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domingo, 11 de diciembre de 2016

POLÍTICA Y CAMBIO CLIMÁTICO





En México, quién sabe qué tanto en otros países del mundo, es un mito lo del ilimitado y omnímodo poder de los gobernantes. Basta que llegue un nuevo alcalde, un gobernador, un presidente de la República, para que de inmediato se encuentre con una serie de controles, limitaciones legales, administrativas, de protocolo y hasta de relaciones públicas que por un lado constriñen su gobierno, pero como dice el dicho popular mexicano, Dios aprieta pero no mata, porque son precisamente esos controles los que le dan soporte a un gobierno y le permiten a quien ejerce el poder, saberse parte de una estructura, sí la parte de arriba, pero que el resto del andamiaje está allí para respaldarlo.
 
Recordamos, a nivel de anécdota, que cuando hace ocho años Barak Obama había ganado la elección y se preparaba para asumir la presidencia de Estados Unidos, recibió del Servicio Secreto, la oficina encargada de la seguridad de los gobernantes norteamericanos, no una, sino muchas advertencias de que debería dejar de usar su teléfono celular Blackberry, pues podía ser víctima de un ataque cibernético que comprometiera su seguridad y la del estado, finalmente quedaron en que se diseñó un sistema de protección exclusivo para su aparato, y allí quedó la cosa.
 
Durante la última campaña, vimos cómo se repetía una escena que ya habíamos presenciado por lo menos con Gerald Ford y Ronald Reagan, a personal del mismo Servicio Secreto brincándole encima a Donald Trump para protegerlo de una probable amenaza en un mitin, ¿Qué se creen los gobernantes que nadie puede tocar su persona?, pues nada es tan así como se lo imaginan.
 
Cuando Enrique Peña Nieto asumió el poder en el año 2013, se topó con que el presupuesto de egresos de la Federación, para más señas el dinero del que podría disponer su administración para cumplir todas las promesas que había hecho y firmado ante notario en campaña, ya estaba hecho, lo había elaborado el equipo de Felipe Calderón, y ni modo, había que ceñirse a él. Ahora que lo recordamos, fue el año en el que mayor disciplina financiera hubo, herencia del calderonismo con todo y su absurda guerra contra el narcotráfico, la administración pública federal funcionaba mejor que lo que ha venido funcionando la de Peña Nieto cuando ahora sí pudieron acomodar las piezas a su gusto.
 
Para bien o para mal, los gobiernos del mundo están "hiperconectados”, han dejado de tener aquella capacidad de maniobra que les permitía hacer cuanto les viniera en gana durante su mandato. Si es la cuestión de derechos humanos, ningún gobernante de ningún país del mundo puede dejar que se cometan violaciones a las garantías fundamentales sin comprometerse a hacer lo necesario para remediar los hechos, allí tiene como ejemplo al actual gobierno federal pasando aceite por los incidentes de Ayotzinapa, de Tlatlaya, y otros cinco o seis, a los que les han echado todas las ganas, y si no han quedado resueltos no ha sido por falta de interés.
 
Está también la disciplina financiera, impuesta no internamente ni por el equilibrio que dicen que tienen los poderes públicos en México, la manera de hacer las cosas en materia económica viene dada desde los organismos internacionales de los que México forma parte y a los que les debe el haber sido rescatado de mala administración en más veces de las que les gusta confesar, incluso el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal de los Estados Unidos tienen la mano metida en las grandes decisiones económicas del país, poniendo seriamente en entredicho aquello de que somos un país independiente y soberano. Y está por supuesto el tema del cambio climático, uno que nos afecta a todos los individuos punto y aparte del país en el que vivamos.
 
Una de las más grandes preocupaciones, y mire que hay muchas en todos los terrenos de la política, es la intención que había manifestado en campaña Donald Trump de distanciarse de los Acuerdos de París en el tema de calentamiento global y cambio climático, los cuales a muy grandes rasgos, implican el compromiso de parte de todos los países signatarios de reducir drásticamente los volúmenes de gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera. 
 
El pleito de Donald Trump va en el sentido de que desde el Protocolo de Kyoto y luego con el Acuerdo de París, se estaría afectando injustamente a la planta industrial norteamericana, que precisamente utiliza fuertes cantidades de energéticos señalados como altamente contaminantes, la afectación no sólo para en las empresas, sino que también le pega a la base de trabajadores de las empresas energéticas, lo cual es grave porque no son compañías como Petróleos Mexicanos, que se da el lujo de tener una plantilla muy por encima de sus necesidades de producción y productividad.
 
Es entendible que durante la campaña política el entonces candidato del Partido Republicano hubiera pronunciado frases que sonaron aventuradas, pero que lo que buscaban y que lograron al final, era la obtención de votos de parte de un amplio núcleo de población que enfrenta el problema lacerante de la posibilidad de ser despedidos al comenzar a cumplirse los compromisos de Estados Unidos para con el cambio climático en el marco de los acuerdos de París. 
 
Es un poco o un mucho lo que pasa con la cuestión del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, que sí, suena muy conveniente, pero en el que Estados Unidos no recibe el trato ventajoso al que están acostumbrados, lo mismo con lo del cambio climático, sí el planeta entero sale beneficiado, ¿pero quién paga los platos rotos, nada más Estados Unidos?
 
La preocupación es seria, entra en lo que hablábamos al principio respecto a la capacidad de maniobra que tienen los gobernantes, ¿hasta dónde Donald Trump tiene el poder para abrir a renegociación el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México, hasta dónde puede deslindarse de los compromisos con el cambio climático?, de momento todo son especulaciones, temerosas, pero especulaciones al final.
 
El mundo tendrá la oportunidad de sufrir si Estados Unidos abandona su política ecologista para regresar a la quema indiscriminada de hidrocarburos con un fin meramente económico, por lo pronto lo primero que habrá que ver si el discurso incendiario escondía una cabeza fría, o si en efecto es un adiós al cuidado del medio ambiente. 
 
FUENTE: El Diario de Coahuila , HORACIO CÁRDENAS ZARDONI ,  11 / 12 / 2016

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