la cabeza está asociada con aspectos negativos, como eventos catastróficos o alteraciones en los sistemas naturales o humanos. Efectivamente, los costes humanos y económicos del cambio climático serán muy sustanciales y, según todos los estudios, muy superiores a los costes que conllevaría frenar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin pretender alterar esa percepción, con este artículo pretendo mostrar cómo, además de los aspectos a los que hemos hecho referencia, el cambio climático puede ser una oportunidad para las organizaciones empresariales. De hecho, paradójicamente, sólo aprovechando algunas de estas oportunidades podremos reducir la severidad de estos impactos y nuestra vulnerabilidad a los mismos.
Para trasladar este mensaje, utilizaré la jerga tradicional, diferenciando entre cómo mitigar y cómo adaptarnos al cambio climático.Con la mitigación nos referimos a cómo podemos reducir las emisiones y mejorar los usos del suelo para reducir la concentración global de gases en la atmósfera. Con la adaptación, por su parte, abordaremos actuaciones de ajuste que reduzcan nuestra exposición a los daños derivados del cambio climático y aprovechen sus oportunidades.
La nueva aventura de la reducción
Tras la reciente publicación de las primeras conclusiones del quinto informe de evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, se confirma que es muy complejo conseguir los objetivos que la comunidad internacional se había fijado en materia de limitación de emisiones. De hecho, en el momento en el que más contundente es la información científica, la acción política al respecto se muestra más laxa y falta de respuestas. En otras palabras, hay un abismo entre la necesidad científica y la voluntad política.
Sin embargo, cuando nos salimos de la arena de la gran política internacional, nos sorprende la enorme cantidad de iniciativas que se están desarrollando. Numerosos países están desarrollando incentivos de mercado para hacer frente a las emisiones o están diseñando instrumentos para fomentar los proyectos de reducción de emisiones. Amén de iniciativas fiscales o regulatorias. De los grandes planteamientos globales dirigidos por lo público, como el primer Protocolo de Kioto, hemos pasado a un territorio más débil y complejo, que podríamos llamar federal, donde conviven múltiples iniciativas público-privadas surgidas desde abajo, que aspiran a integrarse.
En este nuevo entorno, el rol de las empresas es esencial. Lo primero que podemos intuir es que poner en marcha este creciente número de iniciativas requiere de ingentes dosis de inteligencia y estructuras de conocimiento, en torno a las cuales se está creando un potente sector que ofrece soluciones, tecnologías y alternativas. A medida que emitir sea más costoso, la viabilidad de propuestas alternativas será necesariamente mayor. Esto no sólo incluye energías renovables, sino gestión de residuos, transporte o incluso telecomunicaciones.
Pero, mucho más importante, es que estas iniciativas han sido creadas para ofrecerincentivos adicionales a las empresas más eficientes. No podemos olvidar que, una batería importante de acciones para reducir las emisiones está relacionada con medidas a costes negativos. Es decir, con medidas que requieren una inversión pero que se pagan por sí mismas en periodos de tiempo razonables. Reducir las emisiones en las empresas es, en buena medida, ser organizaciones más eficientes, energética y productivamente, y ello redundará en una mejora de su competitividad.
Gestionando riesgos y oportunidades
La otra cara del cambio climático es la que tiene que ver con cómo podemos actuar paraque los impactos esperados nos afecten lo menos posible. No se trata de dejar de actuar para reducir emisiones, sino de reconocer que, aún en el mejor de los escenarios, el cambio climático va a alterar las condiciones sobre las que gobiernos y empresas se van a desarrollar en los próximos años.
Es en este sentido cuando los términos “adaptación”, “reducción de vulnerabilidad” o “resiliencia” cobran sentido. Cada vez más empresas son conscientes de la importancia de analizar cuáles son los riesgos climáticos que pueden afectarles a ellas o a su cadena de valor. Según un reciente estudio entre empresas avanzadas, un 32 % anticipa un riesgo de reducción en su capacidad de producción o trastornos en el mismo. Numerosas organizaciones están desarrollando análisis de vulnerabilidad para evaluar esos impactos potenciales y poder reaccionar a tiempo.
Pero aquí también existen oportunidades. Un mundo con cambio climático será sin duda un mundo peor, pero en el que surgirán oportunidades de nuevos productosen un mundo más adverso al riesgo. Existen muchas necesidades en relación con infraestructuras, con productos financieros o de diseño en general, con gestión de recursos como el agua o la energía, que las empresas más avanzadas serán capaces de ver y aprovechar.
En resumen, existen numerosas oportunidades asociadas a la puesta en marcha de acciones contra el cambio climático. Todo parece indicar que en los próximos años veremos una proliferación mayor de las mismas, en un contexto en el que la llamada “financiación climática” debe ser decisiva en la incentivación de estas opciones, proporcionando estímulos para los sectores que disponen de soluciones.
FUENTE: El País, 29/ abril/ 2014
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