Ya es un lugar común decir que la Amazonia es el pulmón del mundo. También es dato conocido que sus casi siete millones de kilómetros cuadrados ocupan el 40 % del territorio de Suramérica. Lo que no está tan claro es cuán vulnerable es este ecosistema al cambio climático y sus consecuencias.
Por esta razón, la iniciativa Visión Amazonia reunió los esfuerzos de la organización ambientalista WWF, Redparques, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente (Pnuma) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y publicaron el primer atlas interactivo del Amazonas con enfoque de cambio climático.
En pocas palabras, se trata del primer mapa que pretende responder preguntas como qué tan vulnerable es la Amazonia al cambio climático o porqué las áreas protegidas son claves para enfrentar este problema. La necesidad de estudiar los efectos del cambio climático en el ecosistema amazónico responde a que, según el informe, “el bioma amazónico es el segundo ecosistema más vulnerable al cambio climático después del Ártico”.
Las primeras pinceladas de este informe que recoge datos de todos los países que comparten la selva amazónica se trazaron en 2014. Ese año se creó un comité “asesor y de apoyo para la realización del análisis de vulnerabilidad y riesgo climático del bioma amazónico y sus áreas protegidas”. Desde entonces, el comité viene trabajando para identificar los peligros que encara la selva de cara al cambio climático.
Uno de los datos más relevantes del atlas es que si las cosas siguen igual, para el año 2030 la temperatura en algunos sectores de la selva podría incrementarse hasta en 3 °C. Eso pondría en riesgo la capacidad de la Amazonia para regular el clima del continente o para ayudar a generar las nubes que luego, impulsadas por los vientos, llegan hasta la cordillera de los Andes y caen en forma de lluvia en los páramos, creando los ríos, arroyos y quebradas que surten de agua a buena parte de la población.
Los autores del estudio pusieron la lupa en las principales actividades humanas que tienen amenazada a la región: la minería y la deforestación. Citando estudios de 2016, señalaron que cerca del 15 % del bioma amazónico está bajo concesiones mineras y contratos para explotación de hidrocarburos y gas, sobre todo en la zona del piedemonte andino amazónico: es decir, entre Colombia y Bolivia, Brasil y Guyana.
En términos generales, señala el informe, el 8,4 % del Amazonas se encuentra en muy alto riesgo y el 11,86 % de su extensión está en alto riesgo por cuatro amenazas cruciales: deforestación, ampliación de la frontera agrícola, minería y construcción de vías. En cuanto a las áreas protegidas, el 13 % de ellas están en muy alto de riesgo y alto riesgo de desaparecer.
Lo grave es que la amenaza minera se extiende a las zonas protegidas de la selva: tras analizar 439 áreas protegidas, se dieron cuenta de que casi la mitad de ellas “se traslapaba parcial o completamente con concesiones mineras y 13 %, con contratos de exploración para hidrocarburos y gas”. Por si fuera poco, más de 600 territorios indígenas (el 37 % del total) se han visto afectados por más de 400 contratos de minería y 100 de hidrocarburos y gas.
Pero el atlas no se quedó con el diagnóstico sino que se arriesgó a proponer estrategias de conservación, en el cómo y en el dónde. Por eso plantea que hay 24 especies, entre fauna y flora, cuya conservación sería clave para asegurar la salud del ecosistema amazónico. Además explica que, si bien el 28 % de la Amazonia está bajo alguna figura de protección, “la cifra debería llegar al 50 % del territorio para que la gran biodiversidad amazónica y sus funciones permanezcan en el futuro”.
FUENTE: El Espectador , 5 / junio / 2017
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