Su nombre saltó a la fama a principios de la última década, cuando con su libro El ambientalista escéptico se atrevió a desafiar la veracidad de algunos aspectos relacionados con el calentamiento global y a poner en tela de juicio el tono -casi siempre catastrófico- con que se buscaba generar conciencia al respecto. Tamaña osadía le reportó a Bjørn Lomborg una inmensa ola de críticas -fue acusado de deshonestidad intelectual, por ejemplo-; pero también de seguidores: en 2004 la revista Time lo mencionó entre las cien personas más influyentes del planeta, y en 2008 la revista Esquire lo incluyó entre las setenta y cinco personas que podrían salvar el planeta justamente por atreverse a abordar el problema del cambio climático desde una perspectiva novedosa.
Lo curioso es que antes de convertirse en un ambientalista escéptico, este politólogo danés se ubicaba en la vereda contraria. De hecho, militaba en Greenpeace. "En los noventa yo era el prototipo perfecto del activista urbano -recuerda-. No salía pintado de cebra a ningún lado, pero escribía cartas a los diarios alertando que el mundo estaba al borde del desastre y, por supuesto, tenía pegado en mi cuarto un póster con la frase: «Solamente cuando se haya talado el último árbol, contaminado el último río y pescado el último pez, el hombre se dará cuenta de que no se puede comer el dinero»."
¿Qué lo hizo cambiar tan radicalmente de opinión? Este danés nacido en 1965 y doctor en ciencias políticas, que ha enseñado en prestigiosos centros de estudios de su país, no duda en mencionar el haber leído una entrevista al economista norteamericano Julian Simon, quien en vida también supo defender algunas ideas políticamente incorretas: era un férreo defensor del libre mercado como la herramienta más eficaz para combatir los problemas del medio ambiente.
"Recuerdo que mi primera reacción fue indignarme y decir que no podía esperarse otra cosa de un economista norteamericano. Pero, en esa entrevista, Simon invitaba a confrontar estadísticamente sus afirmaciones y yo, que en aquel momento era profesor de estadística, me propuse destruirlas con datos empíricos. Pero luego de algunos ejercicios realizados con mis alumnos me encontré con que, efectivamente, estábamos mejorando como humanidad. Y también en algunos indicadores ambientales como el de la polución del aire y del agua. Claro que esto no ocurre si te vas a China. Pero los chinos fueron claros: ´Primero queremos ser ricos y después nos ocuparemos del aire y del agua'. ¿Acaso no fue lo que hicieron los países ricos hace cien años?", pregunta con ironía.
Esto no significa que Lomborg niegue el progresivo calentamiento de la Tierra. Lo que cuestiona, en todo caso, es lo que el mundo está haciendo al respecto. Y mediante su ONG, Centro para el Consenso de Copenhague, se propone concientizar a gobiernos, organizaciones y ciudadanos para que, al momento de invertir energía y recursos en concepto de ayuda, nadie pierda de vista que el del medio ambiente es un gran problema que nos pesa como humanidad. Pero que no es el único. Que existen otros, como el hambre, el sida, las enfermedades crónicas -que afectan especialmente a los países más empobrecidos-, los conflictos armados o los problemas de acceso al agua o a la educación que también requieren ser abordados con urgencia.
"Invertimos mucho para cumplir con las exigencias del Protocolo de Kyoto. En un año, con todos los recursos que destinamos ahí, podríamos darle agua potable a toda la población del mundo. Y, disculpen, pero yo creo que darle agua potable a todo el mundo es más prioritario que cumplir con el Protocolo de Kyoto. Eso es justamente lo que falta: ordenar los problemas en una lista de prioridades", explica a LA NACION, durante una reciente visita a nuestro país.
SOLUCIONES EFICIENTES
De eso se trata el Consenso de Copenhague. Desde 2004, cada cuatro años, Lomborg reúne a un panel de expertos para definir qué áreas no podemos darnos el lujo de descuidar y cuáles son las soluciones más eficientes en cada caso. En la última edición, por ejemplo, la lista de soluciones cuenta con 30 ítems. La reducción de la desnutrición en niños preescolares encabeza la lista, integrada también por la necesidad de invertir en efectivos sistemas de alerta temprana de desastres naturales, en programas de vacunación, en tratamientos contra la malaria o la tuberculosis o la provisión de agua y saneamiento, entre otros. Los problemas ambientales también figuran en ella, pero no encabezan el ranking.
"Para definir estos grandes problemas buscamos a los economistas más especializados -algunos son premios Nobel- en cada temática. Luego elaboramos una lista con las mejores soluciones para cada caso, que incluyen, por supuesto, una adecuada relación costo-beneficio. Lo que nos proponemos es que con el dinero que se gaste, se haga el mayor bien posible", explica Lomborg.
El especialista sostiene que no siempre prima la eficiencia en la ayuda humanitaria ni en las inversiones destinadas a paliar el calentamiento global. Y aporta ejemplos: "Alemania es el país que más ha invertido per cápita en paneles solares. Te encontrás con paneles solares hasta encima de las catedrales. ¿Cuál será el efecto de esta costosa inversión? Que hacia finales de siglo el calentamiento global se retrase unas 23 horas. Esto no es una forma inteligente de gastar dinero. Pero los alemanes se sienten de maravilla, claro", grafica con picardía.
¿Y qué sería, a su entender, gastar dinero en forma inteligente? El especialista aporta ejemplos, como invertir más en gas como recurso energético limpio que en biocombustibles ("Hay algo de inmoral en quemar alimentos en los cilindros de los autos", sostiene); o, en materia de sida, inclinar más la balanza hacia la prevención, la provisión de sangre segura y disminuir el nivel de transmisión de madre a hijo.
"Después del huracán Katrina, que arrasó Nueva Orleáns, todo el mundo se encolumnó detrás de Al Gore y comenzó a afirmar que había que reducir las emisiones de CO2 para ayudar a los afectados. Pues no, lo que ellos necesitaban en forma más urgente era que se construyeran diques más altos para contener las inundaciones.
"Hay mucha gente en los países emergentes que se ve sacudida por huracanes y no nos enteramos -continúa-. Gente de Bangladesh o de Myanmar, por citar algunos ejemplos. Pero ahí la solución que se propone no es cortar las emisiones de carbono, sino mejorar la infraestructura o los sistemas de alerta temprana. De todas formas, el principal factor que te puede ayudar a hacerle frente a un huracán es contar con la mayor cantidad de recursos posible. Un huracán que mate a cinco o diez personas en la costa de Florida, mata a diez mil en Guatemala."
Lomborg sabe que estamos muy lejos para que el consenso que cada cuatro años se logra en Copenhague se convierta en un consenso global. "Somos una agrupación que trata de defender estos argumentos en discusiones públicas. Eso no quiere decir que tengamos mucho poder. Diría que el único poder que tenemos es el de convencer. Y tratamos de hacerlo para que se invierta de manera más inteligente. Es frecuente que se gaste dinero tratando de hacer un bien, pero no que se analice a fondo la eficiencia de ese gasto. Nos motivamos porque pensamos que estamos haciendo algo bueno, pero no medimos las consecuencias reales de ello..."
Claro que, a su modo de ver, no es sólo cuestión de inocencia o ignorancia. "Hay mucha gente que entiende nuestros argumentos. Hay mucha materia gris capaz de pensar en esta línea. Pero es frecuente que esa materia gris tenga que batallar contra intereses económicos. Gente que quiere conseguir subsidios para paneles solares o biocombustibles, por ejemplo. Y cada quien cuida su quinta", se lamenta.
Consciente de todas estas dificultades -y de lo difícil que resulta posicionar un discurso tan novedoso como incómodo, que busca conmover ciertas verdades fuertemente instaladas en materia de ambientalismo y ayuda humanitaria-, Lomborg intenta, a través del CCC, llegar a auditorios de lo más variados.
Una réplica de su programa se llevó a cabo en 2007 en San José de Costa Rica (se llamó Consulta de San José), en donde reputados economistas analizaron problemáticas propias de América latina. También escribió dos libros relacionados con los fundamentos del CCC - Crisis globales, soluciones globales (2004) y Cómo gastar US$ 50.000 millones para hacer del mundo un lugar mejor (2006)- y es columnista en medios norteamericanos de alcance mundial, como The Wahington Post, The Wall Street Journal o la mencionada revista Esquire.
"Nuestro desafío es esforzarnos para dejar nuestros argumentos más claros -sostiene-. Hablar con más gente sobre esto. Sobre las políticas estúpidas que a veces se implementan y sobre las grandes oportunidades que tenemos por delante."
En definitiva, sostiene, de lo que se trata es de entender que sentirnos bien con nosotros mismos cuando hacemos alguna buena acción no garantiza necesariamente que lo estemos haciendo bien. Un primer paso fundamental, asegura, para atrevernos a hacer las cosas mejor.
HACIA UN ESQUEMA DE AYUDA MÁS EQUITATIVO
En una conferencia de 18 minutos que dio en 2005 en el marco de las charlas TED (http://www.ted.com/talks/lang/es/bjorn_lomborg_sets_global_priorities.html ), Bjørn Lomborg lo dice bien claro: "Sería ideal poder resolver todos los problemas del mundo. Pero ya que no contamos con recursos suficientes, lo más eficiente es establecer prioridades".
En diálogo con LA NACION, el especialista danés estableció la siguiente comparación: "Si analizamos los compromisos tomados en las diferentes cumbres del clima, estamos hablando de invertir cien mil millones de dólares anuales en los países emergentes para paliar el cambio climático. Y eso no tiene proporción si lo comparamos con que para todos los programas relacionados con el mundo emergente se gastan ciento cincuenta mil millones".
Es evidente que continúa siendo un ecologista escéptico, no sobre las evidencias del cambio climático, sino sobre cómo se lo comunica y, en consecuencia, sobre la atención que el tema recibe. Pero esos argumentos hoy aparecen dentro de un discurso más complejo, con el que busca remarcar las enormes incongruencias que existen en el terreno de la ayuda internacional.
Con su organización, el Centro para el Consenso de Copenhague (CCC), Lomborg detectó diez grandes áreas temáticas en las que se concentran los principales desafíos mundiales: conflictos armados, enfermedades crónicas, educación, enfermedades infecciosas, crecimiento demográfico, biodiversidad, cambio climático, hambre y desnutrición, desastres naturales y agua y saneamiento.
"Creo que a nuestros hijos y nuestros nietos no les va a interesar que hayamos simplemente señalado los problemas, sino que, además de señalarlos, los hayamos resuelto", sostiene. Por eso, esas diez áreas dan lugar a una treintena de posibles soluciones bien concretas. Por ejemplo: lejos de quedarse en señalar el problema del hambre y la desnutrición, el CCC propone invertir en programas que garanticen la ingesta de micronutrientes para los niños desde sus primeros años de vida.
O en lugar de señalar vagamente el flagelo del cambio climático, propone invertir recursos en proyectos de energías verdes o en programas de protección de las selvas del mundo.
"Hay que empezar a hablar con mayor seriedad, con datos en la mano, sobre el medio ambiente, sin perder de vista que somos buenos solucionando los problemas."
Lomborg recuerda el revuelo mundial que generó su libro El ecologista escéptico , a principios de la década pasada. "Lo entendí porque fue la misma reacción que tuve yo en su momento. Lo que me decepcionó es que mis antinugos compañeros de Greenpeace leyeran todas las críticias que se me hicieron, pero no mis argumentos."
FUENTE: lanacion.com, 17/ 02/ 2013
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