La química estadounidense Susan Solomon afirma que «es vital un acuerdo de los países ricos en I+D»
La química estadounidense Susan Solomon ha sido
elegida premio Fronteras del Conocimiento en
Cambio Climático.
Un ejemplo de ciencia al servicio de la sociedad. Esta es una de las razones que llevó al jurado del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Cambio Climático a conceder el galardón en su quinta edición a la química estadounidense Susan Solomon (Chicago, 1956), quien responde a nuestras preguntas en Madrid. Y es que el trabajo de Solomon durante más de 30 años no solo permitió probar la relación entre el agujero de la capa de ozono y el clima, sino que se tradujo en consecuencias tan palpables como la prohibición del uso de los gases CFC en el protocolo de Montreal (1987), documento que es la envidia de los defensores del tratado de Kioto delucha contra el cambio climático por lo bien que ha funcionado en ese caso.
-Hace pocas semanas se supo que la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó las 400 partes por millón. ¿Cuán grave es la situación?
-Bueno, esta cifra es un punto de referencia, se sabía que iba a pasar y se esperaba llegar a estos niveles. Creo que el problema más importante no es el nivel de CO2 sino la velocidad de los cambios y en este sentido el incremento de CO2 ha sido muy rápido. Se recuperó después de la caída financiera y ha sido sorprendente, ahora se está ralentizando porque se está utilizando más gas natural, por ejemplo, en Estados Unidos, pero la clave es ver cómo se comporta en los próximos diez o quince años.
-¿Estamos a tiempo de actuar? El IPCC decía en su último informe que el límite para reducir las emisiones era 2015.
-Es difícil saber la respuesta. Hay muchas incertidumbres en cuanto a la sensibilidad del clima a incrementos de CO2 y otros gases de efecto invernadero, quizás estamos alcanzando un nivel máximo o quizás tenemos varias décadas por delante para que no seamos tan estrictos con el problema. El problema principal es qué riesgo podemos asumir.
-Precisamente, uno de sus hallazgos tiene que ver con la lentitud de la atmósfera para recuperarse. Algunos pueden pensar que para qué hacer algo si los impactos serán irreversibles...
-Para mí la clave es cuál sería el nivel máximo de CO2 que queremos alcanzar. Yo lo comparo con la influencia de la dieta en nuestra salud, en este caso la del planeta. La pregunta es hasta qué punto queremos que se deteriore antes de cambiar nuestra manera de comportarnos. No estoy diciendo que tengamos que empezar mañana, lo que es necesario es mayor inversión en I+D para empezar a producir las innovaciones tecnológicas necesarias que permitan tener técnicas con bajas emisiones de carbono. Por eso debemos ser muy cuidadosos en dónde paramos el termostato antes de empezar a reducir la temperatura. Igual que nuestras acciones pueden alterar el medio ambiente a escala global se pueden tomar decisiones para evitarlo.
-¿Y en dónde debemos parar ese termostato del que habla?
-Realmente está en nuestras manos qué tipo de sistema energético queremos establecer. Muchos países en vías de desarrollo ya se están desarrollando, pero esta infraestructura que se está construyendo requiere energía basada en fuentes intensivas en
carbono. Estamos comprometiéndonos a emitir durante 50 o 100 años más. Somos 7.000 millones de personas en este planeta, de los que 1.000 millones están en el mundo desarrollado, y éstos emiten cinco veces más cada año que los 6.000 millones del mundo en desarrollo. Por tanto, si éstos se desarrollan como hemos hecho nosotros a lo largo de las próximas décadas vamos a ver un planeta con una temperatura muy alta. Tenemos que cambiar el trayecto del desarrollo si queremos evitar este calentamiento.
-Habla de invertir en tecnología. ¿Cuáles deberían ser las prioridades?
-Creo que estamos en una fase demasiado temprana para tomar decisiones, tenemos que invertir ampliamente en I+D. No se trata solo de ofrecer ayuda a los países en vías de desarrollo, sino de que los países desarrollados hagan un esfuerzo conjunto en I+D. Es vital y urgente un acuerdo para invertir conjuntamente en investigación e innovación entre los países que pueden hacerlo. Sería un paso muy útil, quizá mucho más que la idea de vamos a reducir una cifra en tantos años. La inversión en tecnología nos puede ayudar a conseguir un mundo más limpio, más seguro y con menos riesgos.
-¿Cuando habla de tecnología se refiere también a la geoingeniería? Como fertilizar los océanos o plantar árboles artificiales en el Sáhara.
-Esto ya no es un tema solo de los científicos. La clave no es si es posible sino si es apropiado, si es así como queremos tratar los problemas en el mundo. ¿Queremos poner tiritas o parches sobre el daño que estamos causando? A lo mejor la idea de si hacemos suficiente para controlar el clima a través de la ingeniería nos aporta más confianza en nuestra capacidad de enfrentar el problema, pero no es que no crea en los ingenieros, es que creo que hay muchas cosas que no sabemos del planeta.
-Algunos han querido ver en el accidente nuclear de Fukushima, el punto y aparte para una apuesta verdadera por las renovables, ¿usted qué opina?
-No soy ingeniera nuclear, pero por lo que he visto el accidente en Fukushima estuvo relacionado con no tomar las medidas de seguridad requeridas. Creo que es bueno mirar todas las opciones, pero no creo que debamos eliminarla debido al accidente, se puede gestionar mejor.
-El protocolo de Montreal es la envidia de los defensores del tratado de Kioto. ¿Qué falló en Kioto?
-Me gusta decir que el protocolo de Montreal es como el de Kioto, salvo que funciona (ríe). Precisamente, el éxito de Montreal es que pudo estimular el desarrollo de nuevas tecnologías, pues se basó en industrias y sectores, y no en países. Se trató de una planificación bien fundada viendo qué se podía hacer en función de la tecnología que se iba desarrollando, buscando un reemplazo seguro, y no como en Kioto, que establece un objetivo importante de reducción de emisiones, que algunos países no pueden cumplir y otros sí. Incluso algunos ya sabían que iban a lograrlo, como Alemania, a causa de la reunificación, o Rusia, por la caída del comunismo y la reestructuración de su economía. El protocolo de Kioto estableció objetivos que estaban demasiado lejos de las tecnologías. Esto puede hacerse para la segunda fase de Kioto, vincularlo más a las industrias.
-Después del informe del IPCC de 2007 se dijo que los científicos eran como un ejército al que nadie podía parar. ¿Cree que la voz de la ciencia sigue estando unida?
-Los científicos siempre se autocritican, la ciencia es tan útil al mundo porque hay libertad, se critica, se debate. Pero no somos un ejército, precisamente porque no se nos puede alinear, somos como los gatos, que no se pueden manejar. Los científicos solo están de acuerdo cuando hay muchas pruebas o evidencias. Y personalmente pienso que las pruebas siguen siendo muy fuertes, que hay una mayoría abrumadora de los científicos que están de acuerdo en la naturaleza del cambio climático.
-¿Qué espera del próximo informe del IPCC?
-Espero un informe fantástico, pero no puedo avanzar nada.
-Cuando en el año 86 la enviaron a la Antártida para hacer mediciones de ozono, ¿se imaginó usted que podía estar haciendo historia?
-Por supuesto que no. No tenía ni idea salvo que era una aventura científica maravillosa, que cualquier científico joven podría querer, y yo lo pasé fenomenal y fue un tiempo increíble. Muchas personas nos habían comentado que debíamos estar preparados por el hecho de que nada nos iba a funcionar en el primer año y que tendríamos que ir una segunda vez, pero funcionó, tuvimos mucha suerte, fue un momento fantástico para realizar los experimentos y fuimos capaces de poder traer las pruebas químicas de lo que estaba causando el agujero de ozono.
FUENTE: ABC.es, Madrid, 22/ 06/ 2013
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