Frente al extremo oriental de
Papúa Nueva Guinea, un fenómeno natural ofrece una alarmante mirada al futuro
de los océanos, ya que las crecientes concentraciones de dióxido de carbono
(CO2) en la atmósfera hacen que el agua de mar sea más ácida.
Corrientes de
burbujas volcánicas de CO2 emergen aquí desde las profundidades del lecho
marino, como un gigantesco jacuzzi.
Conforme las
burbujas de CO2 se disuelven en el agua, se forma ácido carbónico.
El sitio
apunta al posible destino de los mares del mundo, mientras 24 millones de
toneladas de CO2 de la sociedad industrial son absorbidos diariamente por el
mar.
Los seres
humanos están convirtiendo océanos enteros en ambientes más ácidos.
Estamos
cambiando la química oceánica más rápidamente de lo que ha cambiado durante
decenas -quizás cientos- de millones de años.
Nuestro equipo
se integró a una embarcación de investigación internacional en una expedición a
Papúa Nueva Guinea.
Bajo el agua
Un informe de
la ONU muestra que las emisiones de CO2 están haciendo más ácido el mar.
Me pongo mi
traje acuático, de 3 milímetros de grueso, para ver con mis propios ojos los
efectos del CO2. Dicen que sólo necesito un traje de buceo -uno completo de
nylon con capucha- para protegerme de las mortales medusas. Pero siento el
frío.
Me zambullo en
el agua tibia desde la plataforma en la parte trasera del bote y aleteo
lentamente hacia las ventiladeros volcánicos de CO2.
El lecho
marino es un espectáculo maravilloso. El sol de la tarde ilumina las burbujas
conforme fluyen hacia la superficie, encerrándolas en glóbulos de luz radiante.
Es como nadar en un mar de
limonada.
Pongo una mano
a través de una columna de burbujas que se dispara de la arena, esperando que
me duela. Por supuesto que no me hace daño, las burbujas sólo son CO2. Pero su
acidez sin duda está dañando la vida marina local.
Sólo los
viejos corales pétreos, más duros, pueden sobrevivir aquí. Los hermosos corales
ramificados que adornan un arrecife cercano no contaminado no podrían.
Es una enorme
pérdida, porque los corales ramificados juegan un papel vital en el ecosistema
del arrecife, protegiendo a los jóvenes peces, necesarios para ayudar a
alimentar a una población mundial hambrienta.
La
investigación en los ventiladeros volcánicos muestra que entre 30% y 50% de las
especies de coral no podrán resistir los niveles de CO2 que se esperan en los
océanos este siglo.
Ganadores y perdedores
La destacada
científica Katharina Fabricius, del Instituto Australiano de Ciencia Marina, me
comenta: "Habrá ganadores y perdedores al aumentar la acidez de los
océanos. Las algas y hierbas marinas prosperan bajo niveles más altos de CO2.
Pero muchas otras especies no".
"Estamos
muy preocupados porque los corales jóvenes les resulta tremendamente difícil
sobrevivir con niveles altos de CO2, así que los arrecifes no podrán repararse
a sí mismos. Es muy, muy grave".
Nuestras
cámaras capturan un experimento que revela una alarmante disparidad en el
número de especies entre el área con un nivel normal de CO2 y los ventiladeros
con un nivel más alto.
No hay otro lugar comparable
para evaluar cómo afecta a las criaturas del arrecife el creciente nivel de
CO2, así que hay una gran competencia por encontrar lugares en la embarcacion
de investigación, el Chertan. Tiene sólo 18 metros de eslora y, aunque lleva a
nueve científicos a bordo, sólo tiene siete camas. Los voluntarios duermen en
el piso.
Es un área
científica de rápida expansión y Fabricius es una entre varios investigadores
que trabajan en laboratorios para ver cómo las criaturas lidian con el CO2 y
las elevadas temperaturas que se pronostica que lo acompañarán.
La doctora
Katharina Fabricius estudia los efectos de los océanos ácidos en el coral.
Terry Hughes,
director del Centro para Estudios del Arrecife en la Universidad James Cook de
Australia, afirma que la acidificación es la más reciente amenaza a los
arrecifes.
"Ya hemos
perdido un tercio de los arrecifes de coral por culpa principalmente de la
contaminación y la pesca excesiva, dos tendencias en aumento. Ahora tenemos el
efecto agregado del calentamiento global y, en el futuro, la acidificación de
los océanos.
"Me
preocupa sobremanera la acidificación. Algunas especies de coral sustituirán a
otras, pero si perdemos los corales Acropora y los corales ramificados altos,
desaparecerán la mayoría de recovecos, escondites de los peces jóvenes. Y
afectará directamente a los seres humanos porque se reducirán las existencias
de pescado".
La investigación sobre la
acidificación se está ampliando de los corales a los peces. Un grupo de
científicos en la universidad está estudiando a peces en un barril para ver si
su capacidad atlética se ve comprometida por el agua que podría ser 170% más ácida
que en la era preindustrial de aquí a fines de siglo.
Las pruebas ya
muestran que la acidificación hace que algunos peces pierdan su sentido del
olfato y se comporten imprudentemente ante la presencia de los depredadores.
Un informe de
Naciones Unidas también advierte que en el pasado ha habido extinciones
masivas, cuando los niveles de CO2 cambiaban con mayor lentitud que hoy en día.
"Los cambios que estamos
provocando son irreversibles durante decenas de miles de años", me dice
Fabricius al ponerse el sol detrás de las canoas que vuelven a casa después de
un día de pesca.
"Podemos
proteger los arrecifes de la pesca excesiva y la contaminación local si es que
hay voluntad. Pero con la atmósfera y los océanos es completamente diferente:
no hay nada que retire los efectos del CO2 del sistema. Es terrible".
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