Tras su arribo a la Luna, en julio de 1969, el astronauta Neil Armstrong enunció una frase que, con mucha precisión, resumía la importancia del acontecimiento: “Un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Desde entonces, la llegada de una persona a Marte (el planeta más parecido y cercano a la Tierra del sistema solar) fue calificado como el siguiente gran salto.
Con el reciente descubrimiento de agua líquida debajo del polo sur marciano por parte de un equipo de científicos italianos, hecho que se suma al amartizaje del robot Curiosity de la NASA hace cuatro años, ha vuelto a cobrar fuerza la idea de impulsar el envío de astronautas al planeta rojo, e incluso de crear colonias humanas.
Para ello, los científicos e ingenieros tendrían que enviar una nave capaz de despejar desde la superficie marciana con una velocidad de “escape” mayor a los 18.200 km/hr. Es decir, más del doble de la que hace falta para abandonar la Luna (8.500 km/hr) y casi la mitad de la que se necesita para dejar la Tierra (40.300 km/hr). Esto, debido a la gravedad de los planetas.
Mientras los científicos y las compañías espaciales resuelven éstas y otras (costosas) variables en los próximos años, es de esperar que por estos lados se inviertan más recursos y esfuerzos en pro de una carrera mucho más trascendental: reducir la emisión de gases de efecto invernadero y la contaminación en general para preservar la biodiversidad en nuestro planeta, con el fin último de garantizar a las futuras generaciones una buena vida.
FUENTE: La Razón (Bolivia) , 27/ julio / 2018
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