Michael Pollman, viceministro de ambiente y energía de Hamburgo, la segunda ciudad más importante de Alemania, habla muy buen español. Vivió varios años en Lima y México. De vuelta a su país, como miembro del gobierno local, tiene el reto de contribuir a combatir el cambio climático.
El Espectador conversó con él en Buenos Aires, durante la primera cumbre Urban20, una iniciativa que acogió a líderes de 34 ciudades del mundo que buscan compartir experiencias locales frente a retos urbanos, entre ellos, la lucha contra el cambio climático. Pollman contó como los ciudadanos de su Hamburgo votaron un referendo para que la ciudad recomprara dos empresas de energía locales y poder avanzar en la reconversión a energías renovables. (Lea: Ciudades, el epicentro para frenar el cambio climático).
¿Por qué privatizaron estas empresas públicas?
Se privatizaron dos empresas del sector energético de la ciudad. Esto sucedió al final de los años noventa. Fue una venta de los activos de esas empresas. La empresa de luz y la de gas pasaron al sector privado. La motivación principal hace 20 años fue tapar huecos en el presupuesto público. Realizar un ingreso único para pagar deuda de la ciudad. Estábamos en una corriente ideológica, y con cierta razón creo, según la cual las empresas públicas no son manejadas con el criterio de eficiencia económica. Despilfarran. Había una ola de privatización. En muchas ciudades se privatizó. En Hamburgo se limitó a las de gas y energía. Pero ahora que estamos en proceso de combatir el cambio climático, un cambio de 180 grados en la matriz energética para renunciar a los combustibles fósiles, surge la pregunta: cómo lo hacemos si los proveedores están en manos privadas.
¿A qué exactamente se refiere con esa pregunta?
Si se comparan los precios de energía, el carbón es la fuente de energía más barata pero la más nociva. La empresa privada decía que era imposible renunciar al uso de carbón para generar luz y el agua caliente a distancia. Sólo el combustible barato les permitía generar suficiente utilidad para su empresa, satisfacer la exigencia de los inversionistas y mantener los precios bajos que la ciudadanía aceptaba. Con una empresa pública nuestro rol no sería generar ganancias. En el modelo privado se esperaba generar al menos un 8% de ganancia. Como empresa pública bastaría 1 o 2% y no generar pérdidas.
¿Como se logró dar ese giro? ¿Quién promovió el cambio?
Fueron algunas instituciones ambientalistas, de la ciudadanía, comprometidos en la lucha contra cambio climático. Hicieron una alianza e impulsaron un referendo. Era un referentdo de tipo vinculante para el gobierno local. El gobierno de la ciudad estaba en contra. Intentaba movilizar a la ciudadanía para votar no. Pero el gobierno es derrotado en el referendo en 2014. Medio año después hubo elecciones y el nuevo gobierno prometió remunicipalizar las empresas.
¿De dónde salió el dinero para comprar?
Endeudamiento público. Felizmente las tasas de interés están baja. Pagamos de 1 a 2% y con las ganancias garantizadas del sector regulado va a ser bastante posible tener resultados positivos en esas empresas. Poco a poco en 30 años podremos devolver la deuda.
Pero también tienen que invertir en energías renovables. Debe ser muy costoso.
Es una inversión de unos 900 millones de euros para ampliar la red, renovar, instalar centrales energéticas y sistemas inteligentes.
¿Cuál será la fuente de energía ahora que renuncian al carbón?
Será una mezcla de gas, geotérmica e incineración de residuos más bombas térmicas. Esto último es un sistema bastante innovador. En la planta de tratamiento de aguas residuales, la biología mantiene las aguas residuales a una temperatura de 15 a 20 grados. De esta agua podemos bajar la temperatura, concentrar la energía y usarla para calefacción.
En Colombia se han generado consultas populares, equivalente a estos referendos, de comunidades intentando tomar decisiones. Pero eso generó miedo al gobierno nacional. ¿Qué aprendizaje hay en la experiencia de su ciudad?
Hay que mencionar que nuestros gobiernos locales tienen más peso en nuestra constitución y vida política que en América Latina. He vivido en ciudades como Lima que tienen cinco veces más población que Hamburgo, pero Hamburgo tiene 10 veces más presupuesto. Los actores locales en Alemania tienen más solvencia. Y por eso el gobierno nacional no se mete tanto. Lo que sí pasa es que la ciudadanía, por el momento, no sabemos si cambiará, piensa que la ideología liberal, que el mercado, no lo soluciona todo, que no ha funcionado frente a los temas ambientales de gran envergadura. Ahora se exige más responsabilidad política y no tanta confianza del sector privado. Es un proceso en contra de la liberalización.
¿Por eso se opuso el gobierno local?
El gobierno temía que la empresa pública no se manejara bien y que termine produciendo más endeudamiento y pérdida de confianza. Al asumir el control tenemos una alta responsabilidad para que no sean manipuladas políticamente.
¿Cómo lo van a evitar?
Tenemos un sistema institucionalizado para garantizar un doble control sobre empresas públicas. El departamento de finanzas vela por la eficiencia económica. Que no se infle la planilla de estas empresas. Estas empresas tienen gerentes de primer nivel, que no se prestarían a maniobras turbias. De eso depende si tenemos éxito o no. En Perú he visto que todas las empresas de servicios públicos son un botín para llenarse los bolsillos. Eso es grave.
¿Son las ciudades el nodo principal de acción contra el cambio climático?
Las ciudades tienen mucha responsabilidad obviamente. Depende de si hablamos de la ciudadanía o de los gobiernos. Mi experiencia como político es que los gobiernos tienen tendencia a actuar de manera reactiva. Si hablamos de cambio climático hablamos de tomar medidas muy drásticas, por ejemplo, contra todos los autos como mantener controlado el número de vehículos, acceso a combustibles y cambiar en pocos años toda la matriz de transporte. El gobierno que lo haga pierde las próximas elecciones. Porque la voz y voto de los que dicen que el automóvil es su estilo de vida, y es un negocio tan fuerte, que un gobernante no puede ir en contra de la voluntad de su ciudadanía. Tenemos que trabajar en ese tema. Que la ciudadanía piense que progreso no equivale a que cada uno tenga un transporte propio. Si no hacemos ese cambio los gobiernos locales no van a poder actuar. Estoy en un gobierno que intenta controlar el transporte, y los sectores más conservadores nos dicen que vamos a perder las próximas elecciones.
FUENTE: El Espectador , 1 / 11 / 2018
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