El cambio climático es la crisis definitoria de nuestro tiempo y está ocurriendo aún más rápido de lo que temíamos; pero estamos lejos de no poder hacer nada ante esta amenaza global. Como indicó el Secretario General António Guterres en septiembre, “estamos perdiendo la carrera de la emergencia climática; no obstante, podemos ganarla”.
Ningún rincón del mundo está a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio climático. El aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental, los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad alimentaria e hídrica, la disrupción económica, los conflictos y el terrorismo. Sube el nivel del mar, se derrite el Ártico, mueren los arrecifes de coral, se acidifican los océanos y arden los bosques. Está claro que no podemos seguir así. A medida que el costo infinito del cambio climático alcanza niveles irreversibles, ha llegado el momento de emprender audaces acciones colectivas.
Cada año se liberan en la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 como resultado de la producción de carbón, petróleo y gas. La actividad humana está produciendo emisiones de gases de efecto invernadero a niveles récord, sin visos de desaceleración.
Los últimos cuatro años fueron los cuatro más cálidos de la historia. Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de septiembre de 2019, estamos al menos un grado centígrado por encima de los niveles preindustriales y cerca de lo que los científicos advierten que sería “un riesgo inaceptable”. El Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático exige que el calentamiento final se mantenga “muy por debajo” de los dos grados centígrados, y que se prosigan los esfuerzos para limitar aún más el aumento a 1,5 grados. Pero si no reducimos las emisiones globales, las temperaturas podrían aumentar hasta tres grados centígrados para el año 2100, causando más daños irreversibles a nuestros ecosistemas.
Los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y montañosas ya se están derritiendo más rápidamente que nunca, lo que provoca el aumento del nivel del mar. Casi dos tercios de las ciudades del mundo con una población de más de cinco millones de habitantes se encuentran en zonas donde hay riesgo de aumento del nivel del mar y casi el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 km de la costa. Si no se toman medidas, veremos con nuestros propios ojos cómo barrios enteros de Nueva York, Shangái, Abu Dhabi, Osaka, Río de Janeiro y muchas otras ciudades acaban bajo el agua, desplazando a millones de personas.
El calentamiento global afecta la seguridad alimentaria e hídrica de todos. El cambio climático es una causa directa de la degradación del suelo, que limita la cantidad de carbono que la tierra logra contener. En la actualidad, unos 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la erosión, mientras que hasta un 30 % de los alimentos se pierden o se desperdician como resultado de ella. Mientras tanto, el cambio climático limita la disponibilidad y la calidad del agua para el consumo humano y la agricultura.
En muchas regiones, cultivos que prosperaron durante siglos apenas logran sobrevivir, lo que hace que la seguridad alimentaria sea más precaria; en esos casos, los principales afectados suelen ser los pobres y vulnerables. Es probable que el impacto del calentamiento global haga que la producción económica entre los países más ricos y los más pobres del mundo sea aún más dispar.
En el planeta siempre ha habido desastres relacionados con el clima y fenómenos meteorológicos extremos, pero se están volviendo más frecuentes e intensos a medida que aumenta la temperatura global. Ningún continente está a salvo, hay olas de calor, sequías, tifones y huracanes que causan destrucción masiva en todo el mundo. El 90 % de los desastres se clasifican como relacionados con el tiempo y el clima, cuestan a la economía mundial 520.000 millones de dólares al año y 26 millones de personas se ven empujadas a la pobreza como resultado de ello.
El cambio climático supone una importante amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Los efectos del cambio climático intensifican la competencia por recursos como la tierra, los alimentos y el agua, exacerbando las tensiones socioeconómicas y, cada vez con mayor frecuencia, provocando desplazamientos masivos. .
El clima es un multiplicador de riesgos que empeora los desafíos ya existentes. Las sequías en África y América Latina alimentan directamente los disturbios políticos y la violencia. El Banco Mundial estima que, si no se toman medidas, más de 140 millones de personas en África Subsahariana, América Latina y Asia Meridional se verán obligadas a emigrar dentro de sus regiones para 2050.
La ciencia nos dice que el cambio climático es irrefutable, pero también nos dice que no es demasiado tarde para detener su avance. Harán falta transformaciones fundamentales en todos los aspectos de la sociedad: el cultivo de los alimentos, el uso de la tierra, el transporte de mercancías y el fomento de nuestras economías.
Si bien la tecnología ha contribuido al cambio climático, las tecnologías nuevas y eficientes pueden ayudarnos a reducir las emisiones netas y a crear un mundo más limpio; ya hay soluciones tecnológicas disponibles para más del 70 % de las emisiones actuales. En muchos lugares, la energía renovable es la fuente de energía más barata y los coches eléctricos están a punto de generalizarse.
Con esas soluciones escalables todos podremos dar el salto a un mundo más limpio y resistente. Si los gobiernos, las empresas, la sociedad civil, los jóvenes y el mundo académico trabajan juntos, podemos crear un futuro verde en el que haya menos sufrimiento, reine la justicia y se restablezca la armonía entre las personas y el planeta.
Fuente: Naciones Unidas
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