El jurado del Premio Pritzker de Arquitectura de este año envió un mensaje claro al elegir al japonés Shigeru Ban. El hecho de no haber elegido a una mujer – después de una protesta en gran medida justificada por su indiferencia histórica hacia las mujeres, y pese al trabajo extraordinario de tantas diseñadoras– indica que la arquitectura sigue siendo hostil al cambio y que hace falta un empujón. Pero se está dando.
El museo satélite del Centro Pompidou de Shigeru Ban en Metz, Francia, cuyo techo se inspira en un sombrero de bambú.
Basta escuchar a numerosos estudiantes de facultades de arquitectura, muchos de ellos ansiosos por tener un impacto más allá de la burbuja de glamour desvanecido en la cual el estrellato deriva de diseñar ampliaciones de museos de arte y megaproyectos en Qatar y Dubai.
“Los arquitectos jóvenes parecen interesarse cada vez más en lo que hago”, dijo Ban. “Antes todos querían ser arquitectos estrella. Ya no es así”.
Al reconocer la arquitectura con conciencia social de Ban, el Pritzker confiere un prestigio provechoso al trabajo de ese tipo.
Ban concibió su cuota de edificios “objeto” para clientes corporativos y culturales, como un satélite para el Centro Pompidou en Metz, Francia, con un techo voladizo entramado en abeto y alerce, como un gigantesco sombrero caído. También diseñó una nueva sede para Swatch y Omega en Biel, Suiza, en construcción actualmente, que presenta como rasgo característico un pabellón en forma de nube.
Sin embargo, se ha concentrado en proyectos destinados a quienes no han tenido voz para pedirlos: insistiendo en que la arquitectura debe recuperar su rol histórico de proveedora no sólo de maravilla y belleza sino también de cambio social.
Al mismo tiempo que promocionaba la construcción con tubos de papel, entre otros materiales novedosos, amplió la definición de arquitectura temporaria y los usos de materiales no hostiles al medio ambiente. Ban dijo en una ocasión refiriéndose a las casas con tubos de papel: “Un edificio de hormigón y acero puede ser temporario. Puede ser derribado o destruido por un terremoto. Pero el papel puede durar. Es una cuestión de amor. Si un edificio es amado, se vuelve permanente”.
Recientemente, me mostró fotos de casas que hizo con contenedores de transporte para las víctimas del terremoto y el tsunami que se abatieron sobre Japón en 2011, erigiendo la ciudad de Onagawa.
Los contenedores temporarios, alegres, instalados en un campo alrededor de mini- plazas donde se podían organizar eventos, se han vuelto tan populares que algunas familias no quieren abandonarlos, dijo.
“Tanto si se trabaja para un cliente privado como en una casa para la víctima de un terremoto, siempre hay algún problema para resolver con el diseño. La única diferencia es si uno cobra o no”, dijo, después de haber puesto más de una vez dinero para proyectos de emergencia.
En la ciudad japonesa de Kobe, que fue sacudida por un terremoto en 1995, Ban construyó una casa con tubos de papel con su propio dinero para demostrar que funcionaba y que cualquiera podía construirla.
Luego recaudó dinero para construir docenas más destinadas a refugiados vietnamitas locales. Y construyó una iglesia de papel temporaria, que se convirtió en un símbolo de resistencia.
Transcurridos casi 20 años, y después de haber sido utilizada una década para luego ser trasladada a Taiwán, todavía sigue funcionando, lo que prueba el argumento de Ban sobre la longevidad y el amor.
La línea que atraviesa el trabajo de Ban no sólo involucra la preocupación social, la elegancia y el diseño ecológico.
Ha mencionado en más de una ocasión al maestro finlandés Alvar Aalto como un diseñador “cuyo trabajo era inseparable de su entorno, estética y funcionalmente”.
La obra de Ban apunta a un respeto permanente y creciente por lo que tiene a su alcance.
En Sri Lanka, utilizó ladrillos locales en vez de tubos de papel para una aldea arrasada por un tsunami en 2004.
Recientemente, Ban describió algunos nuevos materiales que está desarrollando para viviendas modulares que las fábricas de los países en desarrollo “podrían utilizar para reconstruir villas miseria pero que también se podrían usar como viviendas temporarias después de desastres”, dijo.
“Siempre me dan pena los médicos y abogados que trabajan solamente con personas en problemas, mientras que los arquitectos trabajamos con gente feliz que se muda a casas nuevas”, dijo.
FUENTE: New York Times, 5/ 04/ 2014
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