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martes, 4 de junio de 2013

VIVIR CON UNA FILOSOFÍA VERDE



Ilustración María Lavezzi

Reciclar; compostar; separar la basura; reutilizar; llevar la bolsa de tela para hacer las compras; consumir más frutas y verduras, y menos productos enlatados; tener una huerta orgánica; ser vegano, vegetariano o comer orgánico, o movilizarse en bici son prácticas cada vez más adoptadas por los argentinos. En esta mezcla de toma de conciencia con moda, los ciudadanos están queriendo asumir un rostro más ecológico a la vez que buscan transformarse en consumidores más responsables.
Y si bien los especialistas señalan que los cambios necesarios para salvar el planeta deben ser mucho más radicales y profundos que la suma de las voluntades individuales, también es cierto que esta sensibilización que va nutriendo el tejido social está viendo nacer una nueva generación de familias verdes. No son fanáticos ecológicos ni extremistas de la austeridad, sino personas que creen que cambiando pequeños hábitos en su vida cotidiana pueden estar en armonía con la naturaleza, hacer su aporte al cuidado del medio ambiente, ser más felices y sentirse más sanos. Y además buscan educar a sus hijos en esta misma filosofía.
Hay diferentes maneras de empezar a tener una vida más sustentable, y en muchos casos el cambio empieza por la alimentación para después trasladarse a otros hábitos que incluyen una existencia más austera, generar la menor cantidad de residuos, reutilizar. Según el Greendex 2012 -informe anual sobre el impacto del comportamiento del consumidor en el medio ambiente realizado por la National Geographic Society junto a Globescan-, el 62% de los argentinos se describe a sí mismo como verde: esto quiere decir que se ven como personas que evitan productos nocivos para el medio ambiente, minimizan el nivel de basura que generan, tratan de ahorrar energía y eligen productos ambientalmente amigables cada vez que pueden. Quizá los números reflejen un ciudadano con más intenciones de deseo que con conductas reales, pero lo cierto es que en este índice, que analiza las conductas de los consumidores en 17 países, la Argentina quedó en un nada despreciable puesto número 7. Quienes encabezaron la lista este año fueron la India, China, Brasil y Hungría. Detrás de la Argentina quedaron países como Rusia, Alemania, España, Australia y Estados Unidos. Desde ya que hay mucho por hacer y mejorar, pero la buena noticia es que se está avanzando.
"En estos últimos años ha habido un crecimiento y posicionamiento de los productos orgánicos. Mercados como el de Sabe la Tierra en San Fernando, el de Bonpland o el Galpón, o ferias como la de Buenos Aires Market, demuestran que hay un público interesado en otra forma de consumo. Sin embargo, muchas veces se suele confundir al consumo responsable con consumo de productos orgánicos o naturales, o eco. Por supuesto que es bueno que la gente empiece a tomar conciencia de lo que consume, pero no podemos creer que un cambio de paradigma va a venir solamente por cambiar lo que consumimos, sino cuando bajemos nuestros niveles de compra. No sólo por el bien del planeta, sino para que otros puedan consumir", dice Estanislao Sarandón, coordinador de ConSuma Dignidad de Amartya.
Desde Amartya definen el consumo responsable como la elección de productos y servicios no sólo según su precio y calidad, sino también por su impacto en el medio ambiente y la sociedad, y por la conducta de las empresas que los elaboran. "El reciclado es algo que está cobrando fuerza en la ciudad de Buenos Aires y en otras ciudades de la Argentina. En algunos casos, por interés de la gente, por el impulso que le dan las cooperativas de cartoneros, porque hay políticas públicas que lo fomentan o por una necesidad de resolver qué hacer con pilas y pilas de basura que se están quedando sin destino. Reciclar es bueno, pero es sólo la punta del iceberg. Ayuda a que materia prima vuelva a entrar en el círculo de producción, genera empleos verdes y reduce la cantidad de basura que se entierra, pero al mismo tiempo oculta una de las contracaras del consumo. Vivimos en un modelo de producción y consumo, donde el compre y tire prima, y se reproduce cada vez con más fuerza. Donde los productos tienen toneladas de packaging que no cumplen funcionalidad alguna y que sólo hacen crecer en volumen las bolsas de basura. La basura es un indicador directo de nuestros niveles de consumo", sentencia Sarandón.
Siguiendo esta lógica de que del dicho al hecho hay un largo trecho, cifras de un estudio que Mindshare Argentina realizó en 2008 sobre las principales características del consumidor ecológicamente comprometido, señalan que el 59% de los argentinos reconoce que la mejora de la ecología del planeta depende directamente de los hábitos cotidianos. En este sentido, un 44% manifiesta su preferencia en pagar más por productos cuya manufactura no dañe el medio ambiente. Sin embargo, no todos han adecuado sus estilos de vida y costumbres a los asuntos ambientales, ya que sólo el 22% de los consumidores responsables argentinos han sacrificado su comodidad y cambiado algunas convicciones en función de colaborar con el cuidado del medio ambiente.
Uno de los temas en los que se ha avanzando bastante, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires, es en la movilidad. Ya es habitual ver a hombres de traje o mujeres vestidas de oficina circular por las bicisendas, a jóvenes de todas las edades o a familias los fines de semana circulando con bicis. De hecho, según la Subsecretaría de Transporte del GCBA, actualmente se hacen 150.000 viajes en bici por día en la ciudad, mientras que en 2009 eran sólo 30.000 (se pasó de un 0,4% a un 2,5% del total de viajes).
"Lo que se vio crecer esto en Buenos Aires desde 2010 hasta ahora es enorme. Hoy ves en las calles cientos de personas andando en bici. De hecho, Buenos Aires ya es una ciudad que desde afuera otras personas la asocian como una ciudad de bicis por la cantidad de actividades y movidas que hay. Y también por cómo se facilitaron las cosas por la infraestructura y las acciones del gobierno", sostiene Matías Kalwill, director de bikestorming.org y lavidaenbici.com
Para él, este fenómeno tuvo su impulso en un gran cambio de conciencia y de hábitos de la gente, pero sin embargo está convencido de que, en general, el motivo principal por el que una persona elige empezar a andar en bicicleta tiene que ver con que le hace bien a su calidad de vida y consigue que se vuelva algo práctico, eficiente. Y que se siente seguro.
"Muchas veces para las personas que quieren tomar alguna acción con respecto a sus hábitos para mejorar su huella de carbono o vivir más en armonía con el planeta, la bicicleta es una primera acción muy accesible, aunque la huella ecológica que se genere sea mínima. La bicicleta funciona así como una punta de lanza para un montón de otros cambios que necesitamos vivir en Buenos Aires y el resto del mundo", sueña Kalwill, a la vez que alerta sobre la grave situación de riesgo planetario que estamos viviendo. "Lo que estamos haciendo es algo, pero no es suficiente. Me parece muy positivo incentivar que se sigan adoptando estas prácticas, pero lo cierto es que si no se traducen en políticas públicas, la escala no tiene valor."
En esta misma línea, desde Amartya afirman que hoy por hoy es muy difícil encontrar productos que hayan sido elaborados de forma sustentable, ya sea respetando el medio ambiente o a las personas que estuvieron involucradas en su producción, lo cual dificulta al ciudadano poder ser responsable con su consumo. "Es fundamental generar un cambio de actitud en la forma de producir y de comprometerse de las empresas. Sin ellas es imposible generar un cambio. Lo mismo sucede con los gobiernos que tienen que generar políticas públicas que acompañen a las empresas que quieren hacer las cosas bien, brindándoles beneficios y sancionando a quienes las hacen mal."
"En los últimos dos años vemos que las ganas de reciclar vienen acompañadas por una preocupación creciente por el medio ambiente y por entender que todas nuestras acciones tienen un efecto en la sociedad. La gente está cada vez más consciente, porque hay más ONG, empresas y movidas del gobierno que están comunicando este mensaje. Igual todavía está faltando una buena gestión para que las personas sepan qué pueden hacer con la basura", dice Rodrigo Castro Volpe, presidente de Dondereciclo.org, a la vez que aclara que el argentino promedio no tiene un modelo de vida tan consumista y que está muy acostumbrado a arreglar las cosas y reutilizarlas.
Las principales consultas que recibe esta ONG -que tiene online un mapa interactivo con todos los sitios adonde uno puede llevar los materiales para reciclarlos- son qué hacer con las pilas, las lámparas de bajo consumo y todos los productos que los consumidores perciben como contaminantes. "La gente está siempre queriendo saber y buscando ideas nuevas sobre cómo reutilizar, en darle otra vuelta a los recursos que tiene para ver de qué manera le puede dar otro uso", enfatiza Castro Volpe, que desde hace un año separa la basura en su casa con su familia y ya lo tienen como un hábito incorporado. "Lo importante es generar la preocupación y darle la información a la población para que entienda cuál es la problemática para que pueda actuar", concluye.
Lentamente, el ciudadano está tomando conciencia de que él tiene el poder de elegir qué quiere consumir, cómo, cuándo y dónde. Que tiene la capacidad de presionar a las empresas para que sean responsables con su producción, que puede apoyar a los pequeños productores con su compra, y promover el comercio justo. Que tiene en sus manos la posibilidad de generar los cambios necesarios en la lógica de mercado y en las políticas públicas para lograr salvar el planeta.
FUENTE: Hacer Comunidad, La Nación, 1/ 06/ 2013

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