Alcanzar un mundo sostenible y resiliente es un trabajo global. El planeta es el lugar donde habitamos y está en nuestra mano emplear todos los medios posibles para conseguir protegerlo. La innovación cumple un papel crucial a la hora de ayudar que las consecuencias del cambio climático no golpeen a la humanidad. Porque no olvidemos que el clima es, sobre todo, una cuestión humanitaria.
Existen ya diferentes tecnologías que van a ayudar a luchar contra el cambio climático. Una de estas herramientas es la conectividad 5G. Considerada como la sostenibilidad futura, más allá de que esta tecnología disparará la velocidad de navegación y conexión y disminuirá el tiempo de respuesta de la Red, si ponemos el foco en el ámbito de la sostenibilidad permitirá administrar de manera más eficiente el agua y la energía de una ciudad, podrá ayudar en la prevención de incendios y desastres naturales, las congestiones de tráfico o la reducción de los gases de efecto invernadero.
Los procesos también pueden ser innovadores
Pero la innovación no solo se aplica a través de la tecnología, los procesos también pueden ser innovadores. Es el caso de la química circular orientada al reciclaje. Este concepto es una nueva forma de entender nuestra relación con el planeta que consiste en diseñar, desde el principio, procesos y productos de forma que puedan reutilizarse. Es una nueva manera de comprender cómo se produce. En el caso de la química circular ya se han visto algunos avances que han permitido transformar CO2, que es un residuo, en un recurso; en este caso, lo han convertido en etileno, un compuesto con el que se fabrican algunos de los plásticos más comunes.
La fotosíntesis artificial es otra herramienta que puede contribuir a la lucha contra el cambio climático. Consiste en imitar el proceso natural de las plantas en una instalación química que generará, en lugar de alimento, energía en forma de combustible, y a diferencia de oxígeno, polímeros, es decir, compuestos que se utilizarían como materia prima. Se prevé, según la Federación Empresarial de la Industria Química Española, que esta tecnología se encontrará disponible en 2030.
Son solo unos pocos ejemplos de cómo poner la innovación al servicio de la humanidad, de las personas, y, en este caso, de la lucha contra el cambio climático. Y es que el impacto ambiental y sus consecuencias ya son una realidad. Por ello desde Cruz Roja ya se trabaja para mitigar las consecuencias del calentamiento global que, cabe recordar, también resultan especialmente devastadoras para las personas que cuentan con menos recursos.
El Plan CO(mpensa)2 de Cruz Roja, sin ir más lejos, busca compensar las emisiones de dióxido de carbono y los gases del efecto invernadero que genera la Organización debido a su propia actividad. Pero no es una vocación estanca: la tecnología también puede tener un papel crucial, imprescindible, aquí. Un proyecto piloto de Cruz Roja y Accenture que culminó el pasado diciembre, precisamente, pretende ir un paso más allá y poner las últimas innovaciones al servicio de estos propósitos. En este caso, se ha contado con drones e inteligencia artificial para obtener conclusiones y conocimientos más certeros que ayuden a optimizar y mejorar futuras reforestaciones. La información es poder.
Solo queda mirar hacia el futuro para intuir (o imaginar) cuánto seguirá haciendo la tecnología para ayudar a combatir el cambio climático. Seguro que mucho.
FUENTE: cruzroja.es
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