Nassim Taleb propuso el concepto de “cisne negro”, evento que resulta altamente improbable y difícil de predecir con información disponible, pero con un impacto extraordinario. Además, cuando ocurre y se analiza en retrospectiva resulta sumamente obvio. Con relación a la pandemia, aunque los científicos vienen advirtiendo el peligro de la deforestación, invasión de ecosistemas y cambio climático, nos tomó por sorpresa. Las políticas de austeridad en economías europeas periféricas como Italia y España diezmaron los sistemas de salud pública y empujaron a amplias capas sociales a la precarización e inestabilidad laboral. Sumado al individualismo y economismo exacerbado de la cultura se construyó el caldo de cultivo perfecto.
El mundo al que volveremos será muy diferente al que pausamos. Y no es por no haber sufrido pandemias, sino que la cuarentena limita (con sus más y menos) casi por completo la actividad y contactos a nivel global, lo que resulta una singularidad nunca experimentada. Una de las consecuencias inesperadas fue la rápida disminución de la emisión de gases de efecto invernadero, al menos mientras dure el confinamiento. Desde el aspecto político cabe destacar las medidas de corte keynesiano y distributivas impulsadas en la mayoría de las economías, inclusive argentina: impensado a pesar de las cuantiosas y cada vez más masivas protestas en el mundo.
Sin embargo, los profundos cambios cualitativos no se limitan sólo a un mayor protagonismo estatal y mayores niveles de coordinación internacional para resolver problemas globales como el calentamiento. Cabe preguntar en términos de modelo de acumulación y paradigma tecno-productivo qué cambios inducirán la inversión acelerada de Estados, empresas e individuos en las Tecnologías de la Información. Algo que ocurre no sólo a nivel infraestructura, sino fundamentalmente con relación a culturas organizacionales y capital humano.
Por ejemplo, ¿qué efectos tendrá que masivamente se utilice la educación a distancia? Una vez hundidos los costos iniciales y curva de aprendizaje, llegó para quedarse: ¿disminuirá el costo de la educación en países como Estados Unidos o Chile la competencia internacional? ¿Podrá generar mayores oportunidades de inclusión educativa en países como Argentina donde la educación superior gratuita es Política Pública? O por el contrario ¿profundizará las desigualdades ya que el acceso efectivo depende de buena conexión y un soporte físico como computadora, Tablet o teléfono celular?
Otra incógnita es la masificación del teletrabajo: puede generar pérdida de predominancia de las grandes urbes como fuente principal de oportunidades laborales, pero también menor capacidad de sindicalización, al tiempo que transfiere muchos de los costos a los propios trabajadores. ¿y qué pasará con los que aún a pesar de todo, no puedan incluirse en el nuevo paradigma tecno-productivo?
Como ciudadanos de una economía periférica nos enfocamos en el día a día: respetar pautas para minimizar costos sanitarios económicos, sociales y psicológicos del aislamiento. Lo mismo que hizo el gobierno al instalar el manejo de la pandemia y sus consecuencias como prioridad. Estamos viviendo momentos históricos. Pronto sabremos si la crisis se resolverá rápidamente o el nacimiento de lo nuevo seguirá sin ocurrir.
FUENTE: Página 12 , 23/03/2020
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